No está en Ganar o Perder, está en Sobrevivir [priv. Kisuke Ren]

La pequeña risa de Ren-san hizo que mis enfados y pucheros de niñote de 20 años desaparecieran. También me reí, pues tenía razón. –Bueno… sí… sería genial verte a ti maquillado como una mujer, Ren-san. Apuesto lo que sea a que te verías aún más lindo. –y le seguí el juego pues mi acompañante y yo parecíamos tener cierto tipo de conexión: algo parecido como “yo te reto, tú me retas, y veamos quién puede más”, pero claro, de una forma divertida y para nada malsana.

–Bueno, mira que confiaré en lo que dices. –aguardé un momento mientras él se pensaba en otro castigo. Mientras tanto, puse mis manos sobre mi cadera, casi luciendo un tanto desesperado por conocer su respuesta, la cual, pronto fue dicha.

La cosa estaba así: yo debía de coquetear con una chica que se encontraba a unos cuantos metros, pero, la cuestión era que si su chico (novio) se enfadaba, yo no podía iniciar una pelea. –Uhmm… Así que dentro de ese chico tierno y lindo hay una mente maestra, eh. –bromeé. Ren-san había atinado a mi “debilidad” por así decir ya que yo era un sujeto bastante agresivo, no sólo por ser maestro enartes marciales, sino que, últimamente tendía a explotar por cosas triviales. Definitivamente era como una granada a punto de explotar, sólo necesitaba a mi detonador.

–Muy bien, acepto. –y con ello asentí para confirmar mis palabras. –No tendremos que correr, te lo aseguro. Ahora vuelvo. –le sonreí ampliamente antes de alejarme de él momentáneamente.

La chica con el tatuaje y su novio estaban quizá a unos 10 o 15 metros de nosotros por lo que fácilmente pude reconocerlos. Me encaminé hacia ellos de forma segura, incluso arrogante, para llamar la atención de la femenina. Y ya que, al parecer mi cuerpo y el color de mi cabello llaman bastante la atención, lo conseguí de inmediato.

Bajé mis lentes de sol negros un par de centímetros y le guiñé el ojo. Ella me respondió con una sonrisa juguetona y por supuesto que me sentí complacido. Entonces, me acerqué un poco más hacia ellos, y descarado como era, me situé a su costado izquierdo. Apliqué mi técnica de sonreír seductoramente y hablé confiado, seguro, coqueto –No sabía que las princesas se escaparan de su castillo para venir a la playa. –de nuevo obtuve respuesta de ella y me dije a mí mismo “esto es fácil… tal vez demasiado”. Ahora bien, me dirigí hacia el tipo de forma despectiva–: Oye, ¿te molestaría si me llevo a ésta bella dama a un lugar donde sí pueda divertirse, guarro (diminutivo de guardaespaldas)? –por supuesto que el chico se enfadó de inmediato y como tal, reaccionó mal.

–¿Qué demonios te pasa? ¿Crees que puedes coquetear con mi chica justo enfrente de mi cara? –inquirió el sujeto al que he de etiquetar como “enano” pues yo le llevaba probablemente media cabeza. –Lizzy, vámonos. –tal vez fue el miedo el que lo hizo retroceder o quizá no queríaquedar en vergüenza. No lo sé. Lo único de lo que estoy seguro es que él la tomó bruscamente del brazo en un intento de alejarse con ella. Por supuesto, la chica forcejeó y se molestó bastante por ser tratada como objeto. -¡Sueltame, tarado! –gritó ella enfurecida. –Al menos aquí sí hay hombres que saben reconocer a una belleza cuando la ven. –se pavoneó frente a mí y digamos, que yo sonreí divertido, casi tuve que aguantarme la carcajada porque joder, esto era bastante fácil.

De pronto sentí como un brazo delgado rodeaba el mío y fue allí cuando ya no me gustó el asunto. Por supuesto que se trataba de la chica a la que respondía por el nombre “Lizzy”. Ahora estaba encima de mí por lo que tuve que fingir estar de acuerdo con el gesto.

Le eché un vistazo al enano de su novio (o ex–novio) y éste estaba como tomate: todo rojo por el coraje que estaba sobrellevando. –Vaya, eso es saber controlarse. –se me escapó decir. –Yo hubiese estallado y le hubiera partido la cara al imbécil que se atreve a coquetear con mi princesa. –creo que… acabé de cavar mi tumba. Ahora la tenía más pegada a mi cuerpo y sin poder evitarlo sentí como sus senos únicamente cubiertos con su bikini estaban aprisionados contra mi brazo. Había un ligero rubor en su rostro y de momento pensé “qué linda, lástima que seas sólo un reto más”.

Así que, cansado de todo esto, eché un vistazo a Ren-san y con ello, de alguna forma le pedí “ayuda”. Necesitaba safarme de la chica-sanguijuela.


[@_@ oh god, de los posts más largos que he hecho en toda mi vida ;w;]

Definitivamente la imagen del pelinegro ahora me parecía una salvación. Aunque el chico se tomó su tiempo para venir en mi ayuda (sí, ayuda, porque joder, esa chica no era más que una sanguijuela que me deseaba y yo, en este momento no requería de cosas así por lo que era bastante molesto). Incluso pude observar por el rabillo del ojo que tomó un poco de agua de mar para intentarse acomodar el cabello aún si el gesto fue en vano; seguido, trotó hasta donde nos encontrábamos la pareja y yo y, tomando una postura de “cuñado indignado”.

El argumento que tenía era que “su hermana, mi esposa, estaba esperándome. Y que, por andar de coqueto, terminaría con el plato en la cara”. Bien. No pude evitar sonreír por un par de segundos. Ren-san había armado un buen plan, era astuto sin duda. Sus palabras lograron su cometido: la chica hermosa pero para nada necesaria ante mí logró soltarse de mi brazo y sentí la libertad… ¡la libertad, señores!

Aunque de inmediato tomé el papel de “esposo” coqueto y regañado por su cuñado. Llené mi cara de tristeza porque tenía que alejarme de la chica (aunque por supuesto, sólo fingía el sentimiento) e incluso dije unas palabras que le añadirían creencia a nuestra tan aventurada trampa. –Pero, pero… yo quería divertirme… -había resignación en mi tono así que me dije mentalmente “¡Somos unos jodidos! La hemos cagado y hemos salido sin resultar heridos de ésta.”

Ahora bien, Ren-san se tomó la molestia de llevarme lejos de la pareja que probablemente ya estaba a punto de romper pues el hecho de que ella accediera a mis invitaciones sólo me hacían suponer que él la trataba peor que un objeto. Seguramente ella se merecía algo mejor y así lo creía, simplemente necesitaba un empujoncito para alejarse de tipos como ese para poder ser feliz por sí mismas. Pero en fin, cada quién decide sufrir o salir adelante, me dije.

Por fin nos hallamos lejos, incluso más lejos de donde estaban mis ropas (a mitad del camino). Tomé la mano de Ren-san para afirmar nuestro agarre y continuar siendo “jalado” hasta ese lugar apartado en donde pudiésemos ser nosotros mismos. –Oh, Dios, eso fue genial. –le dije mientras caminábamos a quién sabe dónde. –Realmente me salvaste, Ren-san. Muchas gracias por eso. –pese a que había optado por estar detrás suyo le sonreí ampliamente, pues mis sentimientos eran sinceros. Sin dudarlo, yo era una persona agresiva y sí, había sido un reto el hecho de mantenerme calmo ante un bastardo con un tatuaje que se siente “la última coca-cola del desierto”. De un momento a otro me vino una risa, y entre ella le confesé que–: Realmente no me imaginaría como tu cuñado, Ren-san. Mucho menos yo como un chico casado ¡y menos a mi edad!