Havin' fun like the old days~ [priv. Kuroko]

Apenas eran las 10 am y el despertador ya chillaba como loco, produciéndome cierto malestar ya que casi siempre en fines de semana aprovechaba para dormir un poco más, después de haber tenido una semana larga en la universidad y en el trabajo. Afortunadamente tenía sábado y domingo para despejar la mente y relajarme un poco antes de volver a la rutina.

En fin, el día tenía que empezar quisiera o no. Me levanté de la cama y caminé al sanitario mientras me rascaba el abdomen y me tallaba los ojos. Severos minutos después salí con la cara y los dientes limpios y también con el cabello arreglado como normalmente hacía. Al regresar a la habitación, tendí la cama y me vestí con ropa limpia pues hoy tendría una cita con mi mejor amigo: Kuroko.

Ya que ahora ambos estudiábamos en diferentes carreras, nos podíamos ver sólo en fines de semana y aprovechábamos para ponernos al corriente o bien, simplemente salir a comer o a hacer cualquier cosa para divertirnos y pasar bien el rato. Pese a que ya no nos frecuentábamos diario, jamás perdimos el contacto y aunque fuese para mandar mensajes con bromas (y molestarme en el proceso), no dejábamos de platicar a diario. Debía de admitirlo: el peliazul era una de las personas más importantes de mi vida y no estaba dispuesto a dejar que otra persona ocupara el lugar de su mejor amigo, de su luz. Sonreí y me avergoncé un poco al recordar el momento en que él me confesó aquello. Parecía muy lejano y a la vez muy cerca, cuando habíamos ganado la Winter Cup y nos convertimos en los mejores de Japón. Aún tenía el trofeo adornando la repisa de mi cuarto, junto a muchos otros logros y medallas que juntos habíamos logrado.

De pronto el celular sonó. Deslicé el dedo por la pantalla y leí el texto que venía, precisamente, de Kuroko. En este se leía que no debía de llegar tarde. Hice una mueca. –Ahhhh. ¡El que llega tarde es otro, idiota! –bloqueé el celular y lo guardé en el bolsillo de mi pantalón.

Me dirigí a la cocina como tenía por costumbre y en cuestión de minutos ya estaba preparando algo para desayunar. Nada difícil pero sí sustancioso porque siempre he sido un hombre que come demasiado. Llamé a Tatsuya por Skype y estuvimos platicando mientras yo desayunaba y él se preparaba para ir a una cita con una de las tantas chicas que siempre lo invitaban a salir. Me gustaba mantener el contacto con mi hermano mayor porque también era parte importante de mi día a día.

Miré mi reloj una última vez antes de salir de casa -11:30-. Caminé un par de cuadras antes de tomar el metro que me llevaría al lugar donde habíamos acordado vernos: en esta ocasión iríamos al Centro Comercial de la ciudad y pasaríamos todo el fin de semana juntos ya que él vendría a quedarse a mi casa. No pude evitar emocionarme con la idea. Siempre me sentía a gusto con el enano y se me notaba en todo el cuerpo.

El reloj marcaba las 8:00 am, simplemente ya no podía permanecer acostado ni un minuto más. Cualquier otro día consideraría pecado levantarme a estas horas en fin de semana, pero este día estaba justificado, vería a mi mejor amigo: Kagami.

La cita era dentro de unas horas en el centro comercial, pero tenía que arreglar mi maleta pues pasaría la noche en su casa. No era la primera vez, sin embargo, nuestros fines de semana eran más importantes ahora que no lo podía ver todos días.

Me levanté de la cama y me dirigí al baño, al salir llevaba las manos llenas de las cosas que necesitaba. Si Taiga me viera seguramente se burlaría de mi para molestarme, es lo normal entre nosotros, nos molestamos el uno al otro solo por el simple placer de ver el mundo arder.

Después de tender mi cama intenté peinarme, aunque ya sabía que era una causa perdida, mi cabello parecía tener vida propia y si el color no llamaba la atención lo hacía su apariencia, así que solo pasé el peine un par de veces y lo dejé en paz.

Poco después de las 10 le mandé un mensaje a Taiga, “-No llegues tarde”, ambos odiamos la impuntualidad pero con imaginarme su reacción me bastó para sonreír. Sus eufóricas maneras de reaccionar siempre me divierten, la manera en que frunce el ceño hace que sus cejas se vean muy cómicas.

Nunca he entendido como fue que acepto ser mi luz, sin embargo, no me arrepiento de haber hecho la propuesta hace ya unos años. Sería su sombre y lo convertiría en el mejor jugador de Japón, lo logramos y nuestra amistad no hace más que fortalecerse. Soy muy feliz por ello.

A las 11 tomé mi maleta y la de Ni Gou, faltaba una hora para encontrarme con Kagami, pero tenía que dejar a mi mascota en casa de mi abuela para que no estuviera solo mientras yo visitaba a Taiga, era una noche pero no me gusta dejarlo en mi dormitorio.

Salí de casa de mi abuela con bastante tiempo para llegar al centro comercial, podía ir caminando pero preferí tomar el metro y llegar antes que mi amigo para poder molestarlo por hacerme esperar.

Mientras esperaba llegar a mi destino escuché varias canciones que me hicieron recordar nuestros días de entrenamiento diario. Aún seguíamos frecuentando a los chicos pero definitivamente las cosas habían cambiado: se rumoraba que la entrenadora y el capitán estaban saliendo aunque nadie lo había confirmado, además de Teppei seguía en Estados Unidos recuperándose de la lesión en su rodilla (Alex a veces me mandaba mensajes contándome cómo seguía ya que ella era quien se estaba encargando de su rehabilitación); Mitobe y Koganei asistían a la misma Universidad que Aomine y yo así que a veces salíamos a beber con ellos.

Y, por supuesto, los de la Generación de los Milagros estaban esparcidos por todo el país: Midorima y Akashi estaban estudiando medicina pues su meta era fundar un hospital dedicado únicamente a la pediatría. Negué con la cabeza. No podía imaginarme a un par de tipos estirados tratando con niños pero en fin… Kise, por su parte, se había alistado para ser piloto aviador, lo cual sorprendió a más de uno incluyéndome. Y por último, el poste morado llorón estaba aprendiendo gastronomía. Tsk. El muy idiota seguro se comía todo lo que preparaba antes de servirlo. Suspiré. Todos seguían siendo unos mocosos. Inclusive el moreno, con el que a veces salía, estaba trabajando medio tiempo como policía. En serio no podía creerlo. ¿El más inútil de todos trabajando como una autoridad? You gotta be fucking kidding me.

Por estar pensando en estupideces, casi me paso de la estación en la que tenía que bajar. –Siguen molestándome aunque ya ni los veo –murmuré al atravesar las puertas del metro aunque segundos después sonreí. Todos y cada uno de los chicos con los que en su ocasión jugamos ya eran adultos que estudiaban o trabajaban y me sentía orgulloso de ellos. Cada uno perseguía sus sueños y eso era mucho qué decir.

Caminé con paso firme hasta llegar al reloj en la entrada del Centro Comecial y cuyas manecillas indicaban la hora exacta: 11:55 am. Suspiré de alivio. El enano todavía no llegaba. Con un movimiento rápido pausé la música y revisé el celular por si no tenía algún mensaje suyo pero nada. Ahora sólo faltaba esperar un par de minutos a que mi amigo llegara para así empezar nuestro fin de semana juntos.

El metro, la tecnología, la vida, en este momento siento que todo me odia, el tiempo que llevaba de sobra se me esfumó como humo. ¿La causa? El transporte se quedó detenido entre estaciones y los pasajeros fuimos felizmente desalojados de los vagones, ya había agotado mi tiempo así que tuve que correr para llegar puntual a la cita. Kagami se divertiría de lo lindo molestándome si llegaba tarde.

Nunca he entendido como mi cuerpo puede aguantar un partido de basket y no puede correr unos cuantos metros en caso de emergencia. Y esto definitivamente califica como emergencia. Faltaba una cuadra para llegar y sentía que mis pulmones explotarían en cualquier momento.

Me detuve en la equina frente al centro comercial y apoyé las manos en las rodillas, la mochila resbaló por uno de mis hombros y cayó al suelo haciendo un ruido sordo. Lo único que me faltaba era que se rompiera alguna de mis cosas. “-Genial”. Estaba locamente emocionado por ver a mi amigo y el karma elegía el peor momento para regresarme todo lo que había hecho.

El semáforo cambió de luz y pude seguir con mi alocada carrera. Poco me importaba que la gente que mirara como si hubiera perdido la razón, tenía que llegar con una de las personas que más me importan en la vida así que pasaría sobre lo que fuera.

Levanté la vista para mirar el reloj que estaba a poco más de veinte metros y marcaba las 11:55, con un poco de suerte, Kagami no habría llegado aún y tendría tiempo de recuperar el aliento y de ahorrarme la explicación de cómo es que la vida me odia en este día.

Caminé lentamente hacía el reloj, rogando por tener unos minutos para respirar como es debido, pero ¡oh triste realidad! Reconocería esa espalda hasta en medio de un apocalipsis; mi luz, mi amigo y seguramente mi verdugo por llegar un minuto después que él, estaba mirando su teléfono. Definitivamente la vida me odia.

Sonreí, al mal tiempo buena cara. Seguramente primero pondría cara de quererme golpear y después escucharía la loca narración del porqué lo hice esperar. Odiamos la impuntualidad pero viéndolo por el lado positivo no estaba llegando tarde, él se había adelantado, así que era su culpa por adelantarse y llegar antes de lo planeado.

Ya puestos en el asunto, no me gustaba llegar tarde a ningún lado, y exigía lo mismo de los demás; era una cuestión que mi padre me había enseñado y por tanto, no podía deshacerme de ella así como así. Sin embargo, entendía que muchas veces el tránsito o cualquier otra cuestión externa podían hacernos la vida imposible, así que, cuando guardé el celular y elevé el rostro, mi vista periférica vislumbró el cabello azul pálido de mi mejor amigo. Le sonreí mitad burla, mitad alegría. –Buenas noches, Kuroko. –no esperé a que él se acercara a mí, ya que, por lo agitado que estaba, seguramente algo le había sucedido en el camino pero ya después él me lo contaría con más calma. Palmeé uno de sus hombros para tranquilizarlo.

–Me debes una hamburguesa. –insinué una apuesta que no estaba expresa en palabras, pero eso se ganaba por llegar ‘tarde’ aunque recién daban las 12 según el reloj que se ubicaba en lo alto del poste. –Por cierto, no sabía que te ibas a quedar conmigo una semana entera. –señalé su maleta, el enano siempre cargaba con un montón de cosas y nunca entendí muy bien para qué. –¿Dejaste a Nigou con tu abuela? –pregunté por mera cortesía; en realidad no me agradaban los perros pero tanto mi amigo como el animal se profesaban un cariño que jamás llegaría a comprender del todo, es decir, ¿quién demonios podría querer a una criatura tan… tenebrosa?

Empecé a caminar con el peliazul a mi lado y un par de metros adelante las puertas automáticas del Centro Comercial se abrieron para dejarnos pasar. –Vamos al arcade. –sonreí mientras volteaba a verlo. Una risita que se adelantaba al triunfo salió de mis labios. –Puede ser cualquier juego y te apuesto que te ganaré.

Pasamos por varias tiendas: algunas tenían maniquíes modelando ropa en extrañas posiciones, ya fueran ‘hombres’ o ‘mujeres’ siempre había algo extraño en esos muñecos; de igual forma, recorrimos varios pasillos en los que vendían películas, animes, música y demás cosas; esas tiendas me gustaban. Tal vez, cuando fuese más tarde, podríamos detenernos en una de ellas.

–Por cierto, ¿cómo te ha ido? ¿Alguno de los chicos te ha hablado? El Captain me dijo que estaban planeando algo para Navidad en un Karaoke pero no sé si asistir. No es como que se me dé muy bien eso de cantar. –estaba consciente de que era una plática amena, pero escuchar su voz tenue, me tranquilizaba, además tenía una semana que no lo había visto y no sabía qué cosas habían pasado en su vida.

Supongo que la vida de adulto es así: pese a que ya no pases mucho tiempo con tus seres queridos, eso no significa que dejes de preocuparte por ellos, sino todo lo contrario. Me alegraba con demasía saberme su mejor amigo.

De las cosas que más me impresionan de Kagami, es la facilidad que tiene para transmitir sus emociones con un solo gesto. Así me lo reveló la sonrisa malvada que reflejaba su rostro cuando me miró. Entiéndase que no es una mala persona, pero como ya lo mencione, nos gusta molestarnos “Por el puro placer…”

Sabía que mi llegada estaba dentro de la puntualidad, pero el hecho de que él hubiera llegado antes, era un motivo para fastidiar. Siendo honesto, yo hubiera hecho lo mismo, ese era el plan. Me recibió con un –Buenas noches, Kuroko-, mi respiración no era regular todavía, así que mi saludo salió entrecortado, -Buenos… días… Kagami-.

Como parte del saludo, le debía una hamburguesa, se burló de mi mochila y tuvo la amabilidad de preguntar por Nigou, con todo y que odia a los perros entiende (muy a su manera) la relación que tengo con mi mascota. Cuando pregunta tantas cosas al mismo tiempo no sé cuál responder primero así que como en otras ocasiones me limité a asentir.

Al entrar al centro comercial mi amigo decidió inmediatamente ir al arcade, a Kagami le encantan las competencias. Mientras caminábamos, observaba los múltiples maniquíes y sus extrañas posiciones y proporciones, es físicamente imposible que un humano normal tenga un cuerpo tan delgado.

Como es usual entre nosotros, la plática la dirigía mi amigo, soy una persona de pocas palabras así que no me molesta que Kagami hable demasiado, me gusta escuchar su voz. Nuevamente realizó varias preguntas, pero en esta ocasión si tenía una respuesta.

-La reunión se está organizando pero no se ponen de acuerdo en el lugar y la hora, lo mejor será esperar a que tomen una decisión. Deberías asistir, será agradable reunirnos, ha pasado un largo tiempo desde que estuvimos todos juntos por última vez. – Sonreí al recordar los entrenamientos que tuvimos fuera de la escuela y porque es muy raro que utilice tantas palabras juntas.  – Además te encanta cantar.

No importa el tiempo que transcurra entre cada encuentro con mi amigo, siempre podemos dejar una plática inconclusa y continuarla como si no hubiera pasado nada. Podrá pasar mucho tiempo antes de que pueda verlo nuevamente todos los días, en lo que terminamos los estudios tendré que conformarme con verlo los fines de semana.