Caperucita roja y el lobo feroz/ cuento número dos [Priv- Quimey]

Observe como el pequeño que se me había escapado en la iglesia había tomado este rumbo y sin querer (mentira) llegue al centro comercial, lugar de residencia de comida, ropa y objetos por demás innecesarios, lujos, vestimenta, muebles y un largo etc…sin decir que los mortales eran sobremanera exagerados y para todo necesitaban un algo que lo contrarrestara.

Además de gozar de ser el centro de paseos matutinos de casi toda población de la ciudad, se podían ver a la mayoría de especímenes de edad temprana recorriéndole. Entre chicos saliendo del cine, hombres con sus esposas o ¿eran amantes? Comprando joyas y tortolos tomados de la mano; paseos familiares blah, blah, blah…lo típico en los mortales.

Así pues, le seguí en esta dirección, por supuesto fingiendo mi real interés y es que sí, el chico había llamado mi atención, que había sido, sus ojos, su voz, su piel….

Aun así, entre la multitud perdí el aroma por momentos y tome la decisión de sentarme en una de las bancas disponibles, esperando que el chico pasara, concentrando el poder en mi olfato, para que localizara al joven, a mi próxima víctima.

Después de salir corriendo de la iglesia corrió hasta llegar al centro comercial, donde al ver a una gran cantidad de gente comenzó a sentirse "a salvo", deseaba que así fuera, sin embargo a pesar de todo siguió caminando a paso acelerado adentrandose aun más en el lugar, entre las tiendas y las personas, perdiedndose en el mar de gente.

-ahhh.. ahh...

Finalmente se detuvo frente a una tienda en que vendían diversas bebidas para refrescarse, llevó una mano a su pecho y respiró agitadamente, deseaba comprar algo para poder calmarse, necesitaba calmarse, pero simplemente no podía, el simple hecho de recordar los ojos rojos le hizo estremecer, lo mejor sería regresar a su casa... sin más dió media vuelta, si, lo mejor sería llegar rápido a casa.

Qué buena suerte la mía y que mala la suya, sí, he girado guiado por mi olfato que ha sentido la dulzura de su sangre que traspasa su piel y músculos, mmm...me he sonreído como transportado a una época maravillosa; motivado por el aroma que produce, único según mi criterio.

En dirección a una de las tantas vitrinas expuestas para atraer a los viciosos y desocupados (todo sea dicho) "mi pequeña oveja" se encontraba disfrutando de una bebida, lo sé bien, pues su aroma se lleno por momento de uno frutal, por supuesto mis sentidos se sincronizaron y detectaron su "inquietud" seguramente por algún hecho que lo desestabilizo (Yo) me sonreí de nuevo.

Ahora, atado a mis pensamientos y sin deseo de hacer movimientos sospechosos entre tantos mortales (regla número 3 del manual de "como ser un asesino sin que se den cuenta" evitar levantar sospechas) observo cómo después de beber y pagar, sale del lugar y yo por supuesto me levanto cauteloso, sacudiendo mi gabardina negra que por algún motivo levanta suspiros en un par de mujeres que en ese momento se encontraban tras de mí (mas tarde las volveré a encontrar, pues se me antoja un entremés) y le sigo, tomando mi distancia, caminando lentamente, detallando cada movimiento suyo, examinándole de alguna forma torcida.

Se disponía a irse, ahora estaba más calmado, su respiración era mas tranquila y creía que podría llegar a casa con un poco más de calma, comenzó a caminar hacía la salida, sin embargo una nueva tienda llamó su atención, había demasiados peluches y juguetes en la vitrina, aparentemente era una tienda de regalos, no pudo evitar correr hacía el vidrio, sintiendo como su pulso se relajaba y su mente se despejaba de aquellos terribles pensamientos, ahora simplemente se distraía viendo un enorme oso de peluche, el cual se veía tan suave y acogedor, seguramente si lo abrazara sería de su tamaño.

-es hermoso...

Susurró suavemente aun frente a la vitrina, a esas alturas ya no recordaba al hombre que había visto antes, además, seguramente seguiría ocupado con el otro chico que habían visto.

Este es algo que no me esperaba o bueno teniendo en cuenta el análisis al que lo he sometido, era más que obvio que le gustaran ese tipo de cosas, se ve que es un chico delicado y al que le gustan las cosas lindas (gruñido número 1) y esto por alguna razón hace que mi interés aumente.

No se confundan, me empalagan las cosas hermosas o tiernas (gruñido número 2) me provocan nauseas las listones sujetos a osos de felpa es más, el azucarado ambiente que rodeaba dicha tienda, todo rosa, tipo muñeca de plástico, en donde se ha detenido, me provoca exterminio para sus “inquilinos” y como soy…de eso me encargo mas tarde.

Ahora, como buen cazador, mi encantadora presa se ha detenido, haciéndome la situación, permitiéndome un ataque directo, por lo que camuflado en una sonrisa falsa, cual vil depredador, me acerco por detrás, me inclino un poco, en donde los bordes de mi gabardina rozan el suelo a marmolado, entonces cuando tengo cerca su cuello, y observo de paso sus cabellos vírgenes, esos que casi no tocan el sol, ah…que perfección de piel y …rompo mi meditación sobre su consistencia susurrándole al oído con un tono profundo: — ¿Es hermoso no crees?— arrrggg…(gruñido número 3) pequeños sacrificios verbales para lograr mis objetivos, atraerlo con palabras dulces, ganarme su confianza y después, desangrarlo hasta que no quede una gota de plasma en su cuerpo, sí, me encanta cazar.

-si lo es...

Susurró ante aquella pregunta, aunque no sabía quien lo había dicho, entonces su mirada se enfocó de distinta manera en el cristal, en lugar de que sus ojos se centrarán en el oso a través del mismo, ahora veía el reflejo de la persona detrás de si, sentía como su sangre se helaba y su respiración se detenía... era él...

Su boca estaba abierta demostrando su sorpresa, no podía moverse y tan solo podía ver los ojos rojos a través del reflejo ajeno y sin poder soportar más cayó desmayado en ese mismo lugar, justamente cuando se creía estar a salvo, aquel demonio había parecido detrás de él, era más de lo que podía soportar.

Y se desmayo.
Realmente no sabía que podía crear ese efecto en los mortales (mentira) por lo que lo socorrí de la misma forma en que solía hacerlo en 1543, cuando las doncellas caían (y no solo eso) a mis pies.
Me incline rápidamente demostrando una solidaridad falsa pero con la suficiente fuerza como para llamar la atención del público que murmuraba palabras como "por dios que le pasa" o "alguien llame a un medico"

Por supuesto, lo sostuve delicadamente en mis manos y me entone algo frenético en una actuación que era por demás reconocida para mí.

— ¡Denle un poco de espacio a mi hijo! — demostré preocupación donde no la había pues conocía bien el "mal" que la había provocado tal estado al enano. Las personas a nuestro alrededor se abrieron paso en un circulo de aire para el chico, mientras yo hacia un RCP ficticio. Ha si...no hay nada como esto. Suministre oxigeno a sus pulmones a través de mis labios, por supuesto no era aire lo que le estaba facilitando y es que; el sabor de su cavidad era exquisita, un dulzor irresistible, adictivo, que me sumergía en el deseo y placer.

Ya que carezco de una ley de moralidad, me hice tanto de sus labios como me fue posible, disfrutándolos al máximo en poco tiempo, pues los ojos del público y algún sátiro que se atrevió a llamar a emergencias, tirando por el piso mi plan de "apropiación" me cortaron las alas.
Por supuesto los minutos que tardaban en llegar los hombres de blanco me sería suficiente para marcarlo, allí, justo debajo de su lengua, una marca invisible que solo seria detectada por mi y que me permitiría ubicarle sin importar donde se encontrara.

Sí, chico, has sido besado por un demonio, y créeme, el no se va a conformar solo con eso.

Estaba inconsciente y no podía darse cuenta de nada de lo que sucedía a su alrededor, simplemente parecía un muñeco de trapo que se dejaba hacer por todo lo que su dueño quisiera, su primer beso había sido robado y no había podido evitarlo, ni siquiera presenciarlo.

Poco a poco sintió como llegaban ruidos lejanos a su conciencia, su cuerpo se sentía pesado, seguía sin reaccionar pero comenzaba a sentir un poco de lo que pasaba a su alrededor, intentó abrir sus ojos pero se sentían pesados sus párpados, ¿que estaba pasando? ¿porqué había tanto ruido? No estaba seguro pero sentía como si su cabeza fuera a explotar.

Me seguí aprovechando, de sus labios.

Marcándolo a profundidad, como había escrito y diseñado, cada forma hecha con la punta de mi lengua, recitando mentalmente el conjuro de ubicación.

Me concentre en ese instante, dejando de lado los molestos murmullos que procedían de la multitud. Más cuando termine me separe de a poco del pequeño, dejándoselo a los hombres de blanco que llegaron en ese momento.

Bastardos, me estaba divirtiendo con mi actuación y me interrumpen de esa forma. Me hicieron a un lado para practicarle primeros auxilios al menor que parecía salir de a poco de su letargo, por lo que yo sin apartarle la viste me levante de a poco.
Uno de esos hombres se me acerco para preguntarme si "era cierto que yo era familiar del chico" a lo que conteste que por supuesto y que en cuanto se sintiera mejor lo llevaría a "nuestra" casa para que descansara. Puedo decir que en este momento mi sombra, mi lado oscuro que es casi todo mi ser, se elevo al punto de emerger de la oscuridad si se podía, solo era cuestión de minutos para que me hiciera del “plato principal”

Logró recobrar el conocimiento poco a poco, vio hombres de blanco a su alrededor, parecían... ¿enfermeros? ¿qué hacían ahí? ¿Qué había pasado? Su cabeza daba vueltas y no lograba recordar que era lo que había sucedido momentos antes... para empezar ¿qué hacía en el piso? y... ¿porqué sentía un sabor distinto en su boca? como si... bueno, no estaba seguro de como se sentía....

-mnhh... ¿qué paso?

Susurró débilmente a los enfermeros a la vez que intentaba incorporarse, aunque su cuerpo se seguía sintiendo demasiado pesado, quizá con un poco más de tiempo lograría levantarse... además no quería que lo llevaran al hospital, no le gustaban, prefería descansar en su cama.

Esa era mi entrada si, ese: "mnhh... ¿Qué paso?"

Era en este punto de confusión donde tendría que hacer mi movimiento para dar un golpe certero, por lo que rápidamente me puse tras el chico, haciendo espacio entre la "moderada masa" que lo rodeaba. Puse mis manos estratégicamente sobre sus hombros, presionándole, sí, tratando de opacar las futuras palabras que contradijeran mi argumento, uno simple: — No lo recuerdas pero te desmayaste — me incline un poco en su dirección, cubriéndole con mi sombra y clavando mis orbes en sus ojos agua marina o de ese color los veía y créanme es la primera vez que me fijo en ese tipo de cosas (verdad)

Seguí entonces con la argumento, mi tesis a exponer: — deberías tener más cuidado, querido... — hasta yo me escuchaba patético, pero era necesario para sustentarme — agradece a los señores... — presione de nuevo su hombro, motivándole — y regresemos. — le guiñe el ojo descaradamente, por supuesto su reacción era algo que estaba calculando entre probabilidades, pero sea como fuere, no iba a renunciar a "probarlo" tan fácilmente.

Estaba aun un poco desconcertado por lo que había sucedido, sin embargo no estaba lo suficientemente desorientado como para haber olvidado el miedo que le tenía a esas orbes rojizas, al instante sintió su boca secarse nuevamente de tal manera que no decía nada, lo cual ante los ojos de los curiosos corroboraban la teoría de que el chico recien trataba de orientarse y que el mayor era su padre preocupado por su salud.

-g...gracias....

Susurró atemorizado aunque podría llegar a confundirse con algo de timidez, una vez que estuvo despierto los paramedicos se fueron y la gente comenzó a dispersarse.

-¿Qué vas a hacer conmigo?

Preguntó en un susurro, no veía escapatoria a aquellos ojos de cazador.

Me sorprendió su astucia, por lo que sonreí de medio lado, sí, aun ante mi presencia el tenia la valentía suficiente que otrora otros no tuvieron, no solo para hablarme, sino para preguntarme por mis intenciones.

Conteste sin miramientos, mintiéndole descaradamente, por supuesto decirle la verdad, tendría como consecuencia el que gritara pidiendo ayuda, claro esto en el mínimo de los casos. Mis intenciones eran completamente torcidas, oscuras y pérfidas y eso me maravillaba.

—Que te parece un café— mi tono se volvió asquerosamente azucarado, demostrando una tranquilidad, amabilidad y confianza, que realmente no existe en mi, bueno, lo primero sí, lo segundo y tercero no (todo sea dicho) —me lo debes después de comportarte así conmigo, enano…— juguetee — Sabia que tengo mala apariencia, pero, hacer que un chico se desmaye, eso es algo nuevo— me encanta, me encanta mentirle a las personas, es parte de mi naturaleza y es una de las cualidades (según yo) más maravillosas que tengo, así que niño..qué piensas hacer ¿aceptaras mi invitación o huiras?

Escuchó cada palabra atentamente y no pudo sino sentirse confundido, por un lado estaba lo sucedido en la iglesia y como todo lo había atemorizado, pero por otro lado no había razón para realmente pensar que al estar detrás de él significaba que deseaba hacerle daño, había demasiadas cosas en su cabeza sin embargo como siempre su lado inocente, o quizá tonto fue el que venció.

-perdona... Es solo que tus ojos me asustarron...

Estaba verdaderamente apenado, jugueteaba con ambas manos un poco y sus mejillas estaban sonrojadas a la vez que una tímida y dulce sonrisa asomaba a sus labios.

-creo que fui algo tonto e impulsivo... Y... No es que tenga mala apariencia, solo que sus ojos bueno... Es decir si podemos ir a tomar algo.

Me dio el “si”, ha…esta cualidad de los mortales de confiar en todos solo porque son amables, sin duda hace más fácil el control de población natural alias muerte.
Ahora...el chico parece haber sentido algún tipo de vergüenza por mis palabras, justo lo que quería…hacerlo sentir mal, que de alguna forma había recibido algún tipo de maltrato que solo compensaría una taza de té, café u otra bebida disponible.

—Puedes disculparte todo lo que quieras mientras hablamos, pero estando más cómodos y con nuestras ideas despejadas— lo tome de la mano, como si fuéramos de alguna forma familia, esa que antes fingí ser para él.

Reduje mis pasos, pues estaba acostumbrado a dar pasos largos para acortarme tiempo, claro eso era cuando no recurría a otros medios de transporte más fantasiosos a vista humana. Lo lleve, si esa era la palabra…lo lleve guiándome por mi olfato, hacia el fondo izquierdo del amplio lugar.

Una cafetería moderna, con publicidad sobre sus productos en la parte de afuera y con el nombre tallado en madera con letras grandes y estilizadas se encontraba allí, había sido atraído por el olor a exótico del moca y cappuccino, la suavidad de la crema y especias y el dulzor del licor que usaban para sus preparaciones, inclusive la vainilla francesa me rozaba la nariz, haciéndome cosquillas.

Entre siendo el primero, las mesas con forma redonda y de tamaño compacto, en cuyo centro descansaba café en grano, me pareció un detalle bien elegido. Me senté y le pedí al enano que hiciera lo mismo…este era el inicio y me estaba tomando mi tiempo en llevarlo a cabo.

En cuanto se puso de pie comenzó a caminar a lado del mayor dejando que este le guiara, iban tomados de la mano, lo cual le causó un poco de vergüenza, no acostumbraba a tomar la mano de nadie más, comenzó a dar vueltas al tema en su cabeza sobre lo apenado que se sentía con respecto a ello, más el olor a café le hizo salir de su ensueño, frunció la nariz un poco en cuanto el fuerte olor llegó a el, no es que fuera desagradable, sino que era un aroma penetrante.

-¿venderán chocolate?

Preguntó para si mismo mientras observaba el lugar, era bonito y le gustó, así que como niño chiquito corrió a una mesa en el fondo la cual estaba cercana a una vitrina con pasteles, así podría ver si alguno se le antoja a él o el mayor mientras charlaban, se sentó en la silla dando la espalda a la pared e hizo una seña para que killyem se acercara a sentarse con él.

-¡anda, aquí es un buen sitio!

Volvió a sonreirle esta vez más calmado y animado con respecto a estar con el mayor, inclusive ya casi había olvidado el incidente en la iglesia.

Sin duda es un niño chiquito.

Reí para mi, pensando en el magnífico bocadillo, en lo dulce de su sangre, y en como su piel se vería teñida de color rojo escarlata brillante, en cuando comenzara a salir por su cuello y que con el tiempo debido a la falta de oxigeno se pondría opaca, toda una delicia.
Y mientras el enano, pensaba en si había chocolate yo le miraba de reojo, como una bestia salvaje al pendiente de que su presa no escapase, inclusive mis ojos rojos parecían entonarse más.

Después corre y se sienta en la mesa elegida por el...la del fondo, que tenía cercanía y vista perfecta (todo sea dicho) a una vitrina con dulces empalagosos, ya saben: pasteles de todo tipo y sabor que de solo verlos me descompensaron, girando mi rostro automáticamente, cuando pase por su lado para tomar asiento a su lado.

Las sillas eran delicadamente sencillas, hechas de hierro, con el respaldar formado por una curva alargada que le daba forma y que para evitar que la espalda del comensal pasara derecho, estaba sujeta con líneas verticales que terminaban en la base del asiento, las patas eran delgadas y cumplían con su función.

Me senté cómodamente, esperando a que una de las meseras se acercara para tomar nuestro pedido...pero cuando lo hizo, le pedí algo de tiempo en cuanto nos demorábamos en decidirnos, por lo que dejo el menú, hermosamente pintado sobre la mesa y nos dejo, con una reverencia.
Tome entonces la carta plegable y la abrí para echarle un ojo a las bebidas ofrecidas, no sin antes hablarle al chico sin dirigirle la mirada: — ¿Y que hacías en la iglesia?— desvié mi rostro hacia el lado derecho para enfocarme en una bebida de crema y café con algo de licor, por supuesto me salte preguntarle su nombre, su edad o demás cosas que desde mi punto de vista no eran importantes.

Esperaba pacientemente al mayor desde la silla viendole con una sonrisa más calmada, mecía sus pies un poco a manera de juego mientras el moreno se acercaba y tomaba asiento a su lado, aún no sabía que ordenar, ya que no sabía que era lo que servían y había pasado ese tiempo observando al mayor y el lugar en el que estaban, era muy bonito, tanto que seguramente iría nuevamente, claro, siempre y cuando lo que sirvieran tuviera buen sabor.

Finalmente el mayor hizo una pregunta que le hizo estremecer, no porque estuviera haciendo algo malo, sino por el hecho de que recordaba cuando el otro rompió su lapicero sin esfuerzo alguno.... definitivamente había sido aterrador, pero a pesar de todo, trató de mantenerse sereno y continuó sonriendole.

-bueno, a mi... me gusta mucho dibujar, no soy muy bueno... pero me gusta hacerlo, y bueno, pues... la iglesia es muy bonita así que quise hacer un dibujo de ella, pero... no pensé que molestaría a alguien....

Jugó nerviosamente con sus manos mientras veía al mayor de reojo, obviamente hacía referencia a él... a deir verdad el mayor le ponía nervioso en todo momento, en parte sentía miedo... pero al mismo tiempo llamaba su atención...

—¿Así que te gusta dibujar?— lo escuche atentamente mientras decía cada palabra, hipnotizado por sus labios, si, esos labios que a mi vista eran tan suculentos, inclusive su textura, las marcas respectivas, la forma, el delineado en donde se dividía lo claro de lo sonrojado, todo me resultaba atractivo.

Me atrevo entonces y esto es un decir, porque no soy de los que da pasos a oscuras sino siempre calculados, a preguntarle más explícitamente de su vida, por alguna razón que no entiendo y de la forma más sutil posible, inclusive bromeando sobre el asunta, para ganarme su confianza, refiriéndome a técnicas para hacerte de tu presa.

—¿Te pongo nervioso? Pareces dudar cada que dices una palabra... — un paso más —no muerdo o por lo menos no a esta hora, así que tranquilizate y ¿qué decidiste pedir? — hice un ademan a la mesera invitándole a regresar a nuestra mesa para tomar nuestros pedidos.

-eh bueno.... si, si me gusta mucho dibujar...

Tenía razón, lo ponía nervioso, pero no podía evitarlo, la irada, los gestos, la presencia ajena, todo en el le hacía sentir nervioso, sentía su boca un poco seca, la necesidad de sonreir para no quedar mal a cada momento, al igual que sentía como sus manos sudaban un poco, todo esto acompañado de el sentimiento de tener un "hueco" en el estomago, pero decidió omitir esa información y centrarse en las otras dos preguntas que el mayor había hecho, se dió cuenta de que el mayor llamaba a la mesera y volteó una vez más a ver la carta, debía revisar que era lo que quería.

-quiero un chocolate caliente y....

Volteó a ver la vitrina con los postres, había un pastel que se veía delicioso, de vainilla con fresas, se relamió un poco los labios y lo señaló.

-y quiero una rebanada de ese pastel, por favor.

Una vez que terminó de pedir su orden le sonrió a la encargada, volteando luego ver una vez más al mayor, esperando a que este también ordenara.

Asentí a cada palabra suya, mientras pensaba en que era una "entrada" perfecta para mi noche de caza.

Calcule todos sus movimientos, inclusive el hecho de que no contestara a mi pregunta, lo tenía previsto, eso y que pidiera chocolate para beber y una rebanada de pastel para acompañarle.

Lo estaba estudiando, si, me gusta estudiar a mis presas y más cuando son racionales, eso lo hace más interesante. Así pues la mesera se acerca con una sonrisa en su rostro “batiendo” su falda abombada de pliegues negra, con un delantal blanco, llevaba una libreta en la mano para tomar el pedido, iniciando con el chico, yo por mi lado pedí un café negro sin azúcar, era todo lo que necesitaba.

La mujer toma el pedido, y nos deja no sin antes decirnos que en seguida nos traerá las bebidas y el pastel, entonces de nuevo a solas aprovecho para continuar con la conversación: — Tu, si me pones nervioso…pequeño — lo mire fijamente, clavando mis ojos en sus orbes, curioseando sobre su reacción.

Vio como la chica se iba con su orden apuntada en una libretita, esperaba ahora a que llegara pronto su pedido, la verdad se le había antojado mucho y había abierto un poco su apetito, estaba absorto en sus pensamientos sobre comida, dulces y chocolate en cuanto la voz ajena le sacó de sus pensamientos con una nueva idea, la cual asaltó su mente y se quedó ahí resonando una y otra vez, al instante sus mejillas enrojecieron y su vista trató de huir del rostro y la mirada ajena, le daba pena aquella "confesión" nunca nadie le había dicho algo así.

-y...yo... pero, eh, ¿p-porqué?

No entendía que parte de él podría poner nervioso al mayor, después de todo no es como si le gust.... ¡NO! definitivamete no, ¿Cómo podría ser posible que le.... gustara? es decir, apenas si era un niño y el mayor, bueo, pues.... era grande, apuesto, y... no, definitivamente debía haber otra razón detrás de ese comentario.

Oh sí, que encantadora reacción, algo tan simple y ya había logrado desestabilizarlo un poco, veamos que mas sigue.

— Solo te estoy diciendo la verdad...— Y es aquí, donde la duda del lector surge, ¿Killyem diciendo una verdad? pues si, sorpréndanse, por supuesto es la punta del iceberg, no soy de decir verdades sin un precio de por medio y créanme que este era grande, solo que el chico no lo sabía.

Continúe con mis palabras absurdas (porque eso eran) dosificadas con toques azucarados para mayor absorción de mi receptor:— desde el momento en que te vi en la iglesia, me pusiste nervioso, algo en mi resonó de solo ver tus ojos — esta técnica era un arma de doble filo y debía ser usada con completa calma, como si el que lo dice estuviera diciendo cualquier cosa, para no intimidar de alguna forma a su acompañante, por supuesto el ambiente se tranquilizo, cuando la mesera regreso trayendo consigo las bebidas, sobre una charola/bandeja, las puso delicadamente sobre la superficie, he de decir que el olor del café recién preparado es exquisito, por supuesto que espere a que todo estuviera a acomodado sobre la mesa para dar la primera probada. Dejo las servilletas y un recipiente con azúcar por si cambiaba de idea (nunca) al chiquillo por otra parte le sirvió su tan anhelado trozo de pastel y su bebida achocolatada.

Pasó saliva aun más nervioso, busaba en su mente una forma de responder a las palabras ajenas, estaba tan sumido en aquello que no logró notar que la mesera había regresado con su orden, sino hasta que el olor del chocolate y café recién hechos llegaron a su olfato, entonces descubrió que la mesera ya se retiraba y apenas si logró mascullar un leve "gracias", no estaba seguro de si la chica le había escuchado, aunque en realidad no es que le importara mucho en aquellos momentos, por un instante su mirada se cruzó con la del mayor y le hizo sentir sus mejillas arder una vez más a la par que desviaba su mirada, nuevamente meció sus pies debajo de la mesa tratado de ocultar su nerviosismo.

-este... em.... pero...

No estaba seguro de que decir al respecto, se sentía halagado, pero como nunca había pasado por una situación similar no sabía como reaccionar, pero de una cosa si estaba seguro, el mayor comenzaba a.... ¿gustarle? si, al parecer si, maldito fuera su enamoradizo corazón.

-me llamo Quimey...

Susurró bajito, terminando por presentarse con una tímida sonrisa.

Un avance para alcanzar mi meta, se había presentado, dándome su nombre, y no pude evitar juguetear al respecto, por lo que levante la taza y di un suave soplo sobre la bebida caliente actuando como mortal aunque el calor no tuviera ningún efecto en mi, si podría ser sospechoso, por parte de algún entendido.

Así que, di una primera probada y después ocultando mi boca el recipiente que contenía el líquido aromático y oscuro, hable de nuevo: —que peligroso ¿eres de dar tu nombre a un extraño? Qué tal si fuera un secuestrador o un asesino (verdad) me harías las cosas muy fáciles pequeño — lo mire libidinoso y penetrante, con mis orbes doradas casi tratando de hipnotizarle, por su puesto tratar y hacer son dos cosas diferentes, solo quería llamar su atención y hacerme el bueno, el santo.

Tomó su taza de chocolate comenzando a beber e pequeños sorbos, quería distraerse un poco, pero pareciera que el mayor se empeñaba en que no lo lograra, aunque en este caso la razón fue distinta, alzó la mirada hacia el y se sorprendió un poco de lo que le "reprochaba", la verdad él nunca había sido una persona que desconfiara de los demás, en realidad se le dificultaba pensar que los demás quisieran engañarlo o aprovecharse de él...

-yo... no lo había pensado, pero todos nuestros conocidos en algún momento también fueron extraños ¿no? ¿cómo podría conocer amigos nuevos o.... enamorarme... sino hablo con gente nueva?

Ante la segunda idea una vez más se sonrojó al pensarlo aunque desde su punto de vista tenía la razón, no había razón por la cual "cerrarse" a los demás.

—Que inocente eres— no pude evitar decirle, en donde era una verdad absoluta. Si es cierto que todos nuestros conocidos en un principio son extraños, eso no los libera de que tengan un lado oscuro y que el inicio solo sea una forma de conseguir sus objetivos.

Después e todo podrías ser amigo de alguien que te saluda y se presenta como: buenas tardes soy fulano de tal y soy asesino.

La respuesta es obvia, la gente debe camuflarse bajo un falso halo de amabilidad y dulzura, inclusive puede fingir ser inteligente para agradar a alguien y después te dan la estocada final. Esto lo sabía bien, era una de las reglas de mi sociedad, por lo que estaba más que acostumbrado a la falsedad. Ahora, por supuesto que su forma de pensar me beneficiaba, por lo que no hice hincapié en tratar de contradecirle, por el contrario: —tienes toda la razón niño, debemos conocer gente extraña para ampliar nuestros horizontes y cambia el “extraño” por “amigo”— seguí bebiendo de mi taza, disfrutando del café, de su aroma y su sabor, mientras lo observaba de soslayo, mas formule una pregunta, una que le diera a decidir: — entonces, según lo que dices, yo…¿ puedo aspirar a ser tu amigo? — como me estaba divirtiendo, sin duda era una de las mejores tardes de mi existencia.

Nuevamente volvió a beber un poco de chocolate, tomando entonces el primer trozo de su pastel, empezando por la "punta", ya que era como le gustaba comer los pasteles, quizá si era muy inocente y escuchaba atentamente las palabras ajenas, ante lo que solo se limitaba a sonreirle al mayor, con frecuencia le llamaban inocente, sin embargo no se veía afectado por ello, en ocasiones inclusive le llegaba a causar gracia, ya que él no se consideraba como tal (aunque definitivamente lo era).

La charla iba bien aunque lo último le hizo esbozar una sonrisa un poco más tímida.

-bueno.. Pues, supongo que si, si podríamos ser amigos

Tendió su mano por sobre la mesa hacia el mayor con la intención de que este la tomara, era su manera de decir "ahora somos amigos".

-a próposito no me has dicho tu nombre

Clasificando mis presas puedo decir que este chico es de clase "C" y es que; el cuento de caperucita roja, aplica perfectamente en este momento.

He de decir que sin duda es una de mis historias favoritas y que sin duda su mayor exponente es la versión de Charles Perrault, se suponía que ese cuento servía para escarmentar a que las chicas de la época no hablaran con extraños, por ello Perrault dio un final tan siniestro (y encantador) a su versión. Yo por mi parte seguiré con mi papel de “lobo” para saborear a “esta” caperucita.

Tomo la mano que me ofrece, correspondiendo a su idea de amistad y por supuesto que… Nah ¿realmente creen que se la voy a dejar tan fácil? Por supuesto que no.

Aprovechándome de nuestra “unión” me acerco a él y le susurro, mi sentido del olfato, más desarrollado que el de un mortal detecta el aroma dulce que despide su piel, y se embriaga por la fragancia: —Mi nombre te lo digo en un lugar más privado—acerté a decir, golpeando mi aliento contra su lóbulo cuando me alejaba, para sonreírle ladino y conforme, por supuesto esperaba con esto una reacción “colorida” de su parte.
Separé mi mano de la suya, pues las impertinentes meseras del lugar, cuchicheaban a nuestras espaldas, retome la taza y bebí por última vez, degustando a nueva cuenta la exquisitez de esta bebida oscura, una de mis predilectas.

Esperaba ansiosamente poder escuchar el nombre ajeno, era algo excitante y divertido desde su punto de vista, sonreía y cuando se acercó de aquella manera tan "peligrosa" no sintió ningún miedo en absoluto, comenzaba a sentirse más cómodo a su lado, aunque por supuesto no pudo evitar que sus mejillas se tiñeran de un dulce e inocente color rojizo, sin embargo las palabras lograron que la vergüenza se adueñara de él completamente, mordió su labio inferior un poco y cuando se alejó el mayor de su rostro, no estaba seguro de si podría verlo directo a los ojos, así que al igual que él tomó su chocolate y bebió un poco más.

-y... ¿que tienes en mente?

Susurró algo apenado sin saber que otra cosa preguntar, seguía sin poder verlo a los ojos, pero estaba seguro de que sin importar a donde deseara llevarlo el mayor él lo seguiría, no sabía porqué, pero deseaba estar con él, era como si... comenzara a sentir "algo" más... aunque no pudiese definir ese algo.