Tiempo de Descanso [Libre]

Había terminado su última clase de la mañana, todavía quedaban un par de horas para el almuerzo y no tenía ningún trabajo que preparar para las clases de la tarde. Tenía todo bien atado, trabajos hechos y todos sus apuntes al día. Eso le dejaba con dos horas libres y, lo peor de todo, sin nadie conocido con quien poder pasar el rato. Casi todos sus compañeros tenían algún trabajo que terminar o apuntes que pasar a limpio.

Aburrido y sin ganas de moverse a ningún otro sitio, se tumbó sobre la hierba de uno de los jardines que había disperso por todo el campus universitario. Quizás le hubiera gustado más hacer algunas de sus actividades favoritas, pero no era conveniente en ese momento, ni a esas horas del día.

Colocó los brazos bajo su cabeza, cerrando los ojos para tratar de echar una corta siesta antes de dirigirse a la cafetería a comer algo y prepararse para las clases de la tarde, aunque se estaba pensando en si acudir a esas clases o pasar de ellas e ir a la biblioteca a estudiar para el próximo examen.

Todavía faltaba una semana y media, pero quería estar lo suficientemente preparado para no suspenderlo. Se había propuesto sacar buenas notas y eso es lo que iba a hacer, por suerte había demostrado ser un buen estudiante que no necesitaba hacer demasiado esfuerzo para conseguir sacar notas medias dentro de sus propias espectativas.

Me había interesado por una carrera en particular, sí, Mikado Dubois, uno de los sujetos que se la vive durmiendo sobre la grama del cementerio durante las horas de clase, aunque acepto que las clases de cultura son verdaderas píldoras para el sueño y algunas veces la madera fría de los escritorios ayuda a calmar la pesadez de las mañanas calurosas. Solo por eso, el tutor de esa materia a tono de burla, más que de apoyo, me propuso que fuera a la universidad para darme cuenta por fin (según él) que lo que tengo dentro de la cabeza es un cerebro y que puedo usarlo en algo constructivo. Pobres educandos que solo ven lo que uno les quiere enseñar.

En fin, el hombre había desarrollado en mí, tal urticaria con su mirada petulante y sus palabras cargadas de sarcasmo y cinismo que decidí, a regaña dientes (cuando él no me estaba viendo, no soy estúpido) asistir a una de esas reuniones donde las universidades ofertan las carreras y programas que enseñan. Y solo puedo decir que...las filas eran monstruosas.

La marea de personas que iban de un lado a otro con carpetas de información, los cientos de murmullos que parecían advertir sobre una colonia de insectos hambrientos acercándose, prestos a devorar cualquier cosa que se les interpusiera en el medio y la sonata atemorizante del zapateo constante chocando contra el suelo blanco que se perdía ante la alfombra de multicoloridas telas y pieles, me robaron el aliento.

No pude con todo ello, siempre me ha incomodado moverme entre una multitud, así que tome el pequeño bolso negro que pendía de mi hombro por una correa tejida, introduje mi mano, con los dedos estirados dentro del bolsillo de mis jeans y me marche a un lugar abierto.

Que descanso. Mis pies se movían tan rápido que en un par de minutos ya me encontraba rodeado por la luz natural que me bañaba con manto de forma amable. Respire un par de veces, tratando de eliminar de mi sistema, esa sensación de aprensión que me había generado el estar en la sala anterior.
Mi molestia se desvaneció tan rápido como mis pies siguieron andando, adentrándose a la zona verde desconocida, la yerba estaba salpicada de humedad y trasmitía frescura, sí, eso era lo que necesitaba en ese momento y mi cuerpo lo sabía bien, tanto que mis piernas se doblaron por si solas y termine sentado y luego recostado sobre el césped, que se doblaba por mi peso. Estire mis brazos, sin importarme que mi camisa de manga larga se manchara de clorofila y tierra o que la correa de mi bolso se deslizara por mi brazo y terminara alejándose de mí, aunque lo que sucedió a continuación fue algo extraño, tanto que me hizo congelarme. Juraría que cuando estire mis brazos, sentí que golpee algo o...alguien. Mire a mi lado y no estaba solo, lo único que pude decir fue un: — Acosador —

(User: Lo lamento, roleo en primera persona, si te molesta lo cambio a tercera ^^)

(User: intentaré amoldarme, aunque estoy acostumbrada a rolear en tercera persona, puedo hacer el esfuerzo de ponerlo en primera cuando rolee contigo ^_^)

En algún momento me había quedado dormido, el silencio que me rodeaba era los suficientemente tranquilizante para conseguir el efecto somnífero que me hacía falta en esos momentos. Las clases de esa mañana habían sido realmente duras y ya estaba cansado. La noche anterior no había podido dormir demasiado por terminar el último trabajo que me habían mandado.

A pesar de la somnolencia, mis sentidos me alertaron de que alguien se acercaba pero no presté real atención, quería seguir durmiendo. Pero mi sueño se vio interrumpido al sentir que algo chocaba contra mí. Por el olor, podía decir que era un chico. Abrí uno de mis ojos de forma perezosa, dejando que se viera vagamente el color azul de mi iris.

Tal y como había sospechado, pero estaba seguro que no era un estudiante de la universidad, me conocía bien el olor de sus compañeros. A base de haber estado rodeado de ellos cada día, mi nariz podía diferenciarlos sin problemas, desde los de primer año hasta los que estaban a punto de terminar la carrera.

Tampoco era un profesor, no daba la edad para ello pues se notaba más joven que yo. ¿Quizás uno de esos tantos chicos que iban a las reuniones informativas? Yo no había necesitado de eso, siempre había sabido lo que quería estudiar desde que tenía uso de razón.

-No soy ningún acosador, eres tú el que acaba de llegar e invadir mi espacio personal -seguía sin abrir del todo mis ojos, no me apetecía en absoluto hacerlo. Un ligero roce por mi pierna me hizo estirar la mano y sostener una especie de bolso que coloqué ante mis ojos semicerrados para ver mejor de que se trataba -. Creo que esto es tuyo.

Se lo tendí al chico que se había tumbado a mi lado, doblando una de mis rodillas y alzando un poco el torso al apoyarme en los codos. Viéndolo desde esa nueva altura lo confirmé, el chico no podía tener más de 17 o 18 años como mucho. Una sonrisa amable se dibujó en mi rostro en ese momento.

Enarque una ceja al escucharlo decir que era yo quien estaba invadiendo su espacio personal ¿cómo pasa eso? ni siquiera me había dado cuenta de su existencia, hasta que sentí algo duro contra mi brazo en Mi momento de descanso y relajación. Encorve mi espalda y gire la mitad de mi cuerpo en dirección suya, para conocer al dueño de aquella vocecilla somnolienta. Me sorprendía al encontrarme con un chico de estatura promedio, cabellos negros y ojos de un color que no terminada de descubrir, el malayo se me resistía a dar una descripción más certera. Lo escucho entonarse por segunda vez, mis pupilas se mueven rápidamente y se percatan de que mi bolsa ha ido a parar a su mano: — Ladrón — casi recite en un cantillo aniñado, aunque me cerro la boca (mentalmente hablando) cuando me lo regreso y tomo una nueva postura, casi similar a la mía, además que su rostro estaba aderezado con una bella sonrisa que transmitía un aura cargada de amabilidad.

Me gire completamente en su dirección, ayudado de la humedad de los hierbajos que habían pasado a ser maltratados por el peso de mi cuerpo, tome mi distancia, para no incomodarlo (no quería ser acusado de nuevo de invasión) y luego cruce mis piernas relajadamente, cruzándome la correa negra de mi bolso por encima de mis hombros y por debajo del cuello de mi camisa, para que no quemara mi piel, aunque hace mucho que deje de sentir dolor físico y eso es algo que no viene al caso, por lo que no voy a dar especificaciones querido lector.

Le extendí mi mano con energía, pues fue un movimiento rápido que pudo haberle impresionado, por parecerse más bien, digno de un atacante, pero es que solo me pareció confiable, solo eso:— Mucho gusto chico raro que duerme sobre el césped seguro saltándose las clases y a quien puedo denunciar con los profesores de esta universidad — sonreí de la misma forma que él lo hizo y continúe con mi presentación: —Soy Mikado y estoy aquí obligado. — seguía sonriendo a pesar de lo que decía. Me tome unos segundos para preguntar lo más importante de todo, lo que me había causado una gran curiosidad desde que lo escuche hablar. Tenía que saberlo, tenías que saber: — Como salgo de este lugar — mi sonrisa parecía estar dibujada. Espere su respuesta.

Reí ante el tono infantil que había usado antes de que le devolviera el bolso. Abrí completamente mis ojos, dejando ver con claridad el inmenso mar que eran mis irises. Mi risa aumentó al escuchar la forma en que me llamaba y qué me decía. Negué divertido con la cabeza, pensando en si responderle a eso o marearlo un poco más.

-Estoy en mi tiempo de descanso, así que no podrías decirle nada a mis profesores, a los cuales estoy seguro que ni siquiera conoces -escuché su presentación. Si estaba allí obligado era porque los profesores o el director del instituto le habían hecho ir de algún modo.

Su última pregunta me pareció realmente extraña. ¿Había llegado hasta allí y no era capaz de encontrar nuevamente la salida? Me carcajeé durante unos minutos, limpiándome las lágrimas que habían empezado a descender del borde de mis ojos de tanto reírme. tomando aire, hablé nuevamente.

-No voy a decirte por el momento como salir del campus, sería aburrido y te marcharías en seguida -una sonrisa divertida se formó en mis labios, sentándome erguido completamente y mirándolo sin ningún tipo de vergüenza. El chico me parecía divertido, pero también comprobé que, si "tocaba" los puntos adecuados, podía llegar a ser un gran conversador y eso era algo que me vendría muy bien para pasar el rato.

— Eso dices tú, extraño que le miente a otro extraño y que además tiene malos modales porque ni siquiera se ha presentado. — seguía sonriendo como si mi rostro fuese parte de una de figuras de cera expuesta en algún museo: además cualquier duda, es mejor aclararla con un profesor directamente— realmente no me llevo muy bien con ellos, es como si hablasen otro idioma, una particular que trata de rescatar el trabajo duro y la dedicación. Eso actualmente no me interesa, tengo cosas más importantes en que pensar que en un futuro que en mi caso es infinito.

Por curiosidad, porque me interesa dar una descripción más detallada al lector y dejémoslo de esa forma para no parecer sospechoso, me he fijado en el color de sus ojos, que en un principio resultaron tan esquivos. Son azules que cambian por el reflejo del sol, haciendo más claros, incluso note que se volvían grisáceos en unos momentos. Pero entonces cuando mis mirada choco contra la suya, lo hice inconscientemente. Leí su mente.

Ah, le leí la mente con tan solo clavar mis ojos sobre los suyos, como si se tratare este "lugar" impalpable e inmaterial de un libro abierto. Es cierto que había llegado a ese lugar solo, pero eso no significaba que conociera las puertas que me llevasen fuera, además que quería saltarme a toda costa la jungla de "civiles" que en esos momentos rondaban por todo el recinto gigantesco, cabe anotar.

Sin embargo y fuera de toda norma, el "amable" me dice con cara de felicidad que no está dispuesto a ayudarme, claro, además que ha dicho que sería aburrido que me fuera, por lo que solo puedo decir: — Estudiantes universitarios — sonreí ampliamente, relajando los músculos entumidos de mi rostro que amenazaba con amanecer adolorido por la misma postura: — ¿Que se supone que significa que sería aburrido que me fuera? — lo mire desconfiado.

-Touché, en eso tienes razón, soy Carlo Durán -le tendí la mano para presentarme, sabía que algo se me había estado olvidando hasta ese momento. Lo singular del chico me había alejado de la práctica de los buenos modales que mi madre tanto se había esforzado en inculcarme. Siempre decía que por el simple hecho de ser lobos no teníamos porque ser maleducados -. ¿Con quién tengo el placer de hablar?

Una sonrisa un tanto burlona apareció en mis labios, sonrisa que no vaciló al escuchar su reclamación. Miré hacia el cielo, pensando que había querido decir realmente con esa frase. Tan desesperado estaba que ya me inventaba cualquier excusa para tener una conversación con otro ser humano.

-Verás, he terminado todos mis trabajos y no tengo clase hasta después de la comida, el resto de mis compañeros han ido a terminar de hacer los trabajos que había que entregar hoy, así que... si te marchas ahora, sería demasiado aburrido para mí -finalmente lo había dicho, le solté el auténtico motivo por el cual no quería decirle como salir del campus. Dicho así, parecía una auténtica estupidez.

No podía evitarlo, quería a alguien que hablara conmigo, con quien poder desahogarme un poco después de tantas horas de extremo silencio en el que sólo se escuchaba la monótona voz del profesor que no permitía que se hiciera ni una mísera pregunta en caso de no entenderse algo.

Por suerte para mí era bueno en esa asignatura y no tenía que hacer preguntas aclaradoras. Ese era el principal motivo de que sus compañeros lo buscaran constantemente para pedirle sus apuntes, siempre decían que eran los mejores de toda la carrera, que ni siquiera los de cursos superiores tenían unos apuntes tan buenos.

-Así que... ¿te quedas a hablar conmigo? -a veces yo mismo me sorprendía de lo lanzado que podía llegar a ser, cuando por lo general era una persona más bien tímida y retraída. Cuando estaba en un lugar en el que me sentía cómodo las cosas parecían cambiar a mi alrededor -¿Qué me dices?

De nuevo leí su mente, sin previo aviso. ¿Tan solo se sentía? aunque de cierta forma le entiendo. No es agradable permanecer a la sombra de un tutor (sea hombre o mujer) recitando su clase y "reanimando" a su estudiantado con preguntas sorpresivas que por lo general iban dirigidas a los "valientes hombres" que caían presa de la malvada "pereza" fémina egoísta que goza de arrebatar la energía a sus enemigos y los convierte en marionetas, en zombis que reclaman por "cerebros" sobre todo cuando se enfrentan a los exámenes y tienen que rendir cuentas a los todopoderosos padres. Toda una tragedia griega.

Tome su mano y le presione con fuerza, como una muestra de cortesía y de mi fortaleza; no me gustan los saludos débiles y frágiles, por lo que trate de transmitirle algo de mi personalidad. Correspondí sujetándole con la otra mano y moviéndole de arriba abajo, como gesto de buena fe.

— Mucho gusto.— le sonreí amablemente, esta vez sin que escaparan de mi boca palabras extrañas que hacían referencia a su comportamiento. Ya le había dicho mi nombre y fuera que lo recordara o no, no importaba mucho, después de todo, esto era un encuentro casual y nada aseguraba que nos volviéramos a encontrar en alguna parte de la gran ciudad. Solo éramos dos extraños que habíamos coincidido en la universidad, aunque eso no significaba que no pudiéramos pasar un rato agradable; él para tener algo de compañía y yo para continuar con mi recorrido saltándome los lugares atestados de personas, es más, justo ahora, eso me daba una idea.

Busque en mi bolsillo derecho después de hacer una seña de: “espera un momento” pero solo encontré una envoltura de un dulce de chocolate relleno de leche, uno de los tantos regalos de mi amigo Yuu a quien hace mucho no veía y extrañaba. Ese pequeño envoltorio de plástico me hizo recordarlo melancólicamente, pero me recupere de inmediato. No era momento para eso.

Revise mi otro bolsillo sin encontrar lo que buscaba, así que escabullí mi mano por los accesos de mi bolso, tanteando con preocupación, pues juraría que en algún lado se encontraba “aquello” No lo encontré. Pensé que tal vez lo había dejado en la mesa de noche de mi habitación, al salir esta mañana, apresurado, recordando las variopintas amenazas del profesor a quien agradezco mi asistencia a este lugar el día de hoy. Suspire pesadamente, golpeando con las palmas de mis manos mis caderas, fue entonces cuando recordé, el bolsillo de atrás.

Nunca lo revise. Cole mis dedos, inclinando mi cuerpo según lo necesitase, para tener mejor disposición, Fue primero el lado derecho y luego el izquierdo, no tuve la suerte en el primero, pero en el segundo, allí hubo éxito.

Pude sentir como trataba de escapar por en medio de mis dedos, índice y centro, la colilla abanicada de papel metálico. Jale con cuidado de no desbaratar el contenido, o que en el peor de los casos, terminara por escaparse de su jaula de plástico. Lo atrape con mi mano donde mis dedos le daban protección y solo yo podía verle. Levante mi rostro y observe de nuevo al chico frente a mí, a este joven que despedía una extraña pero sutil sensación, mezclado con un aroma que no lograba identificar. No sé cómo explicarlo con palabras, solo que de alguna forma mis sentidos parecían decirme que, no era humano.

—No.— conteste seco y algo tardio. Estire mi mano y busque la suya, mientras mis ojos no perdían detalle de los suyos, fuera que sus iris bajaran o subieran o sus pupilas se dilataran a causa de mis acciones, solo deje en el interior de su extremidad, el contenido de la mía y agregue sin soltarle: — Sé mi guía en este lugar, enséñame las aulas y profesores, contesta a mis preguntas y en algún momento visitemos la cafetería.— me separe de él, esperando que revisara el pequeño paquete que se encontraba en su palma: —Por supuesto no vas a hacerlo gratis y podemos hablar de lo que quieras durante todo el camino. — levante mi mentón , explicándole con señas que el pago se encontraba en la palma de su mano, era un chocolate de buena marca que solía comer cuando estaba con mi amigos y que esperaba le gustase, pues había dejado mi billetera en mi casa y no creo que hubiese nadie en este momento: — ¿Aceptas venir conmigo? ¿Ser mí guía?— de nuevo espere por su respuesta.

El olor del chocolate invadió mis fosas nasales, recorriendo cada fibra de mi ser. Era imposible que el chico supiera que era casi un vicio el comer chocolate. Miré en mis manos y lo vi, se notaba que era caro pero yo no necesitaba de ningún tipo de pago por ayudarle.

-Claro, ¿qué quieres conocer sobre el campus? -con cuidado, abrí el envoltorio y dividí el chocolate en dos mitades. Extendí un trozo hacia él, ofreciéndoselo para compartir con él lo que me había sido regalado. Siempre me habían enseñado a compartir las cosas, a pesar de que no era necesario hacerlo por tener dinero de sobra.

Con la mano aún extendida, llevé el otro trozo de chocolate a mi boca, saboreándolo gustoso. Hacía días que no había podido probar nada de chocolate y tener ahora mismo ese dulce sabor rondando por mi paladar era como caer nuevamente en un vicio que parecía haber dejado.

-Esto está delicioso, muchas gracias -me chupé los dedos uno a uno, retirando cada rastro del dulce que pudiera quedar en ellos. Iba a detestar la hora de la comida, pues haría que ese maravilloso sabor abandonara mi boca para ser sustituido por los insulsos sabores de los alimentos que habría de digerir.

-Responderé a todas las preguntas que me hagas, no tengo problemas en solventar aquellas dudas que esté a mi alcance responder -le sonreí amablemente, el chico me caía bien y si podía ayudarle con sus dudas así lo haría.

(User: ¿a tu pj le gusta el chocolate? *¬* lo entiendo, lo entiendo y por cierto, felicidades, ya puedes entrar al chat para ser acosada legalmente(?) xD cualquier queja con mi abogado(?) u.u -sí tiene- )

Entonces estaba aceptando el pequeño trato que había ideado, sinceramente me alegre un poco, no solo porque no quería andar a ciegas por un lugar desconocido y tan grande, tentando a mi suerte que suele ser traicionera (como todas) sino porque teniéndolo a mi lado, podría rodear los lugares atestados de personas. Este lugar parecía un circo y solo donde estábamos se respiraba tranquilidad. Llene mis pulmones de esa paz interior, cuando una brisa leve se paseó por mis cabellos, jugueteando con mis hebras castañas y desacomodándolas. Era refrescante.

Pero salgo de mi segundo de relajación, cuando escucho el sonido de la envoltura, doblándose y moviéndose a disposición de quien la maneja. Lo observo cuidadosamente antes de contestar a su pregunta. Lo hace con tal cuidado que me parece una persona gentil, eso me agrado. Me agrado que dividiera el chocolate en dos partes y me ofreciera una, fue un detalle no solo de generosidad, sino que fue, como decirlo...lindo.

Sonreí y me negué a recibirlo, moviendo mi rostro de un lado a otro y dándole seguido de mi gesto, una explicación verbal que se antepuso a mi respuesta y aprovechándome de que degustaba su parte del chocolate y luego me agradecía por el mismo: — Es tuyo, tómalo todo, porque conmigo vas a necesitar mucha energía, así que por favor resiste. — bromee, por lo que reí instantáneamente mientras que tomaba la mano que me ofrecía y doblaba sus dedos, encarcelando la mitad de la golosina que había rechazado. Este chico me transmitía un aura extraña y no sé, era una sensación que escapaba la precisión de las palabras, tanto que en segundos había cambiado mi forma de pensar. Si antes pensaba que solo éramos extraños, ahora mismo quería saber un poco más de él, me producía curiosidad, una que nunca había sentido antes por nadie.

Cambie en tema rápidamente, para no darle tiempo a que se sintiera ofendido, no era mi intención hacerlo sentir así, solo que me parecía un pago justo ante las escases monetaria de mis bolsillos y me mente olvidadiza: — Quisiera que me enseñes todas las instalaciones de este lugar, las aulas, el anfiteatro, los campos, todo, así que come bien, porque te necesito grande y fuerte. — me levante, sacudiendo mis piernas de los restos de tierra que recibí ante la atención del viento que bailaba de un lado a otro por toda la zona, asegure el asa de mi bolso a mi hombro, apoyando las palmas de mi mano contra mis piernas flexionadas, entonces extendí mi cuerpo, empinando mis pies, respire nuevamente, recargando mis pulmones de aire fresco y limpio, inclusive "abrí" mis brazos, alejando cualquier malestar o rasgo de cansancio, aunque, después de escuchar su último dialogo, me volví a aprovechar. Enderece mi cuerpo y lo mire fijamente, sin perder ni un ápice de movimiento que realizase por mínimo que este fuera: —Entonces...—le hable seriamente: — dime ¿Qué eres? — me mantuve estático en mi posición.

(User: Lo primero, disculparme encarecidamente por mi ausencia, perdí la dirección del foro y ahora que me ha llegado el mensaje del censo Julio-Agosto, es que he podido recuperarla. Pienso responderte y remediar con creces mi larga ausencia. Lo siento mucho, de verdad.)

Aunque había rechazado mi ofrecimiento de la otra mitad del dulce, no pude sentirme ofendido dada su respuesta. Ya tendría tiempo de invitarle a algo en la cafetería, principalmente algo que pudiera ser comestible y no la bazofia que solían preparar para el almuerzo. Saboreé ese segundo trozo de chocolatina, deleitándome nuevamente en su sabor, su textura y cuán ansioso había estado por tener nuevamente algún tipo de chocolate inundando mis papilas gustativas.

Me levanté del césped, imitando un poco las acciones del chico. Grande fue mi sorpresa al escuchar su primera pregunta, una que ni siquiera había esperado recibir. ¿Cómo podía saber que no era humano? No, eso no podía ser, sin embargo su expresión le decía que sí, que el chico estaba preguntando en serio.

-¿Cómo...? -iba a preguntar, pero eso ya no era relevante. Sería sincero con él y esperaba no equivocarme al hacerlo. Tomé aire y empecé a caminar, haciéndole un gesto para que me siguiera mientras le iba respondiendo -Soy un licántropo. Un lobo, cambio en las noches de luna llena.

Siempre había tratado de evitar que alguien descubriera mi origen, quien era y porqué parecía ser más ágil que los demás. Muchos de mis compañeros me decían que debería estar en algún equipo profesional de baloncesto, pues era un deporte que se me daba realmente bien, pero esa no era mi pasión, lo eran los animales, poder cuidarlos y ayudarlos. ¿Quién podría pensar que un lobo, cazador por naturaleza, se dedicase a ayudar a las que deberían ser sus presas?

-¿Qué quieres que te enseñe primero del Campus? -prefería cambiar de tema, hablar de mi raza no era precisamente mi tema favorito, por lo que si podía evitar hablar de ello... lo hacía. En ese momento prefería centrarme en enseñarle todo el recinto, evitando a los tumultos de gente de los cuales el chico parecía haber huido cuando llegó allí.

El aire entremezclado con los aromas de la libertar jugueteo unos segundos más con mis cabellos castaños, dejando que danzaran al son calmo de la tranquilidad.
Mi pregunta queda en el aire, me llegó aquella percepción de los pensamientos del joven a mi lado, consternado por mi pregunta. Claro que estaría consternado, siempre causa alguna conmoción cuando se es descubierto que hay algo que ocultamos (aunque la otra persona no sepa que ocultamos en realidad).
Me apreció particularmente agradable su honestidad, aunque incómodo aceptó su naturaleza. Un licántropo, eso explicaba el atípico aroma y la extraña sensación, pero esa información me hizo sentirme internamente muy emocionado ya que soy un amante de esa especie de seres vivos (Mucho antes de que existieran libros que tratasen sobre vampiros que parecían trabajos de kínder con brillantina que criaturas de la noche).
Me vi tentado a preguntarle más, a tratar de saciar esa mente curiosa y despierta que he tenido desde joven y que mi profesor, el encargado de mandarme aquí y que ahora le agradezco (Señor lector estoy ante un licántropo ¿Se verá mal pedir autógrafo?).

-Bueno sería agradable empezar por un camino que evite a todos nuestros amigos – notes el sarcasmo implícito en el comentario- que buscan guías en sus estudios. Supongo que los salones estarán más desalojados así que.- Extendí mi mano hacia delante, con algo de gracia, aquella que te da los años conviviendo con la persona que me crio. Sonreí sintiéndome como una muñeca barbie, o un Max steel para no atacar mi propia percepción del género. Mi acción amable invitaba con emoción a mi guía lobo amante del chocolate (Cada momento se pone mejor) a enseñarme el camino.
Mi zapatos se desenvolvieron con suavidad sobre del césped, adelantando finamente mis pasos mientras mi guía toma compostura y se adelanta a enseñarme lo que depara el centro universitario, recubierto de maestros, presión, demás cosas que me desagradan pero que también tiene escondido en sí, cosas más interesantes de lo que había sospechado.