Cita en las aguas termales o una oportunidad para... [Priv- Reiji]

Me tome la palabra egoístamente:— ¿no te conviene decírmelo?—suspire pesadamente tratando de recordar el punto del juego, el que era contestar con verdad o mentira, sencillamente debía decir una verdad si lo creía conveniente y si no mentir, desde mi punto de vista era algo simple, entonces ¿por qué se tomaba tan enserio? No es como si fuera algo de vida o muerte ¿no? Solo son preguntas.

Aunque si era cierto que hasta el momento el carácter de las preguntas era algo profundo, pero pensé en bromear un poco con la última que me hizo, sin embargo, parecía que él no disfrutaba como yo de las bromas. Así que me pase un poco ¿eh?

—Está bien, ya pagaste tu penitencia cambiando de lugar, esto es un juego…así que disfrutémoslo como tal ¿te parece?— no se confundan, no estoy siendo amable (mentira) es solo que, si por algún motivo decidiera irse, esto terminaría, y no quiero eso (excusas) Ahora bien, era cierto que:—se te olvido hacer la pregunta—compare la distancia que nos separaba disimuladamente y saben qué…es un secreto.

-Ya, lo siento. -respondí después de escucharle pronunciar aquellas palabras con el deje de ¿amabilidad? ¿acaso éste Mikado estaba siendo amable conmigo? Qué extraño... acá entre nos, yo pensé que me trataría mal y que se burlaría de mi condición. Tal vez notó mi incomodidad o quizá se dió cuenta de que yo no era lo suficientemente interesante... no sé... la verdad, ésto de quemarme la cabeza es doloroso y sumamente confuso.

Observé el cielo, tapizado por las escasas estrellas y la poca luz de luna, que en determinadas ocasiones había volteado a ver en éste día. Simplemente no hallé algo interesante en él por lo que dirigí mi mirada de nuevo, a mi compañero, a mi novio y me entoné, ahora tranquilo y seguro de mi mismo: -¿Tú quieres besarme? -hice un mohín, acercando mis dedos a mis labios, incitándole, invitándole a probarlos una vez más, pero ésta vez siendo "él". -El calor de la terma está sofocándome -mentira. Sólo necesitaba una excusa, fuera la que fuese para tenerlo de nuevo cerca mío. Después jugaríamos a ésto, o eso quería pensar, ahora... ahora era otro asunto. -Si dices que sí... aquí termina el juego. Si dices que no... también termina. -reí por lo bajo. Era un truco sucio pero igual, estaba cansándome de esperarlo a que hiciera un movimiento.

Lo siento. No soy tan paciente como me veo.

Qué impresionante.

Sencillamente este chico era impresionante; no solo inicia con una pregunta tentadora, sino que a la mitad hace una pequeñísima confesión de sofoco, por culpa de las termas y termina con aquellas palabras en donde salgo perdiendo por todo lado. No me malinterpreten, besarlo no es salir perdiendo, tocarlo no es salir perdiendo, pero sí lo es, someterse de alguna forma a sus caprichos. Entonces busco una solución, que deje al mocoso malcriado, como se debe.

Así que acomode mi garganta y me dispuse a dar mi respuesta a su pregunta — tal vez—gire un poco mi rostro mostrándole una nueva perspectiva de mis rasgos faciales, inclusive enfoque mis ojos en su cuerpo, en sus labios, en esa invitación de segundos antes.

Y sí, se le olvidaron los “tal vez” que es una respuesta aceptable, ni que decir de los “posiblemente” aceptable también y así se solucionaba lo del “si” y el “no” que simple ¿verdad? No he dicho ni “si” ni “no”, busque un punto intermedio, que nos evitaría terminar el juego…por supuesto, estoy esperando su reacción, fervientemente, tanto que ni formule pregunta alguna, ni me moví de mi sitio.

-Qué pena. -como dije no soy paciente, por lo que un suspiro cubierto por el sentimiento de resignación brotó de mis labios. Redigirí mi mano hacia mi cabello y lo hice una vez más hacia atrás pues el flequillo parecía estar obstinado en pegárseme a la frente y flaquearme la vista.

-Ese iba a ser un final muy bueno... -me levanté de mi lugar, y "caminé" dentro del agua, de la terma, acercándome a él sin importarme el juego, sin importarme mucho su opinión o sus facciones que podrían o bien mostrar agrado o rechazo. -Pero posiblemente no todos los finales deban ser buenos. -me incliné para ubicarme justo encima de él, y captar toda su atención. Incluso alargué mi diestra para tocar su hombro izquierdo, percatándome del calor de su piel y de la mía. Apenas el hacer tal acto, tan deliberadamente, me hacía feliz. "Aquí sigues, aquí estás" pensaba.

-Si vas a huir, éste es el momento justo. -advertí. Entonces acerqué mi rostro al suyo y así como yo era, lo ladeé, ubicándome cerca de sus labios, respirando e inhalando su aliento. Ya no podía esperar más. Como dije: ahora podía huir o quedarse. Ya nada me importaba.

Me quede sin palabras, sencillamente no tenía nada que decir en ese momento, posiblemente porque estaba preparado para “atajarlo” en el momento en que decidiera dejar el juego, pero eso no fue lo que paso, en vez de alejarse, se acerca y no conforme con eso, se ubica justo encima de mí. Por supuesto en medio de esto a dicho algunas palabras, no preste mucha atención a ello, estaba levantando todas mis defensas para evitar caer en su juego. Veamos si tengo suerte.

—Huir sería aburrido—con su mano en mi hombro y sintiendo el golpeteo de su aliento, cada palabra, cada sonido, las formaciones de sus labios que daban y restaban presión al aire de su interior — además tengo curiosidad, pero…—me atreví a poner mi mano en su cintura, acariciándole, tomándome mi tiempo para sentir su piel húmeda y tibia, aunque mi tacto pudo haberse equivocado pues las yemas ya habían sucumbido al vapor y al líquido que nos rodeaba y se notaban deformes.

Finalice con el dialogo que había dejado inconcluso: —¿no sería infidelidad?— he allí mi pregunta para continuar con el juego.

Acarició mi cintura, y al parecer se tomó el tiempo para hacerlo mientras hablaba. No preste tanta atención al principio pues estaba deslumbrado por el movimiento de sus labios y porque su aliento se combinaba con el mío en un espacio casi extinto.

No me moví ni siquiera, estaba a merced. Podría rechazarme, podría aceptarme, podría empujarme y caer encima mío, o tan sólo empujarme, enseñándome que en realidad era una molestia, un mocoso atrevido y deliberadamente desobediente.

-¿Entonces tú no eres Mikado Dubois? ...porque él es mi pareja. -pregunté calmado, pareciendo tan tranquilo (mentira, estaba desesperado, ansioso) como podía. ¿Cómo es que podía resistirse tanto? ¿de donde sacaba autocontrol? O mejor dicho ¿cómo es que no me deseaba como yo le deseaba a él? Estaba perdiendo razón alguna...

Sólo seguía sostenido por su mano, tocándome, y por la mía, sí, esa que antes estaba en su hombro y que ahora reposaba en su rostro, y que de vez en cuando acariciaba su mejilla, apenas, con las yemas de los dedos deformadas por el agua caliente.

—Soy y a la vez no soy—no solo doy una respuesta algo confusa sino que le sumo un desafío: —¿Quieres comprobarlo? Pero no te enojes cuando el santo que tienes por novio te termine por infidelidad— junte mi frente con la suya, contrayendo mi mentón y ahorrándome así el que nuestros labios se encontraran en algún punto (extraña forma de pensar) una protección para él.

Aunque es curioso, como a pesar de tratar de evitar de alguna forma el que lleguemos a besarnos, mi mano sigue sujeta a su cintura, atribuiré entonces este “efecto” al blanco.

Ese idiota estaba loco por este chico, y aunque su mente fuera hogar de dos personalidades, el cuerpo seguía siendo el mismo, uno que se había acostumbrado (y esto lo he deducido por lógica) así que no es de locos pensar que, el gusto y confort que siente su tacto, (ahora bajo mi control) se hubiese amotinado en mi contra, negándose a moverse de su lugar, sin duda un pequeño error que podría costarme caro. Y es que sí, lo confieso, poco a poco estos instintos salvajes comienzan a dominarme y desean más de lo que obviamente se puede dar.

Trato de relajarme entonces, ocultando tan bien como lo sé, demostrar algún sentimiento, esto me ha servido bastante en el pasado y ahora era vital para no “caer” por lo que hago un último movimiento, uno diminuto: —entonces..¿Te arriesgas o no?— no puede evitar acompañar estas palabras con una sonrisa de medio lado, mirándole con osadía, desde mi perspectiva tan cercana a su rostro.

Juntó mi frente con la suya y eso sinceramente me hizo pensar que estaba evadiéndome, de cierto modo. Mas su contraponiente era la mano que se ubicaba en mi cintura y no me dejaba ir. Sí. Le encantaba confundirme y no era pregunta, ahora podía asegurarlo sin tapujos.

Tomé un poco de aire, para poder entonar a la perfección, sonando calmado (y mientiendo sobre éste hecho, sólo por precaución). -No es que me arriesgue o no... -mi mano derecha se movió como poseída por algo, a donde estaba su cuello- Tampoco es que quiera ser infiel o algo parecido. -observé sus ojos, el color de ellos, su nariz, hasta donde se me permitía, los labios; continué-: Es que yo no veo a otra persona aquí que no sea mi novio. Que no sea la persona que yo amo. -entonces, así como era yo de cínico y de provocador, ataqué con mi zurda, redigirida a su hombro y lo empujé un tanto hacia atrás, ubicándome más "encima"; no detuve mi discurso-: Dime, ¿acaso estoy equivocado al amarte? ¿Al amar a Mikado Dubois? -mas que una pregunta, sonó a reclamo.

Dejé de hacer esa diferencia, para mi ya no la había.

Éste "personaje" suyo, también le pertenecía, y estaba seguro, que muy en el fondo también él podía controlarlo o hacerse de él. Además sus palabras me lo confirmaban, aún si sonaban a mentira, o si eran mentiras con tono de verdad, me dijo "que me amaba".

Mi incertidumbre, o acaso mi poca profundidad en el tema emergieron, dejándome en soledad, y a merced de tal sentimiento como es el amor. -Sinceramente si vas a lastimarme, si vas a ofenderte... no me importa. Eres mío. Quieras o no. Eres mío. -la sonrisa llena de cinismo característica en mí se pronunció en mis labios, pues éste era un hecho que no podía cambiar. Y aun si se oponía, no me importaba. Su cuerpo tenía marcas invisibles, que me reconocían como su dueño.

En mi interior estaba atónito ante sus palabras, como era posible que este ser, esta criatura, no solo se atreviera a decirme todas esas cosas, sino que también toma cartas en el asunto; pues segundos antes, como fondo para su audaz dialogo, ahora estaba sobre mí, mas todavía.

Sin duda si no hacia algo, sino le limitaba, se saldría con la suya. Ahora, evaluando la situación, parecía ¿desesperado? Es cierto que no lo conocía mucho como para dar un juicio certero, pero realmente, el hacer todo esto, cortar el juego así, evitar sondearnos un poco más, conocernos e inclusive darme pistas de sus debilidades (a las que de seguro llegaría de tener más tiempo) todo detenido.

Después de tener este pensamiento sobre su conducta, me percato de que mi mano, parece “pegada” a su piel, pues por mas que le ordeno que se mueva, la muy traidora sigue sin responderme, inclusive le mire con algo de preocupación, aunque no se confundan, no es que me moleste, o por lo menos no este hecho en especifico, es solo que sentía que estaba débil ante él y no quería que eso pasara. Algunas gotas de sudor caen por mi sien, sin duda me siento deliciosamente acorralado, y como lo único que tengo a mi favor sin parecer atrevido al “tocarle” o “empujarle” (cosa que podría malinterpretar en ambos casos) es mi humilde labia.

Así pues, preparado, mis labios se mueven para disparar directo y seguro: — Pesas — sin comentarios.

Su rostro... no, sus ojos, me marcaron la preocupación que sentía. O eso me dió a entender. Lo conocía bien, al menos sus reacciones me las sabía al derecho y al revés. No podía engañarme con eso. No a mí. -No me importa. -Respondí después de unos segundos, haciendo cierto tipo de énfasis en mis palabras, en los rasgos y gesticulaciones de mi rostro. Era cierto que mi peso en ésta situación pasaba a ser una "decoración" en la "obra interpretada". Sin importancia ni relevancia.

-Tú, Mikado Dubois, eres mío. -acaté, en un tono nítido, perfectamente perceptible. Decidido, atrevido y con sentimiento de un gran conquistador me dí a la tarea de extinguir la distancia entre él y yo. Por ahora, sólo física.

Su cuerpo debía de recordarme, sí, eso podía funcionar. La memoria física sería un punto a mi favor y tal vez, uno en su contra (todo puede suceder). Sus labios se vieron envueltos con los míos, así mismo, me preocupé por humectarlos con mi saliva, y por darles un trato (uno bueno) con ligeros movimientos, prácticamente, de succión.

Le quería. Quería que recordase todo. Deseaba que también me amase. Soy egoísta. Pero mi único deseo siempre gira en torno a él, a Mikado.

Debí de haberlo sospechado, cuando ya tenía por seguro que su reacción sería la de alejarse de mí, recordé que el hombre sobre mí, no era cualquiera. Debía aplaudirle sin duda (y lo hice, aunque el sonido se escucho solo dentro de mi mente) pues sus actos eran sobre manera audaces, he de decir que me cautivo, sus palabras, como repetía que “Mikado Dubois” era suyo, inclusive mi corazón se agilizo…es maravilloso el pertenecer a alguien.

Este pensamiento rodeo mi mente un par de veces, inclusive estaba dispuesto a darme por vencido y ceder a sus palabras, a sus movimientos, a sus besos, a ese beso que atrae mis labios rítmicamente, siendo atendidos, humectados, deseados; y aún así, me separo de ellos, con dificultad…lo admito...

Y es que; aún me creo capaz de mantener el “barco” a flote, sin importarme que en ello se me catalogue de sabandija, cucaracha o cualquier otra alimaña que desfile en el apartado de su vocabulario, por supuesto estoy omitiendo (por salud mental) ofensas de otro tipo en donde mis progenitores son centro de atención (aunque tampoco es que me importe mucho)

Lo miro fijamente, usando mi mano libre, la que aún controlo, y dirigiéndola hacia mi boca, en donde uso solo mi pulgar para limpiar “su sabor” de mi labio inferior, lo hago lentamente, deformando la curva y cuando termino, fricciono la yema de mi dedo contra el índice flexionado, deshaciendo su contenido, después me expreso en tono algo soberbio: — Entonces tu eres mío, todo mío — hice énfasis en esta última frase, siendo acompañado por mi mano, aquella que reposa sobre su piel y que comienza a bajar mientras las palabras brotan de mi boca:— Tus brazos… — le mire justo allí, fijándome intensamente en ese punto, tanto que se podría decir que parecía atravesarle la piel, la carne, marcándole en los huesos — Tu cuello…— Mis ojos se ensañaron entonces, con esta otra parte de su cuerpo tan apetitosa, la tensada dermis, su clavícula, el hoyuelo que abrigaba restos de agua, que por su peso resbalan dejando un camino pecaminoso a su paso, a la par que mi mano se deslizaba por su anatomía, acariciando sus glúteos — Así qué... me darás, lo que se guarda… —mi índice parecía una brújula buscando su “norte” y cuando lo encuentra siguiendo el mapa de su cuerpo, se apropia de su entrad; la acaricio suavemente, haciendo movimientos circulares sobre el borde corrugado, solo para hacerle notar cual era mi intención:—Aquí.— introduje la punta sin previo aviso, tal vez porque quería ver su reacción a mi atrevido movimiento.

Siendo completamente sinceros pensé que iba a corresponderme el beso. Pero tal vez ésta era la primera de mis suposiciones mal hechas. Demos un conteo ¿quieren?

Primero, se "limpia" con el pulgar, borra aquel rastro de mi sabor de sus labios, y sí, carajo, me dolió. Me dolió como su hubiese recibido un golpe directo al rostro, adornándole los nudillos con un boxer.

Segundo, me habla en ese tono soberbio, totalmente nuevo para mí. Y aunque dice que también soy suyo, cosa que hace que mi pecho se infle, se ensanche, se sienta querido y amado. Pero ahhh... la realidad pareciera ser otra. Ese tono no expresa el amor, o mejor dicho, el cariño que dice tenerme. No. Expresan otra cosa.

Expresan sus Malas Intenciones.

Y su mirada, penetrándome y haciendo que mi cuerpo duela, y que mi mente sufra por la confusión, por el cansancio, por no entender ni un carajo de lo que está diciéndome. Sus expresiones no me ayudan siquiera a descifrar la "intención" que llevan. No.

Sus caricias, a mi cuerpo, aunque se sienten familiares y maravillosas, no me tranquilizan, sino todo lo contrario. Perturban mis ideas, y me cierran la garganta, como si tuviese algún tipo de efecto noscivo para mi salud. Así que... también te he otrogado el poder de destruirme, con tan sólo unas palabras ¿no es así? Tal vez es mi culpa. Probablemente debí detenerte cuando introdujiste ese dedo, esa punta, en mi entrada. Pero supuse, cariño mío, supuse erroneámente que jamás podrías jugar conmigo.

Éste fue mi tercer error. Y lo peor no era eso. No podía escapar, no podía decirte que no. No pude detenerte aunque por dentro estuviera doliéndome como no tienes idea. Pero resistiría. Sí. Ya antes lo había dicho, que sólo me entregaría a tí, al 100%.

Mi boca se entreabrió por la sorpresa, por el dolor mental, porque no podía respirar tan bien como lo pensé. Entonces, y como pude, articulé-: ¿Es eso realmente lo que deseas?

— Sí, es lo que realmente deseo — por lo menor quería tener “eso” su cuerpo, ya que obviamente para el “otro” huésped de esta casa, ha destinado todo lo demás.
Que alimaña soy, no me interesa valerme de lo que sea para conseguir mis propósitos, pero sin duda el culpable es este chico por fijarse en ese otro y no en mi, si, es su culpa, y aún sabiendo que mi comportamiento es infantil, es doloroso, que nuestro primer encuentro tenga este destino.

Soy el malo del cuento, y voy a jugar mi papel hasta el final, el propósito de mi existencia era proteger a un debilucho que era agredido constantemente cuando niño y el lugar donde vivía era un campo minado, sin mí, posiblemente ese niño no existiría, merezco algo ¿no? Pero lo que quiero no puedo tenerlo, supongo que; si lo ves desde ese punto de vista querido lector, sentirás lastima por mí, soy una personalidad rezagada en un cuerpo, no tengo identidad, mi rostro es prestado, al igual que el estuche que lo lleva y me estoy valiendo de esto para “llegarle” porque sé que no se negaría a algo que Mikado Dubois le pidiera.

— Entonces ¿vas a dármelo? — regreso al borde corrugado, sintiéndolo con la yema de mi índice. Imaginando que es algo más, deseando que fuera algo más.

En mi mente estaba armándole un discurso completo con motivo de rechazo a la idea. Porque era atrevido. Porque me dolía que tuviera que hacer todo eso para conseguir algo de forma tan vil. Pero... yo lo amaba. Amaba todo lo que llevaba el nombre de Mikado Dubois. Fuese doloroso, humillante, denigrante o incluso que atentase contra mi vida, yo haría todo por él. Porque ésta es la forma en que amo.

Simplemente no quiero volver a perder a la persona que amo. Así que no te atrevas a juzgarme, lector.

-Voy a darte todo, absolutamente todo lo que me pidas... -me erguí un poco, para poder verlo a los ojos, de frente, utilizando un tono un poco serio que muy pocas veces he utilizado con él- Siempre y cuando me des un buen argumento... me digas tus motivos y puras verdades, del porqué quieres ésto. Aquí. Ahora. -subí la mano, la diestra, que se ubicaba antes en su hombro, hasta su rostro y acaricié un poco su mejilla con mi pulgar y demás dedos, tranquilizándolo, dándole mi confianza al ser escuchado. -No deberá costarte trabajo decirme la verdad, si es que tú verdaderamente deseas poseerme. -finalicé mi única condición.

Así que esperé. No. Esperaré a que me digas tus verdades. Sea lo que sea lo aceptaré. Porque te amo demasiado... tanto... que los que tú sientes como tus defectos, para mi son invisibles. Para mi llegas casi a la perfección. Eres fascinante a mis ojos, lo creas o no.

¿Qué estaba diciendo? quería argumentos, motivos y verdades.

— Qué no te dije al principio lo que sentía por ti o acaso mis palabras tienen tan poco valor como para ser recordadas. — me queje, posiblemente él necesitaba que repitiera lo que había dicho minutos atrás para confirmar mis sentimientos. Posiblemente pensaba que era un charlatán, y sí, soy el que lleva la "batuta" de malo y aunque fingir y engañar con frases edulcoradas era algo que se me daba bien, no lo haría con este sujeto, vale demasiado para recurrir a esas tretas.

Suspire pesadamente mientras giraba mi rostro en dirección al paisaje, al vapor que cubría gran parte del escenario, sin opacarlo, dándole tal vez un toque de misterio o...estoy divagando.

Hable como tratando de cortar con los sonidos que se producían desde el fondo de mi garganta. Las hondas de calor que me, que nos rodeaban, inclusive se puede decir que era algo "fresco" por decirlo de alguna manera: — Te amo... — lleve mis ojos a los suyos — Te amo... — lo repetí por tercera vez ya, fijando mi mirada en sus orbes — Te amo... — finalice, sin hacer mas contacto sobre su cuerpo que mis ojos engarzados en los suyos.

Mentira.

Tenía que ser una mentira.

Era la misma voz que mi Mikado, pero no era "él" en cuestión.

¿Por qué? ¿Por qué las primeras veces que me decía "te amo" (en post) tenía que ser con ese tono frío, seco? No era el mío. No. La "persona" que se hallaba dentro de él, no era él. ¿No me entienden? Bueno... yo tampoco sé muy bien lo que digo pero en serio... ¡él no era él!

-Mentiroso. -declaré. -Ese no es un motivo, no llega ni siquiera a ser una razón. -emití en tono molesto, absurdamente molesto. Sin embargo, mi tono y mi sentimiento cambió a uno diferente, a uno que emitía mi dolor, mi pesadez-: Simplemente tú... -erguí mi cuerpo, mi espalda, y me hice hacia atrás, me costaba trabajo soportarlo, era como un peso extra sobre mis hombros que no podía desvanecer por más que quisiera -...no puedes... -dí unos pasos hacia atrás, alejándome de él, como si su presencia y su mirada me quemara y me torturara, pues dolía, dolía el pecho, la piel, mi mente, todo... -no puedes amarme. -repetí, finalizando mis palabras.


"Débil... Deja de ser débil... Deja de mostrarle esa faceta tuya o terminará lastimándote hasta que no puedas soportarlo" me decía una voz, en mi mente, pero me rehusé a hacerle caso. Tal vez era mi orgullo hablando y diciendome qué hacer. Pero no. Ésta vez lo ignoraría.

Joder, necesito darme un respiro.

No hice nada, nada, cuando se movió apartándose de mi cuerpo, alejándose de a poco. No voy a decir que esto no me dolió, por supuesto que duele, duele condenadamente.

Al final se alejo diciendo palabras que según el eran verdad ¿Cómo sabe lo que siento o lo que no? Sonreí para mi, como única respuesta a lo que había dicho, pero herido como estaba, giro mi rostro y cierro mis ojos, mirando al cielo, acomodándome sobe el borde de la terma, dejando reposar mi cabeza sobre esta.

En mi nueva posición, lanzo unas palabras que destilan veneno mortal, pero no me importaba lastimarlo, después de todo, él no tuvo la misma “amabilidad” conmigo: — Qué esperas para irte niño, si sigues aquí, voy a terminar violándote, ve a tu cuarto y enciérrate o no respondo— Nah, sencillamente no podía lastimarlo, por mucho que deseara he terminado siendo amable.

Espere a que se fuera para relajarme, para descansar de su presencia, que me hacia tanto daño, me habían rechazado y aunque no lo demostrara, estaba herido de muerte.

Me hice hacia atrás, hasta que topé con la orilla de la terma, entonces miré hacia ambos lados, buscando algún tipo de salida. Como dije, necesitaba un respiro. Pero sus palabras... de nuevo me trajeron a la cruda y terrible realidad.

"¿Por qué dices esas palabras? Si tú fuiste quien me lastimó primero, mintiéndome de esa forma." pensé. "Esos 'te amo' no eran tu verdadera razón." confirmé en mi mente.

Abrí mi boca, iba a dejar que mis pensamientos dieran flote pero decidí que probablemente no sería lo mejor. Como dijo, él estaba dispuesto a "violarme" y sinceramente yo lo creía capaz. Ahora estaba más convencido. Éste tipo no me amaba. -...Tu cuerpo no va a aguantar mucho tiempo... -dije en un tono bajo, casi imperceptible. Entonces me dí la media vuelta y me impulsé con los brazos para salir de ésta apenas en un movimiento. Agaché la cabeza un poco, me sentía impotente de no poder hacer algo para cambiar la situación. Apreté los puños e incluso clavé mis uñas en las palmas, produciéndome dolor a propósito. Finalicé mi "consejo" con un-: te recomiendo también salgas de la terma.

Todo estaba mal. El agua caliente escurriendo por mi cuerpo no me importó. Tampoco el "resentimiento" de mi piel por el aire frío, el cambio de temperatura, me importó. Me encaminé a la salida dando pasos seguros, no temiendo el caerme o lastimarme al traspaso de los pasillos, si temía, estaba jodido, podría caerme y lastimarme severamente.

Así pues.. volví a la habitación donde se guardaban nuestras ropas y tomé unan par de toallas limpias. Envolví mi cintura con una, y con la otra sequé el resto de mi cuerpo, para evitar accidentes. Sin embargo, mi mente estaba en otro lado. -¡Maldita sea! -exclamé desesperado, furioso, impotente, enojado. Tenía que liberar todo lo que sentía dentro, y bueno, digamos que mi "víctima" fue ese mismo estante que guardaba la ropa, tanto limpia como la usada. Arremetí un golpe lleno de fuerza contra este inmobiliario y lo que obtuve como respuesta fue el "crack" de la madera rompiéndose y tirando todo lo que resguardaba. Lo dejé sin uso. Pero no estaba satisfecho. No.

-¡¡¡Maldita sea!!! -grité ésta vez, mi pecho se inflaba de aire y lo arrojaba con fuerza. Mi corazón latía tan rápido que podía escucharlos y sentirlos en el cerebro. Recordándome qué estúpido había sido.

Miré a mi alrededor, las paredes no aguantarían un golpe. ¿Las habitaciones? Nah, tampoco, después de todo el lugar estaba adornado como algo con estilo japonés. Sólo me quedaba un lugar: el suelo. -¡Tú! ¡¡Lo siento!! -miré al suelo, me arrodillé y preparé mis puños- ¡¡Muerete!! -Yo sabía que el suelo no tenía la culpa, pero era el único lugar donde podría descargar todo lo que tenía dentro.

Uno. Dos. Tres. Cuatro... No supe guantos golpes le dí al suelo que se empezó a teñir de mi sangre. Mis nudillos estaban raspados por la fuerza que aplicaba en cada uno. Pero yo no podía detenerme. Estaba entrenado para no emitir queja ante el dolor así que si no venía alguien y me detenía yo...

Que galante, ahora se preocupa cuando no tuvo ni el más mínimo tacto para destrozarme con su duda y sus palabras minutos atrás. Le mire de soslayo, fríamente, ignorando su consejo ¿Qué le importaba si terminaba hervido en el agua? ¿Si perdía el conocimiento y me ahogaba? No, para este sujeto no soy nada ni nadie. Me creerían si les dijera que en cuanto salió de la terma, en cuanto las hondas golpeaban mi cuerpo anunciando su ausencia, yo sonreí.

Sí, sonreí, sonreí en el exterior, quería permanecer orgulloso, aunque fuera una mentira, aunque mi tacto estuviera temblando, si, era lo mejor, sonreír.
Mas la careta no parecía querer durar mucho y poco a poco empezaba a caer, por lo que me zambullo de lleno en el agua caliente, tratando de limpiar mi dolor de forma simbólica; me relajo en el interior, escuchando el zumbido del aire en mi cuerpo, ese que es contenido por el agua y que me proporciona ese peculiar sonido, cierro mis ojos y me dejo llevar o eso creía porque de alguna forma que no entiendo me parece escuchar al chico ¡qué demonios!

Reacciono y me levanto de inmediato, el bullicio de su voz, sus gritos desesperados maldiciendo, el romper de las cosas y después algunos golpes secos.

Me giro en su dirección y justo cuando estoy por salir para "airarme" de toda la contaminación que produce el chico con su gritaría y pataletas, doy un paso en falso y resbalo, estrellando mi cabeza contra el borde de la terma…todo se torna oscuro.
Un segundo, me levanto del agua como si fuera una isla emergiendo, escurriendo liquido a través del cabello, cubriéndome los ojos; un caminillo color rojo que se deshace en cuanto avanza corre por mi sien, me giro rápidamente, salgo del agua con paso firme, evitando cometer el mismo error y camino sin importarme estar desnudo, camino hasta llegar al pasillo, cruzándolo para quedar frente a la puerta de su habitación, no espero, estoy molesto, este chiquillo que se cree, refunfuño a la par que corro la puerta de un solo movimiento, entro a paso apresurado, me inclino a su lado y lo tomo de la muñeca, deteniendo el próximo golpe.

Fúrico, estoy fúrico, y como tal hablo ronco y alto:— ¡¿QUÉ DEMONIOS PIENSAS QUE ESTAS HACIENDO?!—

¿Por qué de entre todas las personas tenías que detenerme tú? ¿Por qué? ¿Qué acaso no te das cuenta que tú...?

-¡¡Suéltame!! -le respondí en ese tono lleno de enojo, de impotencia, de desesperación y aunque no lo crean, dolor. Me hallaba "controlado" por la fuerza de su mano que impedía seguir con mi "liberación". Sinceramente eso sólo me hacía enojar más. Bien, si quería que lo golpeara eso haría. "Te mandaré al hospital, Mikado" pensé.

Voltée a verlo, y para mi impresión y gusto (he de admitir), un hilito de sangre manchaba parte de su rostro. Mi primera suposición: se pegó al salir de la terma. Ya decía yo, éste lugar era peligroso hasta cierto punto. Pero bueno, el caso no era ese sino el hecho de que en mi rostro se formaba una risa, cínica, de malvado si quieren llamarle -!Si no me sueltas ahora te juro que no sólo brotará sangre de esa parte! -advertí.

¿En qué momento ésto se había convertido en una situación para pelear? Sí... sólo yo tenía la culpa. Él no. Y pese a estar consciente del hecho, lo único que quería era partirle la cara.

Lo siento. Si creías que era un hombre que llora porque lo han rechazado e incluso "corrido", estás muy equivocado.

(Antes de que comiences a leer por favor dale play al reproductor ^^ también leelo, lento ya que la canción es algo larga XD)


Tantas veces trate de ocultarlo, él (mi sensei) me había dicho que debía mantener oculto a mi otro yo, por ser nocivo, toxico, y recuerdo habérselo prometido, prometí esconderlo celosamente, para que nadie supiera, para que nadie sufriera, para que nadie se viera afectado. Fue un idiota, era lógico que alguien como Reiji terminara odiándome, no podía esperar más que eso…su odio. Entonces por qué yo sigo tratando de…

No pude contenerme.

Lleve su mano hacia atrás, obligando a su cuerpo a caer, sentándome sobe la parte baja de su estomago, con mis piernas flexionadas a lado y lado de su cuerpo, sujete su otra mano de la muñeca, igual de firme que la anterior y me encorve. Lo vi fijamente, aun cuando algo de sangre se había derramado por sobre mi parpado siguiendo un camino obstaculizado por mi mis pestañas, pero encontrando mejor vía para caer por la gravedad, lo lamento, algo de plasma cayó sobre su rostro.

Un voz tenue, casi apagada salía de mis labios: — Está bien — una sonrisa parecía acompañar mis palabras, una débil sonrisa que se esforzaba por no desaparecer ante cada sonido que se producía: — Está bien si quieres golpearme, si es lo que necesitas para dejar de sentir dolor, golpéame Reiji — lo merecía, merecía ser golpeado, merecía ser maltratado después de a verlo lastimado como lo hice, así que está bien, aún si se escucha patético, o deplorable, si es él quien me golpea, está bien.

[Casi lloro con esa canción, god. ^^ Pero de ser así entonces tmb escucha ésta mientras leas el post.]

Ahora, más que nunca en mi tiempo vivido al lado de Mikado, me sentía títere. Una vil marioneta siendo controlada por sus deseos.

Mi pecho simplemente subía y bajaba por lo agitado. De mis nudillos brotaban unas cuantas cotas de sangre, estaban raspados, lastimados, pero igual yo no sentía dolor físico. No. El dolor era mental.

Dejé de poner resistencia y de forcejear tratando de safarme cuando algo de su sangre cayó en mi rostro, y éste líquido, terminó rodeándome la mejilla, haciendo un caminillo color rojo vivo. Ví sus ojos, y su rostro, deformados por una sonrisa que me mostraba también su dolor. ¿Por qué? ¿Por qué estamos sufriendo de ésta forma, mi amor? ...desearía no ser tan irracional.

-¡No! -repliqué al instante de que me hizo la invitación. Aunque su oferta era un poco tentadora, de nada me servía golpearlo. Como dije, yo tuve la culpa en todo aspecto. Yo le dije que quería ver su otro "yo". Yo me acerqué a "ese" Mikado por mi propia cuenta. Yo le besé. Yo le pedí sus motivos. Yo le rechacé. Todo. Todo era mi culpa.

Tragué saliva y pareció que hubiese tragado un puñado de vidrios, la voz no me salió como quise pero igual emití un-: No voy a golpearte... -giré mi rostro hacia la derecha para ver todo el inmobiliario roto y dejar de ver así su rostro, intentando "calmarme", dejar de pensar en cosas que realmente podrían terminarlo con todo; absolutamente todo. Apreté mi mandíbula y dí un par de tragos más de saliva, a la vez que respiraba profundo y dejaba salir el aire. Simplemente tendría que tranquilizarme. Era mi obligación.

No supe porqué pero simplemente había una vocecilla "conocida" dentro de mi cabeza que decía algo parecido a: "No cometas el mismo error, Reiji. -se reía, como diciéndome que nada sucedía porque-: Tú le amas ¿no? Entonces, tranquilízate, Rei-chan~".

Y así de pronto dejé de escucharle. Pero estaba seguro de quién era. Sí. Sólo había alguien con esa tonalidad de voz, con esa risita y sólo una chica me llamó de esa forma, en los tiempos en que yo...

Regresé mi vista al frente y unas gotas de ese líquido salado amenazaron por salir, pero igual las contuve, porque era hombre, porque no iba a mostrarle esta cara de un chico débil a la persona que más amo. Igual me entoné, con esa voz entrecortada, que anunciaba y delataba mi dolor por el recuerdo y por el presente-: Dísculpame, Mikado... lo siento... -tragué saliva, para ver si ese "nudo" lograba deshacerse. Repetí-: De verdad lo siento.

Pegue mi pecho con el suyo, moví mis manos un poco, y solté sus muñecas, las deje libres para que hiciera lo que quisiera, lo que le provocara, mi rostro quedo al lado suyo, donde nuestras miradas no se encontraran, mis piernas terminaron estiradas, mi cuerpo aún se encontraba sobre él.

En el fondo, con mi rostro de frente a la superficie sintiendo el olor fuerte de la madera pulida con mi olfato, y cerrando mis ojos para tratar de olvidar; lo que daría por hacerlo olvidar, por quitarle este mal sabor de boca...

Hable cuasi aletargado: — Perdóname tú a mí— mis manos buscaron las suyas aun si no obtenían respuesta, aún si mis dedos no conseguían que los suyos se flexionaran para corresponder entrelazándose, realmente estaba frustrado, enojado conmigo mismo, había lastimado a quien más amo, no había podido protegerlo de quien sabia era punto débil "yo" ¿qué clase de novio soy? ¿Qué clase de amante soy? me doy asco.

Permanecí unos minutos más sobre su cuerpo, tratando de llevarme algo de su esencia invisible, de su calor inexistente, era lo único que tenía por el momento.

El tiempo no fue amable, nunca lo es, paso tan rápido, que, mi cuerpo solo, entendió que por el momento era mejor que le dejara descansar, no sé por qué tome la decisión, solo sentí que para Reiji era mejor no verme, tal vez así, conseguiría esfumar ese dolor, ese que no había sacado golpeándome, por ello me valí de una excusa patética, pero viable, me senté a su lado, sin dar importancia a que estuviera desnudo, eso era lo de menos, termine por levantarme, mi cabello, cubría la herida que tenía, a la que reste importancia, di un par de pasos, y hable para él, aclarando mi garganta: — Será mejor que descanses, voy a preparar algo de comer, no hemos comido desde que llegamos y debes tener hambre, también voy a darme un duchazo y a vestirme, regreso con el botiquín para atender tu mano, está bien…así que duerme un poco, la comida tarda un poco y cuando regrese para vendarte prometo no hacer ruido— nunca, nunca había dicho tanto en una oración, si es que esto lo era, me limite a abrir la puerta y salir por en medio del marco, sin duda esto era lo mejor.

Sus manos se encontraron con las mías pero yo, sinceramente, no tuve el valor de corresponderle.

Aguanté 30 segundos exactamente la respiración. Y después de éste tiempo me dije a mi mismo "ya... déjate de tonterías y abrazalo, él también está sufriendo, maldito egoísta". Sin embargo, tampoco tuve el valor de lograr efectivo éste abrazo. Permanecí inmóvil, mirando el techo y sintiendo su cuerpo sobre el mío.

Maldita sea. ¿Cómo es que todo lo que vivimos en éste lugar, pudo arruinarse tan rápido, tan fácil?

Y así como lo predije, el tiempo pasó rápido. Mi respiración ya era un tanto normal. Tal vez pasaron minutos para que ésto sucediera. Así que no percibí muy bien el hecho de que de pronto se hubiese sentado a mi lado, para después levantarse y decirme lo que, tal vez, yo terminaría ignorando.

Su cuerpo desnudo llamó mi atención cuando caminó a la salida, dejándome solo, completamente solo.

Levanté mi diestra y la puse justo al frente de mi vista. Primero revisé la palma de mi mano y ésta parecía intacta, así que después de todo eran sólo mis nudillos los que estaban raspados, y mi mano empezaría a hincharse al cabo de un rato. Sonreí amargamente, de verdad era un idiota.

...Dos lágrimas, una de cada lado, empezó su camino al salir de mis ojos y continuó marcandome la piel con su salinidad. Con la diestra las limpié todo rastro de ellas, después de 30 segundos, de nuevo. Pero... hubo algo inusual. Cuando miré mi diestra, en un acto de reflejo, ví algo de sangre. Pero no era mía. Era la de Mikado.

Me senté un momento, canalizándolo todo. Pensando en si debía vestirme y marcharme de allí o si debía ir a por él y ayudarle.

Como verán, me decidí por la más obvia.

Me levanté del lugar donde estaba, y dí unos cuantos pasos y por fin salí de ese lugar. Inhalé aire, ya más tranquilo, y lo dejé soltar en un hilillo. Así pues, comencé mi búsqueda por un par de toallas limpias, para Mikado. Y también algo de ropa (de esa que se utiliza después de bañarse en la terma [>_< no sé como se llame]), tanto para él como para mí.

Y después de resultar victorioso en mi búsqueda, tomé todo aquello entre mis brazos y a paso firme, pues de no ser así yo también saldría lastimado, me encaminé a otro cuarto, y a otro, y a otro. Buscándole, llamándole-: ¿Mikado? ¿Dónde estás? ¿...Mikado? -repetía una y otra vez, y así lo haría hasta encontrarle.

Seguí caminando casi moviéndome por inercia, paso tras paso, girando por el pasillo, llegando al baño para darme un rápido duchazo, no había mentido en ello, no había mentido en lo de ducharme, solo llegue a ese lugar, localicé la regadera, me acerque lentamente, di vuelta a la llave y deje caer el agua, que recorriera mi cuerpo, que me limpiara de alguna forma simbólica.

En medio del baño, cerré mi mano formando un puño, uno que concentraba mi frustración y mi ira, fue solo una fracción de segundo, solo eso era necesario. Estrelle mis nudillos con fuerza contra la baldosa de la ducha, cuarteándola y rasgando por el impacto la piel que recubría mis huesos. Mi brazo seguía presionando, tensando los músculos, reafirmando el golpe, hasta que se dio cuenta de que era un caso perdido, porque no reparaba nada, no solucionaba nada.

Cerré la llave con mi mano sana, resignado; era suficiente, más que suficiente, me dirigí entonces a mi habitación, para buscar algo con que cubrirme, busque una toalla entre mi equipaje, ese que abrí para sacar lo necesario, rechazando el usar el yukata que ofrecía el onsen, me seque y después comencé a vestirme rápida y desordenadamente.

Una camisa negra de manga corta y tela fresca con el estampado de una mujer en tono gris degradado fue mi elección y lo que estaba de primero al abrir la maleta, un bóxer mitad negro, mitad blanco y unos vaqueros color hielo, después busque el botiquín, dando con la pequeña maletita blanca, dentro del típico closet japonés habilitado en mi habitación.

La abrí, percatándome que contenía lo necesario, gazas vendajes, antiséptico, sí, todo estaba en orden, así que muy lentamente camine hasta donde Reiji se encontraba. Camine tratando de hacer el menor ruido posible, evitando que el peso de mi cuerpo me delatara, dispuesto a atenderle, a curarle, pero mi cuerpo sencillamente no se movía, estuve parada frente a la puerta corrediza de su habitación por un par de minutos, hasta que me decidí, a dejar el botiquín al lado de su puerta, arriesgándome a que no lo viera, pero eso era mejor, por ahora.

Camine de nuevo lentamente, pero a pasos largos, dirigiéndome a la puerta de entrada de la casa, tome mis zapatos que se encontraban en el recibidor, me los puse y salí de allí, salí introduciendo mis manos en los bolsillos del pantalón, recordando en este acto que tenia lastimada una mano y asociando mi herida con la de mi cabeza, pero me daba igual, caminaba sin rumbo alguno, a donde mis pies me llevaran, necesitaba pensar, necesitaba recuperar lo que había perdido y no sabía cómo.

Mi búsqueda por todo el lugar no obtuvo un resultado favorable.

"Seguramente decidió marcharse.." pensé. Bien. Lo entendía, yo también había considerado esa posibilidad después de todo así que no estaba enfadado, si no mas bien un poco cansado. Tal vez era por el calor de la terma, o el hecho de que hubiera destruido una habitación y su inmobiliario. Quién sabe. No estaba tan seguro del porqué me sentía cansado.

Así pues, regresé a paso lento hacia donde estaba mi habitación, en donde ahora recordaba su cara llena de agitación, de excitación. Apenas hacía una hora o quizá un par de horas en que habíamos estado, de cierta forma, juntos. Y que habíamos visto nuestros cuerpos desnudos unirse, vincularse. Ambos tuvimos un orgasmo y fue cuando yo le dije que lo amaba...

Demonios.

Frente a la habitación se supone era mía, había en el pie de la puerta corrediza una cajita. Un botiquín. -...Cumpliste tu promesa. -murmuré. Me agaché y la recogí con la mano que tenía libre (o sease la zurda). Corrí la pierta con ayuda de mi pie y me adentré a la habitación. Dejé caer la ropa que nos era ofrecida por el establecimiento. No quería dormir con algo estorbándome.

-Sólo lo haré porque te tomaste el tiempo de buscarlo para mí. -me senté encima del futón, trayendo conmigo el botiquín. Resentí lo húmedo de la toalla mojada pero no me importó tanto. Abrí la cajita y busqué rápido un algodón para limpiarme los nudillos y desinfectarles con un líquido que venía como spry. Era anestecia así que eso aminoraría el "dolor" que se supone yo debía sentir. -...Espero que también hayas tratado tus heridas. -volví a murmurar para mi mismo. Aún estaba preocupado pero si él se había marchado ¿qué podía yo hacer? Yo no conocía el lugar y estaba cansado, no tenía ya fuerzas para irme. Eso lo haría en la mañana después de haber descansado.

-Listo. -dije después de que aseguré con un par de cinta médica una gasa doblada que sólo cubría mis nudillos "heridos". Cerré el botiquín y lo dejé al lado del futón. Deshice el nudo de la toalla de mi cintura y la retiré por completo, volviendo a quedar desnudo. -...espero que estés bien, Mikado. -murmuré ya dentro del futón, ese donde antes habíamos estado juntos.

Tal vez pasaron unos 5 minutos.

No pude aguantarlo más y me rendí ante los brazos de Morfeo.[i]

Llegue a un lugar donde la maleza se levantaba tal alta como mi canilla, tal vez para cualquier otro eso era un impedimento pero en mi caso, estaba tan concentrado y a la vez tal alejado de este mundo que no me produjo ninguna molestia, inclusive mis pasos lentos eran un buen método para adentrarme en el lugar. No sé cuanto camine, ni en que dirección, solo estaba siendo impulsado por una fuerza invisible que radicaba en mi inconsciente.

Termine por detenerme, pero no porque lo deseara sino porque un tronco me detuvo el paso, permanecía acostado pudriéndose con la maleza devorándole, con la corteza cayéndosele, abandonado. Lamentable.
No sé porque lo hice, solo sé que di un pequeño brinco sobre el y me senté como si se tratara de una silla, flexione mis piernas acomodándome sobre su redonda forma y utilizando mis manos como apoyo para mi columna, mientras dejaba que mi cuello fuera hacia atrás, en una postura de relajación.

Respire profundamente, tanto como mis pulmones me lo permitían, recordando y torturándome por lo que había sucedido entre Reiji y yo. Sabía que había cometido un error, pero lo que no sabía era como enmendarlo, ¿qué podía hacer? Esta pregunta me inundaba el pensamiento, y me taladraba por una respuesta como si la condenada, tuviera vida propia.

Termine cediendo después de reflexionar, reconociendo que no tenía una respuesta, que no sabía que paso dar que…era un desastre. Las manos que antes me servían de apoyo ahora amables rodearon mi cabeza y la sujetaron con fuerza, mi columna se encorvo y mis pies se recogieron, mis manos se entrelazaron por encima de mi cabeza y esta termino apoyada en mis rodillas, estaba teniendo una crisis silenciosa.

Entonces, sentí una cálida mano sobre mis cabellos, una que me transmitía calma una calma inundada de nostalgia, por lo que levante mi rostro rápidamente y busque al dueño exclamando un: — Reij…— mis ojos se abrieron como platos si es que la descripción da la talla para reflejar mi asombro ante tal aparición, una que me sonríe, y que pasa su mano de mis cabellos a mi mejilla acariciándola dulcemente, me habla con voz gruesa y profunda una que reconocí inmediatamente y ni que las sombras de la noche me limitaron para verle
“Buenas noches Dubois, cuánto tiempo sin verte” me sonrió sin retirar su mano, como si de alguna forma me estuviera comprobando su presencia, en donde yo trato de salir del shock que me produce y contesto tambaleando: — Sen…sensei— algo, algo estaba realmente mal.

No me pregunten cuánto tiempo pasó porque no lo sé.

Simplemente estaba al tanto de que ya estaba dormido, y estaba teniendo un sueño... bueno, más que sueño, parecía pesadilla. Otra de mis tantas pesadillas.

No la detallaré porque no creo que sea tan necesario, por lo que sólo les describiré un poco de lo que "ví" entre sueños.


Por fin uno de mis más grandes miedos se cumplía. Yo me encontraba corriendo por las calles de la ciudad. Había un par de tipos siguiéndome, gritando una y otra vez que me matarían para dar fin a su venganza. Lo extraño es que yo no podía confrontarlos porque ya no traía ningún arma, ni siquiera una daga para cortarlos o al menos imposibilitarios. Nada. Así que mi única forma de sobrevivir sería huir. Patético. Pero era cierto... Me encontraba huyendo de un par de tipos.

Corría y corría pero no podía quitarmelos de atrás. O al menos hasta que entré a un callejón y pude pasar desapercibido. Dí un suspiro aliviado. Pero oh, sorpresa mía, de pronto escuchaba el sonido característico de unos pasos sobre la baldosa, acercándose a mí. No me moví, permanecí quieto para no hacer ruido y perderme entre las formas de las sombras hechas por los edificios juntos.

Error mío. Esta persona me reconoció así yo no hubiese hecho ruido o movimiento alguno. Pero joder, que eso no fue lo más sorprendente. Lo que me dejó boquiabierto fue el hecho de que me llamaba, de esa forma tan especial. -Mi amor... ha llegado la hora de tu muerte. -no, no podía ser. -¿Mikado...? -de nuevo otro error, el sonido de un arma se escuchó estrepitosamente y lo último que yo pude "sentir" fue el brotar de un montón de sangre desde una herida en mi pecho. Dirán que estoy loco, pero joder, estaba seguro que era él. Su sonrisa, el color de sus ojos ambarinos... todo... era él. Él me había disparado y yo....


Desperté. Mi pecho estaba agitado e incluso mi cuerpo estaba cubierto por perladas gotas de sudor. La parte del futón que se supone debía cubrirme ahora estaba por otro lado. Estaba descubierto y sudando a más no poder. -¿Qué demonios fue eso? -llevé mi mano a mi rostro, cubriéndome. Haciéndome a la idea de que simplemente había sido otra pesadilla más. Tragué saliva porque podría apreciar que mi garganta se encontraba un tanto seca.

-Algo... no anda bien. -murmuré para mí en el momento en que me senté sobre el futón, haciendo mi cabello hacia atrás con la mano, y limpiandome el sudor con la otra. -Ésto... no puede estar bien. Tengo que salir a buscarlo. -¿El cansancio? La pesadilla lo eliminó de mi cuerpo. Así pues, me dí a la tarea de buscar mis ropas, que se encontraban en la maleta, en la esquina de la habitación. Me vestí rápidamente con unos boxers, unos jeans y una sudadera que me abrigara del aire de afuera (la camisa no era importante).

A paso seguro me dirigí hasta la entrada del establecimiento y busqué mi calzado para después ponermelo y salir de allí, de nuevo, en su búsqueda.- Joder, esto no me gusta. -caminé por un sendero cualquiera, volviendo a recurrir a la tan simple tarea de llamarlo por su nombre- ¿Mikado? ¡Responde! ¿Dónde estás, Mikado? -gritaba al aire y la única respuesta que obtenía era una que otra brisa, y uno que otro movimiento de algún arbusto producto de lo anterior.

Maldita sea. ¿Dónde podría estar? ¿Qué hora era? Joder, ni siquiera había visto el reloj. ¿Cuánto tiempo estuvo afuera? ¿Por qué no salí a buscarlo antes? ¿Estaría lastimado o tirado por allí? ...después de todo tenía una herida en la cabeza. ¡¡¡Maldita sea!!! Me maldigo por ser un imbécil que no pudo soportarlo más y lo abandonó, como el bastardo que lo dejó solo y herido.

Esbocé una sonrisa desdeñosa: — ¡Mh! Supongo que viniendo de ti, esto es algo que no debe sorprenderme— sujete su mano, aquella que me acariciaba para detener su contacto pero el sensei me gana y no solo se pega a mi mejilla sino que también la toma con fuerza y la pellizca y ¿saben por qué lo hizo? “así ¿qué me confundiste con ese tal Reiji, no?”

Yo trato de liberarme, pero se aferra mas como si de una piza se tratara, así que recurro a las palabras: — ¡¡Error mío, error mío!! — grito para que deje de darme su tan tradicional “aquí estoy”

Pasan unos minutos de tortura y me libera, no sin antes darme una palmada en la cabeza, como lo hacía cuando era pequeño, sonreí sin que pudiera verme, pues el golpe dejo mi cabeza gacha y es que la melancolía de mis días a su lado me invadió por unos instantes fugaces.

Levanto la cabeza y le veo a pesar de contar solamente con la luz de la luna que parece estar dispuesta a cubrirse con un banco de nubes de extensión horizontal. Que vista, el sensei se mantenía tan regio como siempre, con esa presencia tan fuerte que logro impresionarme, a pesar de ser algo escandaloso a la hora de vestir, en él no desentonaba.

Saca un cigarro y lo enciende, iluminando su rostro por el anaranjado de la flama, ocultando sus ojos en el prominente sombrero que siempre forma parte de su atuendo, yo estoy sin palabras, atendiendo a cada uno de sus movimientos, como fanático. Termina por dejar el cigarro, consumiéndose solo a un lado, siendo sostenido por sus dedos con gracia, exhala algo de humo y me habla sin mirarme, observando el horizonte a su lado derecho “conseguí lo que querías”

Mis pensamientos se disipan, atrapados por la claridad, mi postura cambia y mis pies tocan tierra de nuevo: — Pensé que me estabas espiando, pero parece que hiciste tu tarea — que como me contesta, me da un porrazo: “no te trates de hacer el genial conmigo…Dubois-chan”

No sé como lo hace pero siempre salgo perdiendo si él es mi contrincante, me sobo tratando de fingir que no me dolió, aunque se me ha escapado una lagrimilla y es que; sigue teniendo la mano tan pesada como siempre. Me incorporo, tratando de recuperar mi postura antes mancha (por el porrazo) pero como siempre se me adelanta y frente a mi rostro, un sobre de manila se encuentra extendido: “aquí lo tienes, léelo.” puntualiza con esa voz fría suya.

Abro el sobre y leo, lo que se me permite, pues la luz me traiciona y las nubes se entrometen entre mi lámpara natural, así que muy amable el sensei dándose cuenta de mi falta de visión, hace algo impredecible (como siempre) Escucho un golpeteo lento que se acerca poco a poco hasta nuestra posición, después reconozco que es un ¿helicóptero? Me sorprendo mas, deduciendo que uso esta forma para llegar, cuando somos alumbrados por una luz intensa que proviene de por encima de nuestras cabezas, levanto la vista y la luz deslumbrante me hace cubrir mis ojos con mi mano libre, una ola de aire se levanta y eleva todo cuanto puede, de nuevo estoy sin palabras, afortunadamente el bullicio de las aspas me hace fondo, pero mi sensei no se detiene allí y fuertemente imponiéndose ante el sonido, ante el viento me lanza un: “ahora no tienes excusa”

Tardé unos cuantos minutos en darme cuenta de que mi búsqueda era en vano. No tenía nada como respuesta. Cero.

De cierta forma me sentí como desconectado de la realidad, pues me hallaba en algo así como un bosque, utilizando mi voz a forma de gritos para hallar a quien era mi pareja. ¿Qué acaso no eso era de mal augurio?

Además ¿cuánto tiempo había pasado? ¿qué maldita hora era? ...Miré al cielo, intentando descrifrar lo que nadie podía contestarme pero fue en vano. El montón de nubes oscurecían hasta la tenue luz de la luna. Me hallaba en total oscuridad, únicamente valiéndome de mis sentidos y mi instinto asesino para no ser atacado por algún animal, o mejor dicho, un bastardo.

De pronto escuché el sonido de un motor y rápidamente lo busco con la mirada pues viene de arriba, del cielo. Y no. No es un avión sino mas bien un helicóptero el que está zumbando entre las nubes.

-Definitivamente algo no anda bien. -corrí a todo lo que mis piernas y mis pies me permitieron, en la misma dirección que el helicóptero tomaba. Tal vez no era el momento de desviarme pero algo me decía que quizá mis sospechas no estaban tan mal; éstas eran con respecto a Mikado. ¿Se habría accidentado? ¿Había pedido ayuda?

¡Joder! ¿Por qué lo dejé sólo?

El transporte se "detuvo"; se mantenía justo en una dirección, apuntando
con su luz a un lugar en específico así que me dirigí allí. Me abrí paso entre los arbustos, la maleza, uno que otro árbol y una que otra rama rasguñándome la ropa y lastimándome el rostro, marcándolo con pequeños rasguños que desaparecerían en un par de días.

Cuál sería mi sorpresa al ver que su "objetivo", es decir, a quien su intensa luz apuntaba, era a un par de personas. Una conocida y familiar a mis ojos... y a otra, completamente extraña, incluso un tanto siniestra.

No lo pensé dos veces. Aproveché el sonido que el motor producía y rompí un par de ramas de un árbol caido, asegurándome que tuvieran una punta, o al menos, "algo para poder lastimar" en dado caso que tuviera que defender a Mikado. Las guardé por debajo de la sudadera, justo me rozaban la espalda. Así que obligué a mi cuerpo calmarse, a no lucir agitado por la corrida que había dado. Y ya cuando creí que estaba "normal" me les acerqué sin decir palabra, simplemente observándolos, cuestionándoles con la mirada.

"¿Quién es él? ¿Qué haces aquí? ¿...qué te está dando? ¿qué contiene ese maldito sobre? ...Sácame de la duda antes de que me haga mis propias conclusiones."