Disfrutaré de tu compañía hasta el Anochecer [Priv. Mikado]

Después de salir del estacionamiento, apenas con un movimiento me puse el cinturón de seguridad, copiándole. Entre calle y calle me dí a la tarea de encender el estéreo del auto, pero la música se encontraba a un nivel muy bajo. De hecho ni siquiera estaba prestándole mucha atención.

Mi mirada estaba enfocada en el camino. Pero también estaba al pendiente de mi tan hermoso y fascinante acompañante que aunque me lo ocultara yo estaba al tanto de que seguía adormilado. Me pregunto si su nuevo trabajo era de noche...

Bueno, sea como fuere, me prometió estar junto a mí en éste día ¿no es así? Además, de quedarse dormido yo aprovecharía para cargarlo entre mis brazos, cuan princesa, y lo llevaría hasta nuestra habitación. Lo depositaría con cuidado entre las sábanas de la cama y antes de dejarle descansar murmuraría contra su oído un "Te amo" seguido de un beso en su frente.

Oh, pero qué cosas estoy pensando. Atención Reiji. No puedes distraerte cuando vas manejando.

-Oye amor, ahora que recuerdo... -intenté llamar su atención de alguna forma. Mis manos movían el volante y la palanca de velocidades mientras que mis pies aceleraban o frenaban según fuera requerido; continué-: Jamás habíamos comido juntos. ¿No crees que es algo raro? -le miré por el rabillo de los ojos. Era un hecho. Quizá esta sería nuestra segunda cita... y ya vivíamos juntos.

Sí, estaba tratando de mantenerme despierto, era molesto el saber que había sacrificado nuestro momento juntos por tomar una ducha que a la larga no había servido de nada, mi cuerpo agotado reclamaba por descanso y me estaba pasando factura, pero no, no, no y no, no pensaba dejar pasar esta oportunidad y aunque fuera mi terquedad lo único que me mantenía en pie, la seguiría utilizando.

Así pues, lanza un comentario que de cierta forma me ayuda a dejar de ver el paisaje que puede generar más adormilamiento, le agradecí en silencio con una sonrisa, gracias Reiji, gracias por despertarme, y más de esa forma, por lo que le regreso el detalle contestando como mejor sé: — Bueno, estamos saliendo hace poco, aunque si me lo preguntas sí que te he visto comer de mi carne y degustar mi saliva, yo por mi parte también he comido contigo y de ti… ¿o acaso no lo recuerdas? — le mire de reojo cuando ya estaba dando continuación a mis palabras: — ¡Aaa! Debería estar comiendo eso justo ahora… — me queje de cierta forma, haciéndole entender que, realmente lo deseaba, pero que el muy idiota había preferido comer comida “normal” cuando a mi me satisface su piel y todo lo que contiene su cuerpo cuando de desborda de placer, pero no éramos de mi, de quien hablábamos, por lo que…termine con un: — Idiota. — fin de la intervención.

Le escuché atento, prestandole gran parte de mi atención; no digo toda porque de ser así estaríamos estampados por allí en medio de la carretera y no, no. -Oh, de hecho me gusta mucho tu sabor... -le repliqué. Era cierto. Del modo en que expuso esos hechos, bueno, digamos que no podía negar nada. Me encantaba el hecho de poder besar sus labios, o sus hombros, ¡qué digo! Tenía el privilegio de tener sus dedos entre los míos. Era feliz. Sumamente feliz cuando estaba a su lado.

-Sí, ya sé. Me disculpo por eso, pero ¿sabes? Creo que dejaré lo mejor para en la noche. -su tan característica y familiar forma de llamarme "idiota" no me caló por supuesto, es más, yo lo veía de cierta forma como un cariño. Un código entre ambos.

¡Ah! De pronto sentí esos deseos de tener su cuerpo encima de mí, acariciándome, acariciándolo, susurrándole palabras de amor, y verdades que preferiría ocultar para el público, y que sólo él tenía el valor suficiente para escuchar. Sí. Así es nuestra relación. Y sinceramente no deseo otra ni remotamente. Quiero que él sea mi todo. Y yo también ser su todo. Soy egoísta.


En fin... decidí meter el pie a fondo del acelerador, metiéndome a la autopista y poder mostrarle un poco de lo que mi bebé podía hacer y alcanzar. El motor rugía como una melodía hermosa cuando aceleraba, parecía tener un ritmo armonioso. Las llantas emitían una muy tenue melodía cuando pasabamos un kilómetro en menos de 30 segundos. Sí. La velocidad la mantenía a 180km/hr, por lo que... cualquier movimiento en falso, aún estando en la autopista, nos destrozaría. Pero ¿saben? Es un riesgo que pienso correr. No quiero hacerle esperar más tiempo.


RI: ._. eso de "salir hace poco" es, relativamente, una mentira. ¬¬ Bastardo, llevamos 7 meses ;w;~

Fruncí el seño ante su confesión de gusto con respecto a mi sabor, ¿por qué si tanto le gustaba, porque no estaba probándolo en este momento? ha sí, era mejor en la noche, según él. Termine por resignarme, mientras reposaba el codo de mi brazo en el borde de la puerta del auto, con el viento golpeando mi rostro pero que los lentes que llevaba evitaban que me molestara a la hora de ver, así que; observe el paisaje y pensé en que, era afortunado.
Sí, inclusive una sonrisa diminuta se dibujo en mi rostro y el tener los lentes divididos en dos colores me permitía mirarle sin contenerme, aprovechándome para contemplarlo, sí, soy condenadamente afortunado.

De haber sabido que cuando creciera me iba a encontrar con alguien como él, que tendría a mi lado a una persona como él, que creceríamos juntos y tomaríamos decisiones importantes juntos, que despertaría a su lado y que le susurraría y escucharía de sus labios, palabras dulces, y que ahora vamos a comer juntos, y solo está comenzando el día, estando en esta fecha tan importante gozando de su compañía; hubiera puesto todo mi empreño en mejorar, en no lastimarme a mí mismo, en no corroer mi mente y protegerme, aunque el camino que tomase otrora me condujo a su lado, y a pesar de nuestras diferencias, siento que de alguna forma nuestras almas han terminado de moldearse la una a la otra para encajar maravillosamente.

Una basurilla en el ojo, infiltrado por una de las esquinas del lado izquierdo me regresa al momento actual. Demuestro mi molestia agachando mi cabeza y retirando mis lentes solo a centímetros de mi rostro, mientras froto con mi índice unido al dedo medio, el parpado del ojo afectado, la punzada del cuerpo extraño es irritante, hasta el punto que me hace lagrimacer, en modo de defensa natural para que el "cuerpo" sea retirado junto con el liquido, así que por el momento, sentía que había salido de escena, hasta que se recuperara y pudiera volver al "ataque"

Mikado interno: técnicamente en post llevamos poco de salir, bicho, recuerda que el tiempo es más lento, no como en chat que es normal, un ejemplo es que en post estamos en diciembre del 2011.

-¿Qué sucede, amor? ¿Estás tan feliz que derramaste una lágrima de felicidad? ...eso es algo bueno. Te envidio. -le comenté, cuando, gracias a nuestra visibilidad de adulto humano, me permitió percatarme de que frotaba sus dedos contra uno de sus ojos.

No me preocupé por ello. De hecho, como podrán darse cuenta alardeé del hecho. Me gustaría pensar que mis palabras tenían razón y que él y yo estabamos de cierto modo, sincronizados. Me gustaría pensar y saber que incluso el viajar juntos en el auto es de suma gracia, pues ambos disfrutamos la compañía del otro.

Pero, como tantas veces se ha dicho en éste mundo, tal vez la realidad sea muy dura, y por tanto, muy díficil de escuchar. Por lo que preferí hacerme de oídos sordos si escuchaba algo como "Mentira, fue una simple basura". No sé. Simplemente, estaba feliz.


Gracias a mi bebé rojo llegamos pronto a las calles transitadas por los demás autos y las banquetas llenas de transeuntes, dirigiéndose de allí para allá, a paso apresurado. Sí. Había tanta gente en éste día ¿por qué? Pues porque era un día antes de "Noche Buena".

Bajé la velocidad, recorriendo las calles hasta llegar al restaurante, no sin antes haber visto el espectáculo de gente: comprando regalos, comprando comida, donando dinero a los hombres que honoraban con sus bellos trajes al hombre más bondadoso de la fecha (Santa Claus), incluso, un montón de niños diciendo algo como "papi, papi, mira, ¡ese es el juguete que le pedí a Santa!" y por supuesto los padres poniendo cara de si podían o no comprar el susodicho regalo.

Ah, la Navidad. Oh, el Consumismo.

Como sea.

Una vez ubicados frente al Restaurante de la Ciudad, dejé el auto en "neutro" y entre tanto el valletparking se me acercó, por supuesto, éste chico de baja estatura, ojos grandes y cabello corto y negro, ya sabe dónde y cómo tiene que hacer su trabajo para con mi auto. Antes de bajar de mi hermoso bebé apagué el estéreo y le dediqué una mirada llena de cariño a mi acompañante, a mi amante. -¿Vamos? -una pregunta innecesaria por supuesto. Retiré el cinturón de seguridad con un movimiento de muñeca, abrí la puerta del auto y me dispuse a salir, para después entregarle las llaves a éste pequeño y guiñarle el ojo, con ésto, dándole a entender que le encargaba a mi bebé y que si le pasaba algo, por mínimo que fuese, estaría muerto.

Así pues, me adelanté un poco, me aproximé hasta su lugar y abrí la puerta, invitándole a salir, e incluso extendiendo mi mano para que la tomase y pudiesemos entrar al Restaurante juntos. Éste lugar era el único donde me hacían favores a montón, y donde, sinceramente, estaba seguro por lo que deseaba que conocieran de nuestra relación. Estoy orgulloso de pertenecerle a Mikado. Así tal cual. -Por favor, acompáñeme, amor mío. -pedí amablemente.

— Qué comes que adivinas, mi cielo, eso es justo lo que me sucedió. — lo mire desafiante, hablando con sutil sarcasmo, aunque era por demás obvio.

Cambie mi lugar deslizándome por la silla de piel negra, estirando mi brazo en dirección suya, y levantando mi índice siendo llevado por el calor inexistente de su cuello, que palidecía en la zona oculta por la tela, acaricie con la punta de mi índice su piel, tal suavemente, tal delicadamente que podría compararle con el viento que nos atacaba por la velocidad, inclusive creo que lo confundió, por lo que me guarde esa caricia para mí.

Regrese mi mano a donde estaba en primer lugar, junto con mi mirada, me absorte en el paisaje, el rojo y verde predominante por fiestas, las parejas en compras de último minuto, cosa que yo ya había solucionado, sonreí cuando recordé que ya tenía todo preparado y que me había costado mucho conseguirlo, pero que valía la pena, valía la pena darle ese regalo y valió la pena todo lo que pase por conseguirlo, aunque tampoco fue mala, la nueva experiencia.

Suspire cuando casi llegábamos, dando la vuelta en una esquina, después de pasar el semáforo de una calle muy concurrida, el cuerpo me seguía pesando, y la comodidad del asiento estaba repercutiendo en un estado de letargo de cada musculo de mí ser.
Me auto regañe, dándome soporte con palabras de resistencia, “aguanta un poco más” me decía en una voz que resonaba por las paredes inhóspitas de mi mente, en la ultratumba de un sonido vástago que hacía eco.

Nos detuvimos o eso me pareció.

Gire mi rostro, y vi el lugar, era un restaurante con una fachada preciosa tipo modernista, adornado con luces referente a la fiesta, pero de forma sutil, entramos con todo y coche hasta el vale parking en donde Reiji intercambio miradas con el encargado, después se desabrocha el cinturón y me invita a seguirlo, así que presiono el botón para zafar el seguro del cinturón de seguridad, enfocándome en esta acción, cuando soy sorprendido por el sonido del abrir de la puerta al lado mío, mis ojos se maximizaron cuando lo vi a él extendiéndome su mano, comprendí entonces que: — Vaya, vaya ¿eso no es un tanto femenino…?— termine por retirar la correa, si alejar mi mirada de la suya, sonriendo a mitad del camino, pero soy contraatacado por sus palabras, esas que me hacen suspirar: — ...supongo que no tengo opción, mi guardia baja no resiste tu “amor mío” — tome su mano y Salí del coche, siguiéndole o donde fuera que él quisiera llevarme.

-Entonces no dejaré de llamarte así. -reí muy pero muy bajito, casi imperceptible, me gustaba la idea de sólo referirme, exclusivamente, a él de tal forma.

Pero bueno, a lo que vamos señores.

Entrelacé mis dedos fríos con los suyos que permanecían siempre calientitos. Noté pues, que éstos eran un poco más delgados y más largos que los míos. "Así que hasta para eso..." pensé.

Caminé a su lado, pero también guiándole, hasta la entrada del Restaurante que tenía esa fachada tan bonita y que por supuesto ahora no tenía las luces prendidas como acostumbraría en la noche, no, estaba ligeramente adornada con el consumismo, digo "la Navidad". Me sonreí. Hasta éste lugar estaba contagiado por tales cosas.

En fin, subimos los 7 pequeños escaloncitos que se requerían escalar hasta llegar con el host, que por supuesto siempre lucía tan adorable, tan amable, tan galán a pesar de sus ya 40 y tantos años. Él volteó a verme y yo le sonreí amablemente, dándole un vistazo a Mikado, y después a nuestras manos unidas. -Buenos días, Calvin. -hice una pequeña pausa, ya que estiré mi mano derecha para que el dueño y host del establecimiento la estrechara. Sí. Éramos un par de conocidos, casi amigos. -Hoy vengo a desayunar con mi novio. -ladeé mi cabeza, como señalando a Mikado para después regresarla a su lugar- ¿Crees que tengas una mesa disponible, alejada de las miradas pretenciosas? -presioné ligeramente la mano de mi acompañante, haciendo una "marca de presencia".

Él tan hermoso y amable que era, hizo un mohín, invitándonos a pasar mientras respondía-: ¡Reiji! Qué sorpresa que vengas acompañado. -se limitó a hacer algún tipo de comentario. El tipo era reservado para su edad y por supuesto tenía la mente demasiado abierta; no quisiera revelar nada aún querido lector pero, tal vez el ha vivido muchos años más que todos nosotros. -Mira, justo ahora sólo tenemos apenas un par de mesas ocupadas por lo que no hay "miradas acusadoras". -me confesó. -Tal vez sea que todos andan muy ocupados con las compras... -una cierta incertidumbre capturó los gestos de su rostro. Quizá estaba preocupado por la poca venta. Quién sabe.

-Entonces tomaremos la mesa que más nos guste ¿te parece, Cal? -el señor, conocido mío, asintió alegremente. Me dí cuenta de que observaba a Mikado de forma discreta, como si estuviera analizándolo y eso me preocupó un tanto. ¿Qué cosa tenía mi amante que yo no podía ver pero Calvin sí? -¡Ah! Por supuesto, estás como en tu casa, Reiji. Y disfruten su estancia. Hoy tenemos un desayuno espectácular. -el hombre sonrió tanto que las arrugas en su rostro marcaron aún más su edad. Pero para mí fue maravilloso. Otra persona verdaderamente fascinante si me lo preguntan a mí.

-Vamos, amor. -Me alejé del hombre junto a Mikado, aún teniendo sus dedos entrelazados con los míos; con nuestro calzaro resonando por el pasillo que yo conocía tan bien. Tal vez fueron unos 5 metros que nos alejaban de la entrada, pero que nos redirigían a donde estaba el centro y lo más hermoso de todo el restaurante. Alumbrado con una luz muy tenue y color amarillezco mezclado con algo de blanco. Bueno, qué se yo de colores.

Llegamos allí, a donde habían exactamente 15 mesas colocadas estrategicamente para formar algo así como la constelación de Escorpio. Yo guié, continuamente, a Mikado a sentarnos en la que simularía "la panza" del animal en cuestión de astros. Abrí la silla, mostrándome caballeroso, pues me encantaba consentirlo, aún si él lo viese como molestia, para mí era un deleite; le revelé el secreto-: Ésta es la panza de Escorpio. -le sonreí de medio lado, esperando que se quedase con más duda que nada. Al fin y al cabo ésto parecía ser algo divertido ¿no?

Estaba sorprendido, El bicho se desenvolvía perfectamente, los nombres de los meseros, el trato, sin duda era un cliente regular.

Yo por mi parte fui presentado en “sociedad” como el novio de Azuma Reiji ¿podía haber felicidad mayor? Por supuesto que no, por lo que no es de extrañar que una sonrisa amplia decoraba mi cara siendo espejo de mis sentimientos.
En un momento presiono mi mano, y yo le correspondí de igual forma, era magnifico estar en un lugar donde podíamos tener este tipo de contactos sin preocuparnos del que dirán, por lo que ahora el restaurante, contaba con todo mi apoyo, el bicho había atinado en su elección.

Entonces nos dirigen a las mezas, el encargado y le daré este nombre, dice que tomemos la que deseemos, el bicho me lleva, haciendo gala de su conocimiento, hacia donde podemos sentarnos y degustar de un buen plato, de nuevo usa esas palabrillas que me dan en lo más profundo: “ vamos amor” que bonito le suena.

Cofcofcof siguiendo con el momento… hemos terminado en un grupo de mezas en donde él hace referencia a la “panza de Escorpio” me quede un momento en blanco, tratando de entenderle, después analice la posición de las “tablas”

No había reparado nunca en lo creativos que resultaban algunos restaurantes ¿por qué díganme si no es creativo el ubicar las mesas en puntos estelares refiriendo una constelación? Alucine.
Reí para mi entonces, regalándole algunas palabras: —Vaya, vaya, no niego que es un lugar interesante, sin embargo me sigue pareciendo mejor la cama, así que…— me senté con soberbia en la silla que amablemente aparto para mí y continúe con mi regalo: — veamos. —

De mis labios no se apartó esa sonrisa de medio lado. Me sentía alegre de que el lugar le gustara, ya que para mí era totalmente encantador; y ahora más ya que no había sino un par de personas además de nosotros.

Pese a ésta alegría recorriéndome, él menciona que prefiere la cama a lo que yo respondo calmadamente mientras me siento al frente suyo-: Ah, dices eso porque tú eres Superman... y yo no he probado comida desde ayer en la mañana. -me sinceré. Por eso había declinado la invitación de quedarme en la cama; no soportaría mucho tiempo sin comer. Pese al entrenamiento, tenía que hacer, obligatoriamente, una comida al día.

-Ya no seas gruñón y dime, ¿te gustaría un Expreso? -por supuesto me refería al café. Dí un ligero suspiro, tal vez un montón de cafeina le quitarían el estado somnoliento. -¿O tal vez te gustaría desayunar algo que te haga crecer grrrrandototote y fuerrrrtototote? -y que no me demanden por hacer alución al tigre pedófilo que promociona a las Zucaritas.

Reí, sí. Reí por mi estúpida broma.

...Sólo quería captar su atención de cualquier forma, pues de éste modo, el lugar era más fascinante que yo.

Cruce mis piernas y sin querer (queriendo) he estirado la que permanecía arriba, dando un puntazo a lo primero que se encontraba en frente de esta, que por mera casualidad (donde las hay) resulto ser su canilla...Créanme y en esto soy totalmente sincero (mentira) sentí aflicción en mi pecho por provocarle tal malestar corporal que por supuesto es mínimo ante su referencia de superman. ¡Ups! allí me han pillado...pero díganme si no se lo merecía el muy...

Así que después de un instante infantil, (hay que reconocerlo) recupere la compostura y no solo eso, le exprese mi curiosidad: — ¡Ara! ¿Acaso estás haciendo dieta? — di una mirada a lo que se me permitió y puedo decir con beneplácito que mis orbes se paseaban encantadas por su cuerpo cubierto (para mi desgracia) agregué entonces un: — a mi me parece que estas bien, aunque pienso hacerte un chequeo mas... — me relamí los labios, pasándolos suavemente desde la comisura, hasta el borde, en donde rodee con mi lengua y después proseguí con mis palabras: —...profundo — termine por desviar la mirada de su ser.

Me tome unos segundos entonces para contestar a sus preguntas, por supuesto ignorando el encantador "gruñón" ¡ah que maravilla! tiene razón, no tengo por qué estar molesto ¿verdad?

Muy bien, acomodo mi codo sobre el filo de la mesa, siendo detenido por el mantel que me impide un resbalón (accidente) y estiro mi mano en dirección a mi rostro, tocando con las puntas de mis dedos (el índice y el centro) el maxilar inferior: — El expreso me parece bien...— a lo otro que dijo no pude evitar: — Sabes que ya soy grrrrandototote y fuerrrrtototote — lo dije con doble sentido, por supuesto: — Aunque ya ves, he sido rechazado, así que quiero saber cuál es mi competencia — bromee, realmente no me apetecía nada que no fuera envolver mi cuerpo en una frazada mientras era abrazado por el idiota bicho que prefiere sus necesidades básicas...válgame dios.

¿Qué, en el infierno, fue eso? ¿un punta pie? No estaba seguro de qué había sucedido sin embargo podía sentir un ápice de ¿dolor? Nah... tal vez eran como cosquillas.

Bueno, que sea lo que el destino quiera que sea.

Ya que mantenía mi vista en él, pude darme cuenta (tuve boleto de primera fila) del movimiento que hizo con su lengua. Lo encontré increíblemente sexy. Así que éstas son tus tácticas... de cierto modo me arrepiento de haber venido aquí en lugar de quedarnos en casa, pero es en serio, no he comido y no podría aguantarlo.

-¡Já! En ese caso, tendrás que concederme el beneficio de la duda ya que, si mal no recuerdo, estábamos sin ninguna luz que nos pudiera iluminar. -sí, no pude evitar recordar un par de acontecimientos que se llevaron a cabo en las montañas.- Y tu competencia resulta ser uno de los desayunos más exquisitos de toda la ciudad. Creeme. No es broma. -aunque por supuesto nada se le comparaba a la unión que posteriormente mantendríamos; era esa unión la que deseaba con todo mi ser, pero que a la vez, tendía a declinar por el primo del miedo (yo no tengo miedo).

Pude percatarme de una nueva presencia que se acercaba a paso seguro hacia nosotros a lo que comenté inmediatamente-: De hecho... parece que tenemos compañía. -me recargué de lleno sobre el respaldo del asiento, acomodándome y quedando satisfecho por ello. Como mencioné previamente, un chico engalanado y encantadoramente risueño se acercó a nosotros a pedirnos la orden.

Éste chico siempre me sonreía como si tuviésemos algún tipo de parentesco (cosa que no teníamos), como si fuésemos un par de conocidos de hacía mucho tiempo. Era fascinante. Su sonrisa de dientes blancos y totalmente derechos eran su mejor encanto. Pero no debería detenerme allí, no. Su curiosidad era aún más fascinante, pues era ocultada tras esa sonrisa de niño astuto.

Hizo una pequeña reverencia para después entregarnos la carta a cada uno; he de confesar que me dí cuenta de algo: se le quedó viendo fijo a Mikado, como si de nuevo estuvieran observándolo más allá de lo que yo podía ver. ¿Qué tenía de extraño mi amante? ¿...qué era lo que yo no podía...? -Pueden ordenar lo que gusten. Por cierto, es un gusto verle de nuevo, Azuma-sama. -esa risita suya... ¿cómo explicarlo? ...fue algo...extraña.

Tomé la carta del menú que me era ofrecida y le dí un vistazo a los desayunos. Elegí el "especial" pero antes de que diera conocimiento de mi elección escuché de nuevo su voz-: Por supuesto, deberá disculpar mi atrevimiento pero, ¿quién es el jóven que lo acompaña? -preguntó con esa curiosidad de la que a mi parecer, no podía deshacerse.

No hice otra cosa más que reír por lo bajo. ¿Ese era todo el lío? Si bien ya lo había presentado con Calvin, era hora de hacerlo con los demás (aunque no sean de importancia).- Bueno pues él es mi pareja. -hice un mohín, como si estuviera presentando un gran premio.- Así que deberás tratarlo mejor que a mí... -una pequeña pausa, si yo obtenía su excelente trato, mis deseos era que Mikado obtuviese uno aún más espectácular.- Ah.. y... yo quiero probar el especial de hoy. -dí un vistazo al chico (no recuerdo su nombre por alguna razón) y sus labios temblaban pero jamás me imaginé el por qué de éste gesto. Ignoré el hecho.

— Desde cuando mi creatividad necesita de "luz" — lo mire sagazmente, mientras sonreía desdeñoso: — ...ella (mi creatividad) ha sabido llenar muuuuuy bien los espacios de tu cuerpo, así que no tengo problema con ello. — entonces se refirió a mi competencia, como la maravilla del mundo culinario de la ciudad (palabras más, palabras menos, adornitos de mas...etc.) Tsk! realmente es idiota con "I" mayúscula.

Estaba listo a darle una réplica directa y sin anestesia sobre lo que pensaba cuando mi idea es censurada y si hoy estoy de exagerado.

El mesero se acerca con la carta y un trato por demás de servicio-cliente, y es que aún el "sama" sigue sin cuajarme, pero no se equivoquen, son cosas mías con los tratos en Japón.
Regresando al punto, el sujeto que viste con un chaleco negro y camisa de manga larga con corbatín, parecía más que interesado en mí.

Así que Reiji, tan amable como siempre me presenta con el chico, como su pareja y yo me quede sin palabras.

Tampoco se equivoquen en esto, sencillamente me tomo desprevenido, será porque a pesar de que era la segunda vez en el día y en este lugar que me presentaba como tal, yo seguía sin creerme que podía tenerlo a él a mi lado, realmente soy demasiado afortunado.
Aunque sea un bicho que prefiere la comida a la cama, además como no se le ocurrió, que yo le preparara algo de comer y se lo llevara a donde descansábamos. Suspire pensando en las cientos de posibilidades disponibles y el poco cerebro para estos menesteres de mi acompañante.

Le dice al mesero que me trate mejor de lo que lo hace con él y esto me parece todo un lujo, por lo que le doy otro puntapié por supuesto con todo mi amor, ósea que se lo he dado más duro en la canilla.

Por supuesto esto fue después de que hiciera el pedido y el chico tomara el mío: — Un expreso y una aspirina y un vaso con agua por favor. — esto para el dolor de cabeza, no quería que este tipo de cosas me abstuvieran de compartir con él a mi lado.

Realmente me extrañó el hecho de que el idiota me "pegara" por segunda vez. Por supuesto no emití muestra de dolor porque no lo hubo como tal. Sólo me dejó pensando en si presentarlo como mi pareja lo avergonzaba. Sin embargo, mis razones eran meramente ciertas. Tenía la fortuna de conocer a varias personas en ese lugar no sólo por mi consumo constante sino porque había tenido varios encuentros con personas que habían resultado ser mis clientes. Además, este era uno de esos pocos lugares donde podía desenvolverme a gusto, sin recriminaciones o bien, sin temor a estar siendo observado por un tipo que no conoce otra cosa mas que la venganza.

En fin, confiaba en que Mikado entendería después. Y de no ser así, yo se lo aclararía ya estando a solas.

El chico escuchó la orden de mi amante (y aquí quiero hacer una aclaración: no sólo digo "amante" porque tengamos encuentros amorosos, sino porque pareja suena muy seco), hizo una pequeña reverencia y partió hacia la cocina, lejos de nosotros, donde preparaban los más exquisitos platillos de la ciudad a un precio moderado. Me alegré ligeramente de que hiciera caso de mi recomendación para que no estuviera somnoliento. Alargué una mano, esperando alcanzar la suya, pues necesitaba estar en contacto con él; mi voz fue lo que se escuchó, sí, esa que le cambiaba el tema-: ¿Te gustaría ir a pasear después de ésto? -agaché un poco el rostro, viendo como mi mano todavía seguía en la búsqueda de la suya- ¿O quieres regresar al departamento? -deseaba asegurarme de su respuesta, aunque estaba seguro que escogería la segunda opción, igual no perdía nada con intentar tener una cita decente en ese día.

Mi deseo era que conocieramos, ambos, la ciudad y sus rincones. Tal vez ir a la plaza y comprar cosas para hacer más cómodo nuestro departamento, o bien, ir a dirvertirnos por allí al centro comercial... tal vez ver una película o visitar las tiendas de ropa, o lo que sea que los jovenes normales visitan cuando van a ese tipo de lugares. Sí. Acertaron. Quería tener una cita normal, ya que en mis 17 años, casi 18, apenas pude tener dos citas, donde en la primera fue una completa farsa, pues era parte de mi trabajo... y en la segunda, donde una chica (Cal) nos interrumpió.

Sin embargo, ésto Mikado jamás lo sabría, y mucho menos yo se lo confesaría.

Te golpeo porque se lo que piensas tarado y con esto desvelo el secreto de porque mi amor “apache”

Ahora, aclarando, (cosa que me he dedicado a hacer últimamente ¿tan difícil soy de comprender?) no me avergüenza el ser presentado como su novio, de hecho, me encanta que en este lugar podamos expresar nuestro amor a gusto, sin tener que limitarnos con pequeñas (y digo pequeñas porque me guardo las grandes para la privacidad) muestras que en otros casos afectarían al público presente. Pero y bendito sean los “pero” ya me ha llamado 2 veces mentalmente idiota y si le sumamos el hecho que aun no me pasa el desagrado de la mañana, pues anda va otro golpe en su canilla cortesía de esta dolencia.

Así que después de haberle propinado otro puntazo (merecido por supuesto) observo con el mesero parte a entregar la orden al cocinero, realmente no pedí algo complicado, pero el bicho había solicitado un “especial” que no sabía en qué consistía.

Entonces mi atención fue atraída por un movimiento de su extremidad, específicamente de su mano que me invitaba a tomarle. Lo mire de reojo, haciendo una mueca con mi boca y después poniendo las yemas de mis dedos índice y centro sobre la superficie, imitando la caminata de un ser humano de largas piernas, recogiendo mis otros 3 dedos inclusive para dar m{as veracidad al movimiento. “Camine” con mis dedos hasta donde su mano se encontraba, flexionando el índice cuando lo tuve cerca y dando pequeños golpecitos con este, le hable entonces, teniendo conocimiento de sus deseos por supuesto: —Mmm… vamos de paseo— fije mi mirada en mis dedos: — …a donde quieres ir, iré a donde desees— mi rostro se oscureció y reí internamente, porque esto es por turnos tarado bonachón, así que cuando tu deseo se cumpla el mío es el que sigue en la lista y no pienso ser tan benevolente esta vez. Aunque, si soy sincero, también quiero una cita normal con él, quiero que tengamos una plática simple sobre cosas triviales, bromear, pasar tiempo juntos, conocer sus gustos, hacerlo ruborizar, quiero vivir eso con Reiji.

¡Ah! Encantador. Simplemente encantador. El movimiento de sus dedos figurando una "personita" me hizo reír bajito, disfrutando su jueguito. No me importó mucho sentir otro golpe debajo de la mesa. Me sentía feliz y éste mocoso de primera era el responsable de ello.

Dejé que la palma de mi mano estuviera con vista "hacia arriba" y después tomé sus dedos, atrayendo su mano hacia mí con suavidad. Incliné mi rostro, elevé su mano junto con la mía y besé sus nudillos y después el dorso de su mano, sí, de esa con que había "actuado" a la "personita". Al mismo tiempo, murmuré un montón de palabras-: Así que es una y una, eh. -me había dado cuenta, Mikado y sus intenciones eran... digamos... tal vez sólo yo tenía el privilegio de notar que no había absoluta bondad en él, porque joder, era un chico demasiado pervertido pero al mismo tiempo era dulce y se preocupaba por mí. Y que no se malinterprete, así me gusta, así le quiero. Así lo amo.

Regresé nuestras manos con los dedos entrelazados (los suyos, los míos, por supuesto) a la mesa y le sonreí ampliamente. -Entonces si te dijera que quiero tener una cita "normal" contigo ¿aceptarías? -probablemente Mikado y yo no habíamos salido mucho como otros hubiesen pensado. Realmente ahora que me pongo a pensar, lo amo, lo amo más que a mi vida, y claro está que lo necesito a mi lado pero, hay muchas cosas que no conocemos de ambos. Y pensé, que éste sería el momento indicado para hacerlo. Volví a hablar tranquilo, como casi nunca me mostraba-: Tal vez ésto arruine mi sorpresa pero, quiero comprarte algo. Déjame darte ese gusto. Compraré lo que tú desees. -no, no quería llenar mi amor de materialismo sino de simbolismo. Deseaba que él tuviera algo que le recordara a mí y que cuando lo viera dijera "ahh, ésto me lo dió él".

Tan astuto como siempre, se había percatado de mis intenciones, aunque dude pues había dado justo en el clavo al punto que me pareció que leía mi mente.
Y esto es sobremanera curioso, porque antes deje una pregunta al aire, vagando en mi cabeza ¿tan difícil soy de comprender? y él me contesta indirectamente hasta casi conseguir asustarme, pues sin necesidad de habilidades especiales, sabe lo que pienso.
Trate de disimular mi sorpresa ante tal conocimiento que por supuesto me dejaba en desventaja y eso era algo que tenía que solucionar.

Mis dedos me hacen reaccionar, pues se han unido a los del bicho, e inclusive juguetean moviéndose con ritmo de "conga", dando golpecitos sobre su piel y recordándome que no es momento para divagar en mi atribulada mente, así que opte por abrir mis ojos a lo mas que se me permitía y encontrarme con su sonrisa amplia, que trajo calma a esta ansiedad diminuta que comenzaba a moverse en mi interior, cosa que mis dedos notan y detiene sus acciones, esta vez para acariciar cuidadosamente su mano, subiendo y bajando a lo que se me permitía en la unión, creando un roce entre nuestras piel.

— Acepto. — conteste algo apresurado a su pregunta, como temiendo que las palabras se enredaran en mi boca, respuesta que repetí: — Acepto encantado...es mas... — quería decirle algo mas, pero me arrebato el gusto (por supuesto inconscientemente) confesándome que deseaba hacerme un regalo, lo que yo quisiera, según palabras textuales. Iba a contestar que no era necesario regalo alguno, pero después leí su mente de nuevo y no pude evitar aceptar, asintiendo con mi cabeza, sus razones eran totalmente dulces y honestas (ignoren el orden, sencillamente no tiene)

hable por segunda vez, risueño y con calma, la que se ausento en mi respuesta: — Está bien, haz lo que gustes y compra lo que desees. — quise acercarme un poco a su rostro, con mis labios, pero fui detenido por la mesa, que me hacía de estorbo, se puede decir que la maldije un par de veces por evitarme el besarle, aunque realmente me contuvo, pues no se que haría de tenerlo bajo mis labios ¡Ah! y por cierto, pensaba hacer de las mías en esa "cita"

La felicidad se juntó dentro de mi pecho y sentí que iba a explotar en cualquier momento. A la vez, estaba sorprendido de que una respuesta suya (aceptando por supuesto) me hacía extremadamente feliz, era extraño. Mikado ahora parecía tener el poder de unirme o de romperme a voluntad, como si fuera un simple muñeco. Pero... a pesar de eso, yo no me arrepentía de que ésto fuera así. Me gustaba. Quizá, hasta el punto del masoquismo... En realidad no estoy muy seguro de si estoy 100% cuerdo, pero de una cosa sí puedo presumir: él es mi todo. Y ha sido mi decisión que sea de ésta forma.

En fin, quizá fue esa felicidad la que me nubló la vista pues no me percaté al instante: Mikado deseaba besarme, pero la mesa entre nosotros era un parteaguas para ambos. Intenté tranquilizarlo presionando con suavidad su mano para después permitirle seguir con esas caricias que se me hacían totalmente tiernas (a mi también me tranquilizaba). Entre tanto deseé afirmar lo ya establecido-: Entonces es un hecho de que vamos a tener una cita, mi amor. -hablé con dulzura, pues sólo él me hacía comportarme de esta forma. Alargué mi mano libre hasta alcanzar su rostro; me tomé la libertad de acariciar con mis dedos su mejilla (además de que percibí su calor)- Espero que después de tomarte lo que ordenaste, te recuperes. Así te tendré para mí al 100. -mis dedos se movieron por ordenes mías, tomé las gafas que cubrían su vista y tuve la intención de retirarselas para observar sus orbes ambarinas sin embargo, razoné y me dí cuenta de que si no se las había quitado era porque probablemente no deseaba que yo lo viera en ese estado; así que me deshice de mis intenciones y regresé mi mano hasta mi regazo.

Mi vista de adulto captó a un tercero viniendo hacia nosotros. "Justo a tiempo" pensé. Era el mesero que antes nos había pedido la orden, ahora por supuesto, con sus manos ocupadas precisamente con ello. Su rostro, como siempre adornado con una sonrisa implecable, haciéndolo ver incluso un poco más joven de lo que en realidad era. Su caminar fue silencioso pero ágil. Sus manos, llenas del delicioso platillo que había ordenado, y de la "medicina" de Mikado, ahora se movían de una forma rápida pero certera, sirviéndonos a cada uno, lo que nos correspondía, claro está, sin dejar de utilizar esa gracia y esa amabilidad marcadas en sus movimientos y en su forma de hablar-: Buen provecho, Azuma-sama, y compañía. -después de hacer una pequeña reverencia se hubo retirado, dejándonos de nuevo en nuestra privacidad.

Ahora la mesa estaba adornada con mi desayuno que se veía delicioso, y con el expresso y medicina de mi acompañante. Mi desayuno, para no hacerla de larga era uno continental: par de huevos, tocino, par de tostadas, una porciónn de alubias (frijolitos x3) y un jugo de naranja para tomar. Sinceramente me sentí un poco mal por haber alardeado tanto de mi comida cuando en realidad era bastante normal. Pero joder, lo que ustedes no saben es que al primer bocado uno siente que la comida se le derrite en la boca de lo delicioso que está. Sencillamente el chef era un tipo que sabía hacer su trabajo y yo, bueno, le atribuía mucho.

-¿Me prestas mi mano, amor? -reí por lo bajo, pero es que en verdad la necesitaba. El estómago ya hacía sus característicos sonidos a causa del hambre.

Cuando se tienen "habilidades especiales" pero no de cuna, sino algo que llega a tu vida sin esperártelo; lo maldices.

Maldices el cambio de tu cuerpo, la metamorfosis que debes sufrir, el hecho de dejar el círculo de la "normalidad" y volverte un ser extraño y antinatural. El poder se dispara automáticamente y cubre un aproximado de lo que he calculado 100 mts al rededor, como consecuencia, como si de un libro abierto con letra perfecta para mis ojos, puedo leer la mente de quienes se encuentren dentro de esa distancia, la llave a la locura, si me lo preguntan. Pero ¿a qué viene esta explicación tardía? es simple, el hombre que tengo frente a mí, tiene una mente en la que alberga un mar de palabras que aumentan mis habilidades, dotándome de poderes que, en el caso de tener, nunca usaría. Así pues he direccionado toda mi habilidad a su mente y me ha servido en demasía que el lugar donde nos encontramos se encuentre más bien vacio, por lo que solo tengo que ignorar los pensamientos de los cocineros y un par de meseros, en donde uno parecía no tener nada en la cabeza, excepto un numero a aprender, mientras que el que nos atendía se había picado de curiosidad con la pareja gay.

Fue cuando mis ojos se clavaron en sus orbes aun teniendo una visión opaca, dando una respuesta silenciosa a sus palabras, mas, mi mano libre se ha encargado de disimular, moviéndose por instinto, un diminuta sonrisa, un defecto que se mostro por milésimas de segundo en mi rostro y que sabía, no notaria, la razón de ello me la guardare como egoísta que soy para mí, porque “esta” es todavía más egoísta y para algunos puede calzar en enferma.

Pero salgo del trance de sus ojos al leer el “justo a tiempo” por lo que parpadee para romper el “hechizo” baje mi rostro, momento en que mis gafas se deslizan por el perfil de mi nariz, pero allí estoy yo y las detengo desde el arco con mi índice, asegurándolas de nuevo. Como agradecí que no las retirara y viera mi rostro marcado por ojeras que se negaban a dejarme el día de hoy.

El hombre de chaleco sostiene la bandeja con experiencia y sirve los pedidos. A mí me acomoda el expreso sobre un plato pequeño y para darle toque final pone una cucharilla con el mango decorado y una servilleta de papel, he de decir que el aroma me ha penetrado las fosas nasales, el olor que despide la infusión es exquisito, tanto que consigue ponerme alerta.

Por otro lado el bicho tiene su plato especial en frente y confieso que tiene muy buena pinta, aunque este comentario me lo guardo, y solo me dedico a empinar mi tasa para dar un par de soplidos suaves que entibiaran la bebida, en donde escucho que le preste su (mi, pues todo él me pertenece) mano y aunque pensaba en negarme su estomago se queja y se hace escuchar, como fiera: — Anda, dale de comer, o si no me pega. — dije en tono burlón, cuando mis labios ya tocaban el borde de la porcelana para tantear la temperatura del café.

Voy a ser sincero: no me fijé mucho en qué o cómo le sirvieron su orden a Mikado. Pero me dije a mi mismo que si tenía algo “extraño” él se daría cuenta, después de todo mi novio es demasiado inteligente para caer en cualquier tipo de jueguitos y estupideces por parte del mesero a quien, al parecer, le tenía unos celos innegables. Yo ignoraba de una forma muy vil sus sentimientos (los del chico) pero es que el tipo me conocía, yo no era un hombre de tener “one night stands” y mucho menos con alguien a quien le vería la cara a diario (porque suelto ir a ese lugar a desayunar, comer y cenar).

En fin, dejé de preocuparme por la “amenaza” y puse mi atención en dos cosas deliciosas: Mikado y mi comida (en ese orden). –Gracias. Qué amable. –bromeé en respuesta a su tonito burlesco. Tomé los cubiertos sin hacer ruido y procedí a cortar un pedazo de la clara de los huevos, un pedacito de tocino y un poco de alubias para después llevármelos a la boca y sentir como bajaban por mi sistema hasta topar con el estómago, el cual casi rugió en agradecimiento. Me tomé mi tiempo en degustar la comida y en repetir ese pequeño ritual de vez en vez.

Entre tanto, también quise iniciar una conversación con mi pareja, digo, para pasar bien el tiempo.-Y dime, ¿qué fue tan importante de hacer que vienes desvelado, amor? –tenía cierta curiosidad por ello. Mis opciones y posibles teorías eran: trabajo de noche, tarea del instituto, o una salida con alguien importante, quizá por parte de su familia. Y saben… probablemente no estaba tan equivocado del todo. Sin embargo, mi preocupación estaba latente, pues le quiero demasiado y no quiero que caiga con alguna enfermedad. –No me digas que ahora eres un agente secreto del gobierno, porque realmente estarías pegándome duro en donde me duele. –bromeé de nuevo. Sí, no es su imaginación, me hallaba de tan buen humor que me atrevía a hacer ese tipo de comentarios que aunque sonaban burlescos para conmigo mismo, no era como si no lo tuviera en mente de una forma más seria.

De haber tenido el borde de la tasa más cerca hubiera derramado todo su contenido aun caliente sobre mí, pero no me culpen, fue un espasmo producto de su duda/curiosidad que se expresaba de forma tan simple usada como un tema de conversación.

Afortunadamente el caballero que me acompaña entre bocado y me bocado me ha soltado la respuesta en broma y como no quiero que se entere que estaba haciendo o peor, por qué lo hice, ya que ello afectaría mis planes, pues me he decantado por lo de: “ser agente secreto del gobierno” como una respuesta válida.

Así que me abalanzo (verbalmente) a “seguirle” la corriente. Pongo la tasa sobre el plato que le sirve de apoyo, tomo la cucharilla de mango decorado que me han dejado y busco el azucarero para darle más sabor a mi café, estiro la mano cuando lo veo en el centro de la mesa, es de cristal (o vidrio, no se distinguirlo y tampoco me he interesado nunca por ello) por lo que veo el granulado polvo en su interior cubriéndole hasta la mitad. Tiene una tapita reluciente como mí (por ahora) cucharita, pero no me parece que sea del mismo material.

Lo acerco a mí, destapándolo en el camino, y dejándolo a mi lado derecho, por si no doy con el sabor que deseo y necesito más de su ayuda. Introduzco el cubierto que pasa fácilmente por la enorme boca del “frasco” y rocío sobre mi bebida en 3 ocasiones el contenido blanco, pasando a revolver , se puede decir que he hecho todo un ritual antes de contestarle, hablándole con la mayor calma posible, lo cual apoyaría la idea que se haría después de escucharme de que lo que le decía era una total mentira: — Efectivamente... — he dicho con tono de voz neutro: —... y estas arrestado, así que serán horas y horas de tortura, para sacarte la información que necesito, aunque hemos avanzado mucho en ese campo, y descubrimos que no hay mejor mesa que la cama — comente como conclusión, cuando ya levantaba la bebida para catarla.

El sabor de las alubias, con el par de huevos, el tocino y el trago que pegaba de vez en cuando a mi jugo de naranja realmente hicieron lo suyo dentro de mi estómago. Su sabor se hizo presente dentro de mi boca y yo simplemente agradecí constantemente al chef por haberse esmerado tanto en algo tan fácil de hacer. Era todo un maestro en su materia, y eso había que reconocerlo.

Pero como dicen por allí “zapatero, tu zapato”. Así que ahora mi amante era un agente que no sólo tenía en mente arrestarme, sino también torturarme durante varias horas para sacarme la información que necesita, pero todo esto, por supuesto, en la cama. No pude hacer otra cosa sino reírme por lo bajo después de que hube tragado el último bocado de mi platillo (y es que prácticamente devoré todo de contados mordiscos) y posteriormente limpiar mis labios con una servilleta para eliminar cualquier rastro de mi brutal asesinato (devoré la comida como un animal, pero con modales).

Ahora me daba cuenta de que Mikado apenas estaba probando su café cuando yo ya había terminado todo lo mío. Sentí un poco de vergüenza por no haberle esperado pero bueno, tenía como excusa de que no probaba alimento desde hacía un día y medio, contando ésta mañana. -Ahhh… qué gustito. Estuvo delicioso. –resoplé lentamente, porque sabía que eventualmente sentiría el “peso” de la comida, por haber ingerido los alimentos de una forma tan rápida. –Pero bueno… regresando al tema… ¿entonces tengo que probar que soy inocente? –observé el plato donde me sirvieron ahora vacío a excepción de los cubiertos que acomodé a forma de que el mensaje simbólico le llegara al chef, comunicándole (sin palabras) que “había estado delicioso, como siempre”. Después de hacer esto regresé mi mirada a mi más amado amante. Le dirigí una mirada aunada a una sonrisa que, en su cínica unión, parecían retarlo con un simple gesto; pero por si las dudas, utilicé el tono adecuado para que estuviera seguro de mis torcidas intenciones- ¿O es que acaso debo de sobornarte con caricias, besos, abrazos y lo que le sigue para que me dejes libre? –levanté mi rostro un tanto, sugiriendo un aire de grandeza. –De ser así, estaré ansioso por sobornarte. –concluí.

Enarque una ceja de escucharle hablar, después que su apetito había devorado todo el contenido del plato, realmente parecía que estaba comiendo por dos y entonces en una idea formada en mi cabeza como un rayo de luz, llegue a una conclusión estúpida, si lo acepto es estúpida pero vaya que me hacía ilusión y entonces ese rayo de luz se reflejo en imágenes con cientos de opciones que hipotéticamente recreaban nuestro futuro.

Regrese entonces al "presente" a su lado, consciente, en la mesa de ese restaurante con mi taza de café un poco más abajo del tope, si acaso había dado un par de probadas cuando la visión comenzó a molestarme, hasta irritarme.

Trate de fingir, no lo niego, no quería estropear el momento, que podía generar mi cuerpo resentido a causa del descanso inexistente, pero el ardor se intensifico y me obligo a levantarme de la mesa, pidiendo disculpas por supuesto: — Lo siento, voy al baño — sostuve mis lentes con la mano izquierda mientras la derecha se encargaba de apoyarse sobre la superficie de la mesa, tanteando el objeto, abriéndome camino para dar unos pasos, girarme y verlo: — Así que espérame, ya regreso ha... y por supuesto seguimos hablando sobre mi soborno. — sonreí y me lleve las manos a los bolsillos, ocultando bajo los lentes degradados el continuo parpadeo que evitaba que la vista se me llenara de agua, realmente es tan molesto que cuando ya buscaba a alguien que me orientara sobre la dirección de los baños tambalee y me apoye en la pared de uno de los pasillos.

Afortunadamente tal condición llamo la atención de uno de los trabajadores que con tono preocupado me dijo: "señor se encuentra bien"
Solo estire mi mano para que me diera espacio y le pedí indicación para llegar a los servicios donde podría echarme agua fría en el rostro y despertar.

Mi mirada atenta a sus acciones probablemente fue la que me indicó con mayor seguridad de que Mikado en serio necesitaba descansar. Y vamos, yo no lo veía como una molestia o como un impedimento, ya que ésta es una necesidad básica del ser humano, así tal cual. Pero no. El joven que tiene como indicativo ser amable con todo el mundo, y que, irremediablemente me da un especial trato (y una que otra broma subida de tono de vez en cuando), tenía en mente eludir aquello para pasarla bien conmigo, aún si su cuerpo le gritara y lo golpeara mentalmente diciéndole una y otra vez “¡ve a descansar, idiota!”. Él simplemente era terco pero al mismo tiempo respetaba su palabra, aún si su salud y su vida estuvieran de por medio.

Ese detalle era uno de entretantos que me fascinaban de él.

De cualquier forma, me hallé dentro de la esfera de ansiedad que nos cubre cuando sabemos que nuestro acompañante e interlocutor no anda del todo bien, y qué, a pesar esto se ha ido a tomarse su tiempo a los sanitarios, intentando ganar algo de bienestar, algo de “oxigenación”… algo de calma interior.

No pude aguantarlo mucho tiempo. Conté estrictamente los segundos desde que se levantó y se hubo retirado. Cinco minutos iban y el tiempo seguía corriendo inclemente. –Prefiero un regaño a una pérdida. –murmuré para mí mismo. Entonces hice mi silla hacia atrás impulsándome por mis piernas y pies y de ésta forma pude salir rápidamente. Mi mente rápidamente guió a mi cuerpo hasta donde se hallaban los sanitarios, recorriendo un par de mesas y finalmente un pasillo adornado con una pintura de un paisaje maravilloso e irreal que en otro momento me hubiera puesto a contemplar.

Ahora que lo pienso, quizá fue mi paranoia la que me guió hasta donde estaba Mikado de una forma absolutamente acosadora. Me detuve a un par de metros donde él se encontraba, apenas había llegado hacia las puertas de la habitación cubierta de azulejos y propagada de un olor fresco y un no-sé-qué que embriaga (Calvin hizo un buen trabajo adornando todo rigurosamente, o eso creo).

No me lo pensé ni una vez más y me acerqué a él. Rodeé su cintura con mi brazo derecho y lo atraje hacia mí, para que no intentara siquiera huir de mi tan pobre amenaza. –Dime… ¿realmente estás bien? Te noto bastante cansado. –Y es que sus ojos ambarinos no tenían ese brillo al que estaba acostumbrado ver, sino por el contrario, mostraban su cansancio así como su esfuerzo por mantenerse despierto; la zona que debería de estar cubierta por un blanco intenso ahora estaba enrojecida y cristalina en exceso, de nuevo, producto de su esfuerzo por mantenerse despierto. –¿Qué te parece si pago la cuenta y nos vamos para el departamento? –ofrecí amablemente. Éste era el nuevo plan.

Me sorprendió sobremanera que no solo diera conmigo, sino que también cambiara los planes que teníamos para nuestra cita y si, es cierto que en el inicio, deseaba que se diera cuenta que no había mejor lugar para tomar el desayuno que en nuestro apartamento, sobre la cama, permitiéndome y recibiendo de su parte caricias y hasta una que otra palabra pastelosa que en el momento no me molestaría, lo confieso.

Me rodea con su mano de forma cuidadosa, he sentido su tacto pasarse por mi cintura y pegarse a ella con cuidado, sirviendo de soporte para mi cansado cuerpo, fuera o no esa su intención, así lo ha tomado, el agotamiento que termina por apoyarme sobre él.
Y así navegando en esta contradicción, escuchando su nueva proposición, sencillamente yo: — Estoy bien, solo déjame mojarme el rostro y estaré bien, no es necesario que detengamos la cita — declino.

Realmente quiero tener una cita con él y compartir el momento, pues desde que comenzamos a salir no hemos tenido una cita "normal" siempre nos sucede algo o alguien interviene o nosotros mismos generamos un inconveniente, siendo yo el mayor culpable, no sé porque cuando he pensado en ello he levantado la mano derecha, aceptado mi culpa, y por supuesto que Reiji ni enterado.

Me separo de él, con extremo cuidado, usando un lenguaje de miradas, pues mis ojos lo ven con tranquilidad y calma mezclado con confianza, extraño coctel ¿verdad? Pero realmente no quiero posponer esta cita, se que a él le ilusiona tanto como a mí y algo tan trivial como el agotamiento no es barrera para perdernos el estar juntos, ya vendrá el descanso después de reír a su lado, descubriendo artículos que le llamen la atención y comparando opiniones, debatiendo, inclusive enojándonos por alguna diferencia, quiero vivir eso, lo quiero vivir a su lado.

Doy un par de pasos, alcanzo el borde de cerámica del lavamanos, en donde me apoyo usando una de mis manos, con la otra tomo la llave del grifo y la giro, obteniendo bastante flujo que incluso me salpica, debido al bajo nivel del lavamanos, separo mi mano del borde, la junto con su hermana, imitando un cazo, espero a que se llene y la lanzo sobre mi rostro, cerrando mis ojos para que nada de liquido entre y me genere más irritación, repito este proceso un par de veces, hasta sentirme renovado, puedo decir que el golpe del agua fría me genero una sensación fresca por supuesto, una que me revitalizo.
Me giro entonces, buscando una toalla de papel, la encuentro a tientas y cuando me estoy secando con esta le confirmo que: — Ves como nuevo, así que ¿a dónde vamos ahora? — realmente me sirvió de mucho mi estadía en el baño.

No me rendí ante su respuesta a pesar de que me dijo que se encontraba bien y que sólo necesitaba mojarse el rostro para sentirse mejor. Sencillamente no me lo tragué así de fácil.

Me encontraba un tanto preocupado por su estado. Había una lucha mental. Por una parte, me regañaba interiormente, diciéndome cosas tales como “Reiji, idiota, ¿cómo es que no te diste cuenta antes? Él necesita descansar y tú, egoístamente, lo trajiste aquí.” Mientras que la otra decía “hey, pero tenía hambre, y no iba a resistirlo eventualmente”. Y así, como siempre, sí… siempre he vivido con esa batalla mental entre lo que hago y no hago, o bien, dejo de hacer. Es algo con lo que probablemente jamás podré terminar.

Pero, no nos desviemos del tema ¿quieren? Ahora justamente él se ha encaminado, sin mi ayuda, hasta donde está el lavamanos, en donde se toma su tiempo para mojar su rostro de forma rápida y revitalizante, o eso creí ver.

Mientras, en mi interior ambos “Reijis” se debatían entre ir al depto. o al resto de la ciudad, yo me hube recargado en la pared fría y adornada de mosaicos justo al frente suyo, mientras utiliza un pedazo de papel (toalla) para secarse y probablemente quedarse con un sentimiento de frescura por el líquido vital.

–No vamos a ir a ningún lado –dicté. Bien, no estaba negando una posible cita, es sólo que en este preciso momento tenía otro tipo de idea (ustedes me tendrán que entenderme). –Vas a probármelo. –me serié. Entretanto lo alcancé de nuevo, con tal rapidez que incluso yo me sorprendí de haberme afianzado tan fácilmente de su cintura (de nuevo) así como de su rostro, haciéndolo que se agachara un poco para estar a una altura parecida a la mía.

Aguardé un montón de segundos de aquella forma tan íntima. De ésta forma lo observaba, como si fuera una especie de modelo para un pintor, cada sombra, cada luz, cada línea… sus desperfectos e imperfectos… todo lo que su rostro guardase al paso del tiempo, todo, estaba a mi disposición. Aunque como podrán darse cuenta los humanos estamos limitados a no saber qué es lo que los demás piensan (a menos que se pregunte) ni mucho menos a saber por cuánto han pasado… todo… tenía ganas de saberlo, de abrazarlo y de guardarlo exclusivamente para mí… porque soy egoísta y porque le amo. Le amo de una forma extraña y posesiva, pues sólo lo deseo para mí y nadie más. Mas, comparto el sentimiento. Le entrego mi cuerpo y mi alma si es que él los desea.

¿Saben? Ahora que lo pienso, no me di cuenta en qué momento inicié con todo esto… mi rostro se acercó al suyo, en un pequeño y hermoso ritual: nuestros alientos chocando el uno con el otro casi formando un vaho, mis ojos cerrándose por mero instinto (y por mi deseo de sentirlo), mi lengua humedeciendo mis labios para que cuando chocasen con los ajenos el contacto fuese mucho más dulce y libre. Y aquello fue de esa forma. Ellos, sí, mis labios, egoístas como su dueño, fueron a parar a los suyos demandándole reciprocidad, contacto, así como una unión mucho más profunda. No dejé que durara mucho… la punta de mi lengua húmeda y atrevida ya danzaba y zigzagueaba sobre su labio inferior, intentando que le diera “paso” para encontrarse con el músculo caliente que tanto deseaba sentir y probar (aún con el sabor a café).

Y sí. Espero que ustedes entiendan mi necesidad de saber que se encontraba bien. Bueno pues… éste es el método de Reiji Azuma para con Mikado Dubois. ¿Nada nuevo, eh?

Que astuto era.

Tomar medida de mi agotamiento con un beso, ladearse de esa forma, susurrarme con su tibio aliento, cerrar sus ojos, tender su piel para que roce con la mía, humedecer sus labios en un gesto erótico, todo calculado para examinarme.

Sin embargo, estaba yo en un punto algo "critico" pero culpándome de la mala interpretación del lector, pasare a explicar a que me refiero.

Critico, porque me desesperaba de no poder hacerlo mío, de no tenerlo cobijado por mis brazos, enredado en dedos, palpándolo con mis yemas, llenándolo de besos y caricias, rociando palabras de amor sobre su oído, para que florecieran en su cabeza pensamientos con etiquetas de "te amo" "te necesito" "te deseo" "eres mi todo" agilizando mi respiración y la suya, cerrando nuestros ojos y entregándonos. Ven por qué digo que estoy en estado crítico.

Ahora, el bicho usa este método como "examen" y conociéndome es posible que me deje llevar, es decir, que no quiera que todo termine en un beso.

Supongo entonces que debo fallar su examen, por lo que, giro mi rostro negándome su contacto, después pongo mi mano en su pecho, alejándole un poco de mi, pues es peligroso tenerlo tan cerca, seguido doy un par de pasos hacia la puerta del baño, entonces me detengo y me giro juguetonamente: —Si quieres un beso, será mas tarde, por ahora tenemos una cita con la cual continuar — no sé de dónde ha salido, por lo que no me pregunten cómo ha terminado un signo de V de "victoria" hecho con mis dedos, acompañado de una sonrisa amplia y mis ojos reducidos a líneas curvas. Tal vez lo hago inconscientemente para demostrarle que estoy bien, cosa que es cierta.

Un joven como yo hubiera reaccionado mal ante ese rechazo, porque aceptémoslo, fue un rechazo hecho y derecho. Pese a esto, no me sentí ofendido, o mejor dicho, lo oculté como el perfecto actor que era cuando se trata de engañar a las personas.

Mi cuerpo fue alejado. Lo único que pude hacer fue relamer mis labios, intentando hallar algo de su sabor. Fue en vano.

Sonreí. Pese a todo eso sonreí. Quizá me había contagiado con ese gesto suyo o quizá era su gran sonrisa lo que me llenaba de una felicidad totalmente efímera. No sé y tampoco pienso indagar en ello pues sólo sería una pérdida de tiempo, pues, resulta ser que si uno se pone a pensar en los porqués de la felicidad, termina más enfadado que nada. El mundo es cruel y pasa de una forma extremadamente rápida ante nuestros ojos, siendo realistas. Lo único que nos queda, en mi opinión, es disfrutar todo aquello mientras podamos.

Ahora lo entiendo, ahora lo aplico. Ahora mismo me aferro casi con desesperación a las cosas y a las personas que me hacen feliz. Y digo, ¿quién no lo haría? Después de haber perdido todo, por supuesto que no iba a dejar que me quitasen por tercera vez lo que con tanto esfuerzo y amor he construido ¿no es así?

De ésta manera me excuso y les doy, queridos lectores, mi razón de no enfadarme por algo tan trivial como el ser rechazado.

Caminé en su dirección y salí del sanitario en su compañía. Me dirigí hasta donde estaba nuestra mesa y me hallé con la sorpresa de que mis platos ya habían sido recogidos, pero el café de Mikado seguía intacto. Entonces aproveché para regañarle un poco–: Discúlpame, pero no nos iremos de aquí hasta que se lo termine, jovencito. –no pude evitar reírme ante mis estúpidas ocurrencias. De nueva cuenta me senté en mi asiento y esperé a que él hiciera lo mismo.

Suspiré levemente, de cierta forma sentía la calidez del lugar, pues éste era como un segundo hogar. Aquí pasaba la mayor parte del tiempo, fuera como cliente o detrás de bambalinas platicando con Calvin o con una compañera y amiga a la cual por el momento prefiero dejar en anonimato. Apoyé mi espalda en el respaldo de la silla y lo hallé verdaderamente cómodo, incluso, tomé con gracia la oportunidad de cruzar mi pierna y de cerrar mis ojos un momento. Me relajé durante un par de segundos.

De nuevo mi cruz, es escuchar todo lo que piensa y aunque se puede malinterpretar como un rechazo, te juro Reiji Azuma que más tarde compensare este malentendido.

Voy tras suyo, viéndolo pasar y abriendo la puerta del baño para que cruce por esta. Solo unos pasos nos distancian, pasos que me permiten observar a detalle como en su cuello anidan hebras castañas, creo que es la primera vez que me fijo en ello, en el matiz y el contraste de su piel con el oscuro de sus cabellos, pasa a ser sorpresa, tanto que no tengo palabras para describir la sensación que me produce, por lo que me limito (de nuevo) a sonreír en exclusivo para este su servidor, manteniendo tal expresión a lo largo de nuestra diminuta caminata, aunque me fue arrebatada en cuanto llegamos a la mesa.
Solo permanecía sobre la superficie, el azucarero cuya tapa refleja los rayos de luz del lugar y parece darle un mayor efecto de "reluciente"

Me senté (después de que él lo hizo) cuando con anterioridad lo escuche hablar con tono de "mama regañona" puedo decir que a pesar de sus palabras, lucia encantador, hasta el punto de querer saltar (literalmente) sobre él y tomarlo entre mis brazos, contradiciendo por supuesto mi acción anterior, pero como dije sobre ese supuesto rechazo; ya me encargaría yo de deshacer ese malentendido y como no quiero repetirme, avanzo.

Como les estaba relatando, me senté seguido de que él lo hizo, y antes de escucharle decir: "Discúlpame, pero no nos iremos de aquí hasta que se lo termine, jovencito." si, como mamá regañona, aunque no tuve una madre, esto sin duda entraba en ese punto, además le doy el extra por el jovencito, que de solo haberle sumado la mano en la cintura, pues que me parto de risa allí mismo (y esto no tomado literal)

Pues conteniéndome le conteste: — Está bien, pero hagamos un trato, bicho... — le di algo de misterio al asunto, usando inclusive un tono que fuera con la ocasión: —...el trato es que después de beberlo, cuando salgamos de aquí, me prestaras el asiento trasero de tu "bebe" (auto) para echarme una siesta y así reponerme completamente ¿qué dices, aceptas?— espere por su respuesta, antes de continuar con mi bebida.

–Anda, sé que luzco como una mujer regañona, no tienes porqué contenerte. –casi pude adivinar que tenía ganas de reírse por mis estúpidas ocurrencias y bueno ¿quién no lo haría? A veces, si me lo proponía, podía ser bastante idiota (no de una forma ofensiva sino más bien hilarante). Además, yo ya me había reído de mí mismo por lo que no le veía nada malo, sumándole que, su sonrisa y su risa me encantaban. Esperen… ¿su risa? ¿alguna vez he visto reír a Mikado Dubois?

Mi ceño se frunció ligeramente al no saber la respuesta a ciencia cierta. Incluso sentía una ligera molestia para conmigo mismo por haberlo olvidado de haber sido ese el caso.

Sus palabras me trajeron a la realidad de manera abrupta pero amable. Queriendo añadirle sabor al juego, me propone un trato: después de beberse el café quiere tomar una siesta en el asiento de mi hermoso bebé.

Entreabrí mis ojos al principio pues me pregunté si de verdad podría descansar en ese tipo de posición. Sin embargo, eliminé esa mínima preocupación y me expresé según me sentí al instante–: Qué lindo eres, mi vida. Por supuesto que puedes dormir un rato en el asiento de mi bebé. –mis palabras fueron acompañadas de la mano por una amplia sonrisa, una que mostraba casi toda mi dentadura blanca, pues deseaba mostrarle confianza y una total afirmación ya que esto… –Es una promesa. –Asentí al mismo tiempo que hice un pequeño mohín, incitándole a continuar bebiendo aquel insumo con olor fuerte pero agradable y por supuesto, exquisito (o eso me decían mis sentidos y misrecuerdos al haberlo probado con anterioridad en muchas, pero muchas ocasiones antes).

Y, aprovechando todo cuanto me fuera entregado por manos anónimas y deseos ocultos del destino: aguardé pacientemente hasta que él hizo lo suyo, de momento, yo me dediqué a pensar en qué lugares podríamos visitar el día de hoy. De momento tenía que ser alguno que estuviera lejos del restaurante pues mi plan era manejar y maniobrar a mi bebé calmadamente para que el descanso de mi amante fuera excelente, claro está, contemplando un tiempo óptimo para su pronta recuperación (procedente del descanso).

Giré mi vista hacia donde estaba la barra detrás de un montón de hileras ocupadas por botellas de alcohol: vinos, vodka, whiskey, tequila, brandi, etc. Inconscientemente se formó una sonrisa en mis labios. “No, Reiji, no es momento de tomar. Aún es muy temprano.” Me dijo mi mente. Y ciertamente estaba en lo correcto. Me consolé respondiéndome a mí mismo que tal vez no estaría tan mal si en la noche Mikado y yo compartíamos un buen vino, tal vez uno dulce… joder. Deseaba que el día pasara pronto para desarroparlo lentamente durante el camino, guiándolo hacia nuestro amplio lecho, y por fin, empujándolo levemente para que cayera con gracia sobre éste… Tal vez yo me desharía de la ropa de forma ágil y por mi propia cuenta porque seamos honestos, para esos momentos eso es lo que menos importa… y… besaría cada parte de su cuerpo y de su piel tibia. El deseo se apropiaría de mí y me harían amarlo de una forma más física. Me entregaría y dejaría que se entregase a mí: haríamos el amor hasta cansarnos.

Por suerte, el único “radioescucha” de la estación “Reiji es un pervertido” era yo.

Carraspeé mi garganta, sin poder evitarlo, y al imaginarme y desear todo aquello, un ligero rubor cubrió mi rostro. De nuevo, con la suerte a mi favor, me encontraba mirando (y con el rostro girado) hacia otro lugar totalmente contrario al de Mikado.

Si él me viese de ésta forma no dudaría en preguntarme a qué se debía y bueno yo… probablemente no le respondería con una mentira; por ende, me sentiría estúpidamente vergonzado.

Qué bueno, me ha dado permiso, con ello podre descansar y recargar fuerzas, para estar a su lado y compartir momentos durante nuestra cita, creo que he suspirado aliviado porque aceptara mi idea y no rechistara o me llevara la contraria, empecinado en que lo mejor era regresar a casa y que me tomara una siesta revitalizadora.

Así pues tomo de nuevo la tasa y la levanto en dirección hacia mi boca, la temperatura ha bajado y lo he sentido cuando mis labios hacen contacto con la cerámica y sienten el esmaltado tibio, luego empino mas la tasa y bebo del café. Definitivamente la temperatura ha bajado lo que me hace más fácil la tarea, pues he dado varios sorbos con gran cantidad de líquido dentro de mi boca, sin darme el tiempo de degustar ahora el sabor dulce y aromático que antes cate. Error mío el perderme de probar como se debe un expreso, pero el tiempo era mi enemigo en este momento y no quería que mi conducta, hiciera a Reiji cambiar de idea.

Así pues estaba a punto de dar el último trago cuando el sonido de su garganta, atrae mi atención, dirijo mi mirada hacia el dueño de tal sonido y me encuentro con el bicho, ruborizado sutilmente, tanto que, cualquiera que lo viera de lejos no lo notaria, y solo yo, por estar lo suficientemente cerca me he percatado de tal milagro, ya que, él no es de ruborizarse ni en la intimidad ni mucho menos en público, por lo que no puedo evitar pensar sobre que hizo que sus mejillas se ruborizan, poco, pero rubor es rubor. Por lo que llevo mi duda mental al público presente, tomo la última gota y dejo la tasa ya vacía, sobre el plato que le servía de apoyo y entonces ya listo para partir le pregunto: — ¿Por qué te ruborizas? — lo he dicho como si nada.