Una noche de diversión - Shin Natsume-

Había pasado a recoger a Shin a su trabajo, desde hacía tiempo que habían quedado en salir a pasear, pero simplemente los horarios de ambos o no encajaban o por una razón u otra no era posible que se vieran tal y como había acordado, así que finalmente terminó hartándose de eso y decidió llegar por sorpresa al trabajo del mayor, después de todo a esas horas ya debía terminar el tuno de ese día. Logró entrar al bar fácilmente, después de todo no es como si hubiera mucha seguridad realmente, quizá a uno o dos de los presentes les llamaría la atención un niño dentro, pero realmente eran muy pocos los que realmente hacían preguntas, en cuanto a los trabajadores... bueno, solo debía decir que estaba esperando a Shin, además, no es como si fuese a pedir alguna bebida alcoholica.

Finalmente le encontró con la mirada detrás de la barra, lo cual le hizo sonreir, arregló un poco su cabello en un acto reflejo antes de verlo, para luego simplemente volver a revolverlo, se acercó y se sentó en el taburete que estaba justo enfrente de donde él estaba atendiendo.

-hola guapo, me encantaría un orgasmo, por favor.

Sabía que era el nombre de una bebida, aunque realmente no estaba seguro de que era lo que contenía y, tampoco es como si fuera a beberlo, simplemente era su manera de hacerle notar que estaba ahí, por lo que para cuando Shin volteara a verlo le esperaba con una mirada que denotaba fácilmente la felicidad que le causaba verlo, al igual que una sonrisa sincera, las cuales solo eran dedicadas a las personas especiales para él como lo eran sus amigos, y entre uno de ellos, Shin, uns de sus personas más especiales.

Hacía pocos días había invitado al pequeño Miru a salir, pero sencillamente ya me había resignado a que me dijera que no pues estaba seguro que le encantaba ignorarme, aunque claro, dentro de mí sabía que una parte pequeña de su corazón me extrañaba.

Desde que entré a mi turno, el tiempo se me fue en suspiros, sin poder evitar recordar su sonrisa tierna y dulce, y qué va, ese sonrojo tenue marcado en su rostro como si fuese todo un arte. Miharu Rokujou era un chico hermoso y lindo, pero, lo que muchos no sabían es que podía tener una actitud de un demonio cruel. Pero no me malinterpreten queridos lectores, pues eso era algo que a mí me encantaba. A mis ojos él era alguien sumamente fuerte pues a pesar de no tener a sus padres había salido delante de una forma u otra, claro, a muy corta edad. Y sí, a mi muy humilde opinión era un tipo de fuerza el poder superar la pérdida de tus seres más queridos.

Pero bueno, continuemos.

Su presencia era completamente notoria, no sólo por el hecho de que era un adolescente de baja estatura, sino porque su esencia era “especial” a mis sentidos. Así que en cuanto cruzó la puerta pude advertir de que ahora nos encontrábamos en el mismo lugar, a la misma hora, y, que irremediablemente, vendría a secuestrarme de mi trabajo. Reí por lo bajo al tiempo que reparaba en el hecho.

Utilicé el pañuelo que traía entre las manos para limpiar una copa de cristal con la que se preparan cocteles y la puse sobre la barra, justo enfrente de donde se sentó. Le sonreí ampliamente mientras que, casi en cámara lenta, le observaba de esa forma intensa, irremediablemente penetrante, hasta que me topé con una sonrisa igual o más amplia que la mía. Así que ambos nos sentíamos increíblemente felices de vernos la cara. –Bueno, realmente estoy feliz de que hayas tomado la iniciativa. ¿Vienes a secuestrarme del trabajo? –bromeé con ello. Aunque ya había escuchado su pedido, por supuesto que me negaba a servírselo no sólo porque era menor de edad, sino porque se me había hecho más un juego de palabras que un verdadero pedido.

Me incliné ligeramente para tomar una botella con agua y servirla en un vasito de cristal limpio justo al frente suyo. –Anda, sé que a ti te gusta eso. –le guiñé un ojo, entre broma y entre verdad. –Va por mi cuenta. –Mientras tanto, guardaba la copita que había limpiado antes y la colocaba encima de mí, justo junto a sus demás compañeras.

Ciertamente hoy no había muchos clientes y todavía era una hora temprana así que bueno, no era como si realmente no pudiese escaparse una hora o dos para irse a grabar las “patoaventuras” de Miharu y Shin.

Había olvidado lo que era estar con Shin y ahora que lo tenís enfrente, no podía dejar de sonreír como un imbécil, lo cual, de cierta forma extrañaba, sentía su corazón palpitar emocionado de tan solo sentir la mirada ajena sobre su cuerpo y de ver nuevamente aquella sonrisa que por años lo volvió loco.

-¿qué comes que adivinas?

Ciertamente sus intenciones eran las de secuestrarlo y justo ahora después de ver que el lugar iba flojo, su decisión era aún más firme que antes, era entre semana así que no creía que fuera a haber mucha gente en todo el día, así que en definitiva podían darse una escapada.

-Si, vengo a robarte tal y como lo hacía antes, solo que esta vez sin "el final feliz" jajajajajaja

Estando con Shin volvía a ser el maldito niño descarado, irreverente que no le importaba decir lo que pasaba por su mente, y en definitiva hace tiempo que no estaba con alguien que lo hacía sentir tan libre de hacer esa clase de comentarios, Shin era el único que conocía cada faceta de su personalidad, hasta lo más profundo de su ser, sus sueños, miedos, anhelos, todo, así que no era necesario esconder nada, tan solo debía ser él. Tomó el agua y bebió un poco, en realidad no tenía sed, pero se le antojaba beber algo.

-entonces dime... ¿a qué hora podemos empezar nuestra noche de pasión desenfrenada? la cual por cierto incluirá más desenfreno que pasión, pero bueeeno.... eso no importa ¿o si?

Dirán que estoy loco (sólo un poco) pero pude ver tras las negras intenciones de este mocoso. Detrás de esa sonrisa hermosa y tierna escondía a un diablillo con alas y cola sin escrupulos, totalmente lascivo e incluso mezquino. Pero repito, no era como si me disgustara su personalidad.

Hacía todavía un par de años, habíamos sido pareja. Y nos acoplábamos el uno con el otro. Él aguantaba mis bromas pesadas y yo sus caprichos y ocurrencias extrañas. Conocía sus facetas, desde la sonrisa más hermosa hasta las lágrimas que derramaba a causa de mis estupideces. Todo. Lo conocía perfectamente, y, aunque nuestra historia no tuvo un buen desenlace en un principio, ahora podíamos vernos la cara con gusto. Supuse que el hecho se debía a que cada uno contaba ya con una pareja estable, un apoyo emocional…

El descaro de sus palabras me hizo soltar una carcajada lo suficientemente sonora como para que el sonido retumbase entre las paredes casi vacías del bar. Cuando me hube recuperado, eché mi cabello hacia atrás y negué con la cabeza, me encontraba divertido por verlo sonreír, y por supuesto, por las ironías de la vida que se nos presentaban constantemente. –Oh, vamos. No es como que a nadie le guste ese final feliz. –arqueé una ceja y curveé mis labios formando una sonrisa ladina. –En especial a ti y a mí. –bromeé con gusto.

Cuando lo vi beber agua de esa forma, pensé en que realmente ya no era el niño que había conocido. No. Conservaba su cara de inocencia, sí, pero ahora podía ver pequeños detalles que lo habían cambiado como por ejemplo su estatura, quizá creció unos 5 o 10 cm desde la última vez que lo vi; o también su voz, sí, esa que ahora sonaba un poco más gruesa, más ronca; ahh… y cómo olvidarme del color verde de sus ojos… eran brillantes y terriblemente tentadores, justo como sus labios cuando se movían para articular palabras de las cuales, por supuesto no se arrepentía. Era un rebelde, un descarado, un cínico… y lo sabía.

Alargué mi mano y me atreví a despeinar su cabello, sorprendiéndome de la familiaridad con que mi cuerpo, con que las yemas de mis dedos se adaptaban a la forma de su cabeza. Me sentía ilusamente familiarizado con su pequeño cuerpo y, exactamente como un ramalazo, sentí la culpa dentro de mí. Había sido por mi causa nuestro rompimiento y sin embargo… él continuaba radiante, hermoso, sonriente. El peso de la culpa caía sobre mis hombros, y como adulto que era, me encargaba de asumir toda la responsabilidad. Mi única petición era pues, que él supiera, todo lo que yo ocultaba.

Me agradecí a mí mismo de ser un perfecto actor, que oculta sus más intensas emociones tras sonrisas amplias y bromas pesadas. –Pasión desenfrenada, eh. –hice una pequeña pausa. –OK, me parece perfecto. Tú di rana y yo salto. –de nuevo lo despeiné para después apachurrar entre mis dedos su nariz, con motivo de juego. Me hallaba de buen humor a pesar de estar siendo atormentado por los recuerdos. –Sólo dame un segundo en lo que me cambio. No creo que quieras salir conmigo estando vestido de mesero… ¿o sí? –la pregunta flotó en el aire y tras no haber recibido una respuesta instantánea me alejé de él durante apenas un par de minutos.

Me alejé de la barra también, para entrar por una puerta que estaba adornada con un letrero que indicaba que sólo podía acceder el personal autorizado. Solté un pequeño suspiro mentalizándome con un “¿ahora a dónde se le ocurrirá llevarme?”. La idea rondaba por mi cabeza una y otra vez mientras me quitaba el chalequito negro, la corbata roja, la camisa bien planchada color blanco, y por último el pantalón que hacía juego con todo lo demás. Introduje la contraseña en mi locker personal y saqué mi ropa de civil. No tardé ni un minuto en vestirme con una camisa ajustada de cuello V color negro que hacía un juego especial con mis pantalones de cuero. Solté mi cabello y dejé que se acomodara según fuera su gusto.

Antes de salir para encontrarme con Miru, le eché un vistazo a la oficina principal pero no me topé con nadie que fuera de “alto rango”. Una risita se escapó de mis labios, me saldría con la mía. Otra vez.

Me volví a reuní con el pequeño de Miharu, pero esta vez, detrás de la barra, justo a su lado, erguido en toda mi estatura, y presumido con todo mi cuerpo bien entrenado. Una sonrisa amplia, que incluso mostraba mis dientes blancos, terminó por presenciar la escena también. –Dime, ¿ya pensaste a dónde vamos a ir? –esperé a por su respuesta. Estaba emocionado a más no poder. Como le había confesado, sólo esperaba sus instrucciones para que por fin pudiésemos salir de allí.

Indudablemente se sorprenderán de la confianza, incluso, del grado de obediencia que le tengo. Digamos que… él me importa lo suficiente como para que yo le termine cumpliendo sus caprichos. Así fuimos. Así somos. ¿Qué importa lo demás si de esa forma estamos bien y felices?

En verdad que había extrañado a ese idiota como no se daba una idea, su comentario como siempre era estúpido y seguía la corriente de lo que él había comenzado, claro que recordaba sus "finales felices" y vamos, que no era de palo, le emocionaba recordar aquellas noches de vez en cuando, después de todo, ese había sido su pasado y no podía cambiarlo.

-jajajajaja eres un idiota.

Tomó la botella de agua, bebiendo un poco, aunque fue interrumpido en cuanto este Shin se dispuso a revolverlo el cabello, una costumbre que al parecer no se perdería nunca, volteó a verlo con una cara que demostraba un falso enojo, ya que en realidad a su mente vinieron igualmente las tantas veces en las que simplemente estaban uno junto al otro acariciando su cabello o manos, una costumbre que le gustaría mantener con Shin, pero claro que aún no era el momento.

-ándale, ve a cambiarte.

Lo corrió y mientras el mayor iba a cambiarse él se quedó sumido un momento en sus pensamientos, su relación había cambiado en algunos aspectos, pero en otros parecía ser como si nada hubiera cambiado en lo más mínimo, es más se podría decir que en esencia lo único distinto entre ellos era que no debían besarse y no harían el amor, porque fuera de eso, todo parecía seguir igual.

Lo vio llegar con su ropa informal, dispuesto a ser "raptado" por él y no pudo evitar sonreír nuevamente, sabía perfectamente a que lugar quería llevarlo, así que la pregunta le hizo reír un poco.

-claro que se a donde te raptaré, ¿conoces el motel de mala muerte que está por el guetto? ahí será nuestra cita

Le guiñó un ojo a la par que se ponía de pie y le tomaba de la mano, llevandolo luego fuera del bar, aquello era obviamente una mentira, pero por el momento no le diría el destino, después de todo, 'entonces cual sería el chiste de raptarlo?

Así que el mocoso de verdad tenía malas intenciones. O eso hacía lucir al principio, porque después, en todos sus comentarios, soltaba una risita. Me hacía dudar de ello y me entraba la intriga pues no estaba seguro sobre si era verdad o simplemente estaba jodiéndome.

Pero… estaba feliz. Me sentía bien conmigo mismo porque podía ver que Miharu sonreía como antes lo hacía y, aunque me doliera admitirlo, parecía que ya me había superado. Me mentí a mí mismo incontables veces, pues he de admitirlo, apenas habían transcurrido un par de años desde que lo conocí en la playa, por mera casualidad. Una sonrisa que no supe describir se figuró en mis labios.

Estiré mi mano para despeinar su cabello castaño y confié en esa escena donde yo lo veía feliz con alguien más. Realmente feliz. Probablemente yo no había sido el hombre que él merecía y eso estaba de más escrito, sin embargo, no podía arrancarme así como así de esos sentimientos tan intensos que le llegué a tener. El niño había conocido mi lado más amable y tierno, así como mis pesadillas y mis miedos. Miharu y yo compartimos algo especial… algo que no supe cuidar.

Cuando tomó mi mano sonreí más ampliamente. Había nostalgia en el toque de su pequeña mano y sus dedos delgados contra mi palma desgastada por el ejercicio y los golpes contra el suelo.

Me hallé sumido en los recuerdos y en la culpa. Así que ni siquiera me di cuenta cuando me llevó fuera del bar y nos íbamos en rumbo hacia ese “lugar desconocido”.


* Nos fuimos para ACÁ *